El testaferro de Ignacio González en caso de Las Teresitas: “Solo le hice un favor a mi jefe”

Belén Molina

Santa Cruz de Tenerife —

Felipe Manuel Delgado Armas era uno de los testigos más esperados en el juicio por el caso Las Teresitas, que se sigue en la Audiencia Provincial de Santa Cruz de Tenerife.

El que es calificado por la propia Fiscalía Anticorrupción como testaferro del acusado Ignacio González, declaró que solo le hizo un favor a su jefe, el acusado Ignacio González, aunque aseguró que no recordaba haber solicitado ningún crédito a CajaCanarias, y menos por 33,2 millones de euros.

Armas, que este miércoles fue llamado a declarar por la acusación popular que ejerce el abogado José  Pérez Ventura, dijo que durante 23 años fue empleado de Ignacio González, por el que manifestó una lealtad férrea. “Si don Ignacio me pedía algo sabía que no me iba a comprometer”, señaló. “Me pidió que hiciera una operación en la que él no podía aparecer y le hice el favor”.

Pese a su desmemoria, sí recordó que su jefe le entregó un cheque de 15 millones de euros para crear una sociedad (Inversiones Las Teresitas), que fueron depositados en una cuenta recién abierta en CajaCanarias. Una vez creada, las acciones pasaron a nombre del empresario.

También aclaró que era empleado de la promotora Victoria y de Vultesa en 1998, cuando se solicitó el crédito multimillonario, además de apoderado de ambas y de otras sociedades del acusado. Su principal labor era mecanizar los datos de empresas como Tinerjoya, Canesa, PromoPalma y Multirruedas. Llevaba su contabilidad, al igual que la llevaba la de otras empresas de los hijos de González, aunque dejó bien claro que sólo acataba órdenes de don Ignacio, o que tuvieran su visto bueno.

Su declaración por vídeo conferencia apenas duró 15 minutos. Armas afirmó que nunca tuvo relación con la mercantil Inversiones Las Teresitas, para la que fue destinado el dinero que pidió, salvo una semana en que se ocupó de mecanizar los datos de la misma, lo que permitió asegurar que las 101 parcelas, que tanto González como su socio Antonio Plasencia adquirieron con ese crédito a la Junta de Compensación, “estaban inventariadas y estaban como existencia de la empresa”.

No recordaba precios ni cifras. “¡Cómo me voy a acordar de eso! Yo pasaba los apuntes y me iba a mi casa”.