La historia se repite, pero ni sirve de consuelo ni podría hacerlo. No si una obra pública triplica su coste previsto al principio, si se retrasa durante años y años y si, por mucho relieve internacional que le haya dado a una isla, la sensación final es de despilfarro, desidia y casi más bien desprecio. Es lo que está ocurriendo desde hace demasiado tiempo con el auditorio de Tenerife Adán Martín, el emblemático edificio bajo el sello del inefable arquitecto Calatrava que, pese a ser un referente de la cultura con su programación anual y de muchos eventos en la Isla, deja una imagen no muy edificante a cualquier residente o turista que se acerca a inmortalizar su paso junto a formas tan célebres (como ocurre con la ópera de Sidney) que, sin embargo, presentan desperfectos nada dignos de los 74 millones de euros que costó (12 para el arquitecto). Más bien al contrario: resultan un insulto.
Y es que esos 74 millones de euros están muy alejados de los 26,7 presupuestados al principio y no merecen las imágenes que acompañan a estas líneas y que cualquiera con un móvil más o menos decente puede hacer si se acerca al famoso auditorio, para muchos más una escultura que una construcción que priorice su razón de ser: referente de la música (siempre ha sido polémica y cuestionada, por ejemplo, su calidad acústica).
Desde hace años, el creciente desprendimiento de partes del trencadís, la célebre cubierta en forma de pequeños y brillantes fragmentos de cerámica blanca de esta obra y otras de Calatrava, así como las numerosas humedades interiores o las reparaciones o sujeciones de elementos de iluminación con simple cinta aislante vista (americana y normal) dan una impresión muy pobre que, encima, se mezcla con la absoluta impotencia que siente el Cabildo de Tenerife porque, de momento, no puede hacer nada debido a que la reparación de estos desperfectos tan impresentables, que se calculó en 2,6 millones de euros en 2017, está judicializada entre el arquitecto y las constructoras de la UTE responsable de los trabajos (Dragados, Acciona y Promotora Punta Larga, esta última, del empresario en prisión por el caso Las Teresitas Antonio Plasencia), ya que Calatrava se desentiende de la dirección y ejecución de la obra.
Así lo reconoce a Canarias Ahora el consejero de Cultura de la Administración tinerfeña, José Carlos Acha, quien lamenta que pasen los años sin que esta situación se resuelva, mientras el deterioro se agrava y la imagen del auditorio y, con ello, de una de las obras y edificios emblemáticos de la Isla sigue perjudicándose. Eso sí, Acha subraya que los informes periódicos que se elaboran sobre la estructura y sobre si el deterioro y las humedades pueden representar algún riesgo dejan claro que eso no se da, al menos de momento, y por esa razón se mantienen las actividades, programación cultural y demás usos del auditorio (donde hay una cafetería muy concurrida por residentes y visitantes) en un espacio ya emblemático por situarse junto al puerto santacrucero, el célebre castillo Negro, el parque marítimo y el Palmetum.
El consejero insiste en que el Cabildo, que en su momento (2016) reclamó por carta al famoso arquitecto valenciano que reparase las zonas deterioradas tras un detallado informe de la empresa especializada Intemac, no puede hacer nada desde el momento en que esta situación se judicializó, toda vez que Calatrava, sus colaboradores y asesores entendieron que no era algo que les correspondiese, sino a las constructoras. Eso sí, no fue la primera vez que le pasó algo similar, pues lo mismo le ocurrió con el Palau de Les Arts de Valencia, que costó cuatro veces más de lo previsto (hasta 478 millones de euros) y que también sufre desperfectos.
Según dicho informe, y debido a los problemas de adherencia, lo ideal sería sustituir todo el trencadís levantado o caído porque, de lo contrario, el agua sigue filtrándose y se produce un efecto dominó que hace que la afección se extienda mucho más. El problema es que este informe es de hace ocho años y no solo no se ha hecho nada, sino que todo se ha agravado.
Tres presidentes de CC
La creación del auditorio se ideó desde 1991 con Adán Martín (CC) de presidente del Cabildo, por lo que lleva su nombre, si bien fue durante la gestión de Ricardo Melchior (CC) cuando el pleno insular tuvo que respaldar los constates sobrecostes de las obras, hasta triplicar los 26,7 millones iniciales. Y fue ya con Carlos Alonso (también de CC), que ahora se ha quedado lejos de entrar en el Parlamento europeo en coalición con el PNV, cuando hubo que enviarle dicha carta a Calatrava pidiéndole responsabilidades por las chapuzas detectadas, que se iban sumando cada vez más, que no han parado y que han llevado al edificio a presentar zonas en su exterior como las que muestran estas imágenes.
Tras varios retrasos, este emblemático edificio se adjudicó en 1997 por 26,7 millones de euros (4.400 millones de pesetas, aunque acabó costando más de 16.000 millones), Calatrava obligó a cambiar el proyecto y reubicar el auditorio en su actual emplazamiento (estaba previsto en la zona del intercambiador), en 1999 se volvió a modificar para que la sala sinfónica pudiera albergar óperas, se incorporó un aparcamiento y, al ser inaugurado el 26 de septiembre de 2003, su coste ya era de unos 74 millones tras numerosas inyecciones de dinero público que, desde hace años, se traducen en estas imágenes.