Utilizar los residuos forestales de Canarias para generar energía de forma renovable suena prometedor. Sin embargo, el alto riesgo de desertificación de las Islas (83%) y el bajo índice de materia orgánica presente en el suelo (menos del 0,9%), un dato similar al de Mauritania, marcan la línea roja entre una propuesta comprometida con el medio ambiente y el primer paso hacia la degradación ecológica. El Cabildo de Tenerife ha anunciado la instalación de una planta de biomasa en Fasnia, un proyecto que pretende aprovechar la madera de los montes de la Isla para abastecer al “sector hotelero y de la hostelería”, tal y como ha explicado a este periódico la consejera del área de Gestión del Medio Natural y Seguridad de la corporación insular, Isabel García.
Un propósito que suscribió el socio de Bioenergy Feel (empresa instaladora de calderas de biomasa), Ignacio Aldea, en declaraciones ofrecidas a Diario de Avisos. Por el contrario, expertos en gestión de residuos y en Geografía ven en esta forma de “calentar piscinas”, que tiene su alternativa en la energía fotovoltaica, una pérdida de recursos que enriquezcan el suelo canario por medio de otras actividades como el compostaje.
“La instalación de este centro logístico de biomasa sigue una lógica”, apunta la consejera. En los años 50, se plantaron en Tenerife pinos de forma muy densa, entremezclando especies canarias e insignes y siguiendo un planteamiento artificial que no se encontraría de forma natural. Al competir por un suelo escaso y poca humedad, “se han convertido en árboles frágiles y débiles ante los incendios”. Por ello, a partir del proyecto Las Claras, el Cabildo sacará los vegetales sobrantes para que el resto crezca de forma “robusta y saludable”. Ya se han intervenido en los últimos tres años 20 hectáreas de las 10.000 previstas. El reto ahora es encontrar un uso sostenible para la madera de estas especies.
Por el momento, la solución que ha encontrado la institución es transformar este material en astillas que, al quemarlas, se conviertan a su vez en energía para hoteles o bares que hasta ahora “usaban gasóleo”, métodos “mucho más contaminantes”. Sin embargo, el experto en gestión óptima de residuos, economista y presidente de Canarias Residuo Cero, Alexis Sicilia, y el doctor en Geografía e Historia de la Universidad de La Laguna Fernando Sabaté, defienden que primero debe analizarse la realidad del Archipiélago.
Mientras que en el norte de España, de Francia y en los países nórdicos la materia orgánica del suelo supera el 8%, en las Islas está debajo del 1%, explica Sicilia. La escasez de lluvia, la acción humana y el cambio climático han provocado que la desertización amenace a una cuarta parte del planeta, tal y como ha publicado el Ministerio de Exteriores. En un mapa elaborado en la Conferencia sobre Desertización de la ONU celebrada en Nairobi en 1977, Canarias forma parte de esta proporción del mundo que puede verse dañada por este fenómeno.
En este escenario, el doctor en Geografía Fernando Sabaté plantea el compostaje como la herramienta a la que el Archipiélago puede aferrarse con el fin de recuperar la fertilidad de sus tierras. Para elaborarlo se necesitan residuos orgánicos, como pedazos de fruta o verdura, y materia seca, como los residuos forestales. “Es un compromiso de la Unión Europea y, para ejecutarlo de manera correcta, debería haber en las calles contenedores cerrados a los que solo pueda accederse con una acreditación que tengan los vecinos, y así evitar que cualquiera que pase por allí meta algo que no corresponde”, propone Sabaté.
A pesar de ello, en Tenerife no hay ninguna planta de compostaje pública por el momento, aunque hay varias previstas en el área metropolitana, en el sur y también en el norte. Este periódico también ha intentado contactar con la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG), pero la organización no ha podido dar una valoración sobre el tema al estar totalmente volcados en la huelga para alcanzar precios justos para sus productos.
Para Sabaté es “más razonable” y se ajusta más “al interés general” emplear el excedente de los montes en esta actividad que devuelve al suelo la materia orgánica, en lugar de quemarlo para calentar piscinas. “Teniendo en cuenta el clima de Canarias en general y del sur de Tenerife en particular, los hoteles pueden calentar su agua a través de la instalación de placas solares”, señala. En esta línea, en la pasada legislatura los distintos grupos de gobierno acordaron llamar a esta instalación centro de tratamiento de residuos selvícolas, ya que el concepto de biomasa “ya implica la producción de combustible”, explica el entonces consejero de Podemos en el Cabildo.
“Imagine que conectamos todas las galerías, las piscinas y los aljibes a una gran tubería para una central hidroeléctrica en el mar. Quedaría un terreno árido, la población tendría que marcharse. Por mucho que sea energía renovable, no justifica vaciar la Isla de agua. Tendríamos energía, pero, ¿para quién? Lo mismo sucede con la biomasa”, ejemplifica Alexis Sicilia. Por ello, el presidente de Canarias Residuos Cero exige que para edificar la planta, primero se haga un estudio medioambiental de las Islas y que se cuente con la opinión de la Mesa de Fertilización Orgánica, un órgano que debe reunirse tres veces al año, pero que en 2019 “no se reunió en una sola ocasión”.
Turismo sostenible
El sector hotelero de la provincia de Santa Cruz de Tenerife ya declaró en 2019 su intención de orientarse hacia un modelo sostenible para combatir el flygskam o la vergüenza a volar. Ashotel aprobó el verano pasado el proyecto de una gran planta fotovoltaica para abastecer a los complejos turísticos del sur tinerfeño, y así ganar puntos ante unos visitantes cada vez más exigentes con el respeto al medioambiente. “Antes viajar era una forma de ostentación, ahora genera vergüenza por las emisiones de dióxido de carbono. Un 23% de los turistas del norte de Europa prefieren viajes cortos y rápidos, por ejemplo, en trenes eléctricos”, matiza Sicilia.
Por el contrario, la consejera del Cabildo defiende que las emisiones de dióxido de carbono que se producen al quemar la madera, “como procede de un carbono retirado de la atmósfera”, no altera la concentración de carbono en la misma, y “su uso contribuye a reducir las emisiones siempre que sirvan para sustituir al gasoil”. La central se edificará en una zona de suelo público en Fasnia y ha pedido una cofinanciación al Gobierno de Canarias, con quien se negocia un presupuesto de 3,5 millones de euros, según publicó Diario de Avisos.
Para Isabel García, el proyecto “estaría a la altura de otros centros europeos” y es “de un gran interés” en la lucha contra el cambio climático. “Tan pronto como el Gobierno regional ponga a disposición el crédito, empezaremos las obras”. El Ejecutivo ha señalado a esta redacción que, por el momento, el proyecto depende por completo del Cabildo.