No están muertos, pero tampoco de parranda, como hubiera dicho Peret. Los resultados electorales de Unidos Podemos en Canarias no son para tirar voladores, pero sí lo suficientemente sólidos para mantener la esperanza de que han llegado para quedarse al mantener el mismo número de escaños que hace seis meses, algo que la fuerza morada no puede presentar en numerosas circunscripciones de la Piel de Toro allende las Islas.
Por eso, y aunque su altura propia de jugador de baloncesto le aleja bastante de poder ser comparado físicamente con el galo Astérix, el cabeza de lista de Podemos por Santa Cruz de Tenerife, Alberto Rodríguez, si que comparte con el guerrero galo que hicieron inmortal Gosciny y Uderzo, aquello de resistir de forma irreductible estar rodeados por los locos romanos. Algo que no puede decir ni siquiera el otrora poderoso PSOE tinerfeño, que ha sucumbido ante el PP y solo ha podido mantener el escaño para Tamara Raya, su cabeza de lista (que, por cierto, fue barrida por los conservadores en su municipio natal), y ha tenido que decir adiós al acta de Francisco Hernández Spínola.
“Otros son los que, como en Andalucía y otros sitios, deberán analizar su debacle”, decía Rodríguez mientras insistía en que “el bipartidismo no está en su mejor momento” para impedir que siga ascendiendo el proyecto morado y seguir aplicando “la austeridad”.
Así las cosas, no es de extrañar que Alberto Rodríguez insistiera en todo momento en presentar casi como un triunfo unos resultados “que evidentemente no son los que esperábamos” pero que, con todo, permitían lanzar el mensaje de que “esto no es un entierro ni un duelo”. Frente al auge del PP tinerfeño y la caída del socialismo en la Isla, él había 'resistido al invasor' evitando que el cielo cayera sobre sus cabezas, como temía el jefe Abraracurcix.
Lo cierto es que, adelantándose a la arenga nacional de Pablo Iglesias (con recuerdos a Salvador Allende y con la banda sonora de Quilapayún como fondo), Rodríguez quiso demostrar que en ningún momento se creyeron unas encuestas y sondeos con los que se pretendió movilizar el “voto del miedo”; sobre todo en Canarias, donde Venezuela (la Octava Isla) cala muy hondo en la sociedad archipielágica ultraperiférica y fragmentada.
Un estado de ánimo de moderación que estuvo instalado toda la tarde en la sede electoral tinerfeña de Unidos Podemos, en donde en ningún momento querían vender la piel del oso antes de cazarlo por más que las encuestas andorranas y los sondeos a pie de urna les empujaban a pensar como la lechera del cuento antes de que se le derramara el cántaro de leche.
Quizás, por esa contención, el palo fue menor de lo esperado, aunque las caras circunspectas se hicieron visibles cuando Íñigo Errejón ya vaticinaba al filo de las 21.00 horas que pintaban bastos y que en este envite el PP había envidado y ganado.
Y a veces, quien resiste, gana. Por ello, y como los galos de la aldea de Astérix, todos celebraron con aplausos y cánticos los resultados, que no por ser manifiestamente mejorables, impedían un festín de satisfacción a la luz de la luna, demostrando en la unidad del mantra del Sí se puede que si siguen juntos, algún día, podrán.