Colapsos laterales en islas como Tenerife, La Palma y El Hierro, surgidas del mar a fuerza de erupciones

EFE

Santa Cruz de Tenerife —

Las islas surgidas del mar a fuerza de erupciones han sufrido colapsos laterales capaces no solo de derrumbar de golpe la mitad de su volumen emergido (como le pasó a El Hierro hace 80.000 años), sino también de mover varios kilómetros el foco de volcanes del tamaño del Teide o el Strómboli.

El Centro Alemán de Investigación en Geociencias (GFZ) publica este mes en Nature Communications un estudio sobre el efecto que producen en los volcanes los megadeslizamientos laterales, basado en el pasado geológico de las islas de Fogo, en Cabo Verde; El Hierro, Tenerife y La Palma, en Canarias; San Vicente y Martinica, en Las Antillas; La Reunión, en el Índico, y Strómboli, en el Mediterráneo.

La historia de la Tierra está llena de ejemplos de colapsos que hacen desaparecer de golpe laderas enteras de una isla volcánica y que movilizan cantidades de terreno gigantescas: de hecho, en Canarias hay ejemplos de hasta 650 kilómetros cúbicos de material desplazado, el equivalente a llenar con rocas, a rebosar, el embalse de La Serena (Badajoz), el mayor de España, más de 200 veces.

Los más conocidos quizá sean los de Hawai y Canarias, donde se han producido 70 y 20 megadeslizamientos, respectivamente (ninguno en periodo histórico), pero se trata de un fenómeno común a todas las islas volcánicas, que crecen de manera muy vertical y rápida.

Los estudios realizados sobre este tipo de colapsos ya indicaban que pueden llegar a intensificar la actividad volcánica de la isla afectada. Canarias está llena de ejemplos en los que el enorme agujero dejado por el colapso de un volcán ha sido rellenado al cabo de los siglos o milenios por otro cono de igual o mayor tamaño.

Los autores de este trabajo del GFZ, cuyo primer firmante es Francesco Maccaferri, defienden que los megaderrumbes de las islas volcánicas no tienen efectos solo en superficie, sino que también someten a un gran estrés a la corteza terrestre a varios kilómetros de profundidad y determinan el emplazamiento de futuras erupciones.

Este grupo ha analizado en detalle el caso de la isla de Fogo (Cabo Verde), donde se aprecia una cumbre antigua truncada por un derrumbe, el monte Amarelo, que dista unos cuatro kilómetros del pico de Fogo, un espectacular volcán de 2.829 metros de altura que ha entrado en erupción 28 veces desde que los portugueses descubrieron el archipiélago africano (siglo XV), la última en 2014.

Resaltan que ese volcán creció en el espacio dejado por un megadeslizamiento que movió unos 160 km de terreno al derrumbarse súbitamente todo el flanco oriental de la isla. El pico de Fogo, subrayan, ofrece un ejemplo “espectacular de relocalización” del conducto de un volcán provocado por el colapso lateral de una isla.

Este grupo de investigadores del GFZ ha obtenido con el caso de Fogo un modelo que ha puesto a prueba en otros archipiélagos, con este resultado: ese mismo efecto se observa en Canarias, las Antillas o La Reunión. En todos los casos, el eje del volcán cambia de ubicación, al ser empujado en la dirección del deslizamiento.

El Teide, en Tenerife, el tercer volcán más alto de los océanos, con 7.500 metros de altitud desde el lecho marino, se encuentra unos seis kilómetros al norte del anterior foco volcánico de la isla y ocupa el descomunal hueco que dejaron tres megadeslizamientos que derrumbaron hacia su vertiente norte unos 1.000 km de terreno.

La historia se repite en El Hierro, donde los deslizamientos de El Golfo (hasta 180 km) movieron el foco volcánico cinco kilómetros hacia el noroeste; y en también en La Palma, donde el volcán Bejenado se yergue dentro de la Caldera de Taburiente unos cuatro kilómetros al suroeste del que le precedió, la Cumbre Nueva, tras un colapso en esa misma dirección que derrumbó unos 95 km de rocas.

En Martinica, dos colapsos que derribaron en conjunto 15 km de terreno desplazaron 1,4 kilómetros el eje del volcán; en la vecina San Vicente, también en Las Antillas, la actual cumbre de La Soufriè se desplazó dos kilómetros tras un deslizamiento de 9 km; y en La Reunión, el Pitón de la Fournaise se formó cinco kilómetros al este del volcán que le precedió y se hundió en esa misma dirección.

El mismo efecto se observa en Italia en la isla de Strómboli, donde la cumbre actual del volcán está un kilómetro al noroeste de las anteriores, que se vieron afectadas por cuatro colapsos consecutivos que derrumbaron en esa misma dirección 5 km.

Los autores de este trabajo sugieren además que este fenómeno de desplazamiento del punto de erupción por parte de los megadeslizamientos podría retroalimentarse, porque la descompresión que se produce en ese punto de la corteza terrestre al derrumbarse toda una ladera de un volcán favorece un drenaje de los depósitos de magma hacia esa misma zona, hasta que surge un nuevo cono con el volumen necesario para equilibrar el sistema. Y vuelta a empezar.