Edificio Iders
La decadencia del edificio Iders: 31 años de abandono, violencia y basuras en pleno corazón turístico de Tenerife
Los vecinos y vecinas de Puerto de la Cruz que viven en el entorno del edificio Iders, ubicado a pocos metros de la costa de este turístico municipio de Tenerife, no pueden más: llevan 31 años lidiando con una infraestructura en ruinas, un inmueble que se ha convertido en foco de incendios, inseguridad, basura, ratas, cucarachas y escenario de peleas entre ocupas y drogadictos. Por eso, cansados ya de tres décadas de idas y venidas judiciales y burocráticas, han convocado una concentración pacífica delante del edificio este martes 28 de junio, entre las 11.00 horas y las 13.00 horas, como protesta por la inacción sobre la que califican como “la vergüenza del Puerto”.
El municipio sigue siendo un punto de referencia para los turistas que llegan al norte de Tenerife, un enclave que fue pionero en el desarrollo de esta industria en Canarias, famoso por sus vistas al Teide, sus piscinas de agua salada, sus hoteles, sus playas, el Loro Parque. Son miles los visitantes que recibe Puerto de la Cruz cada año y que son testigos de la decadencia de esta mole de 10 plantas.
“Necesitamos que se tomen cartas en el asunto ya, que alguien dé un golpe sobre la mesa y haga algo de una vez. No aguantamos más esta situación”, apuntó a Canarias Ahora Eduardo Luis, presidente de la comunidad de propietarios del edificio Iberia, colindante al Iders, y portavoz de los presidentes de comunidades, empresarios y hoteleros afectados.
El inmueble, ubicado en la céntrica avenida Familia de Betancourt y Molina, a unos 150 metros de las famosas piscinas del Lago Martiánez, fue desalojado en 1991 al estar afectado por aluminosis. Dos años después, una resolución de alcaldía pedía el tapiado de su planta baja, algo que finalmente no ocurrió, por lo que el edificio se convirtió desde entonces en refugio para personas sin hogar y en un auténtico basurero. Así, los años fueron pasando entre resoluciones y peticiones de informes por parte de los propietarios y del Ayuntamiento, pero poco se hizo, por lo que el Iders, compuesto por 84 viviendas y locales comerciales, cayó en estado de ruina.
En 2001, Dirección General de la Vivienda del Gobierno de Canarias dio su conformidad para que, finalmente, pudieran ejecutarse las obras necesarias para que el inmueble se ajustara a la legalidad y fuera habitable, pero ese primer impulso por parte de una administración pública se frenó en 2004, cuando el edificio se declaró en ruina técnica, urbanística y económica. Además, se suspendió el trámite de concesión de licencia.
Los propietarios, sin unanimidad
En 2005, se llegó a celebrar una junta de propietarios en la que se acordó nuevamente rehabilitar el edificio, gracias a una resolución del Ayuntamiento, entonces en manos del nacionalista Marcos Brito, en la que se establecía que o se hacía una rehabilitación completa del inmueble o bien se procedía a demoler el edificio.
El ultimátum consistorial llevó a registrar una licencia urbanística de obras mayores para la ejecución de trabajos en el Iders. Este nuevo impulso por cambiar el rumbo del edificio se vio frustrado en 2007, cuando una sentencia de la Sección número 4 de la Audiencia Provincial de Santa Cruz de Tenerife dictó la nulidad del acuerdo de la comunidad de propietarios al no haberse tomado por unanimidad sino por mayoría.
La falta de acuerdo entre los propietarios derivó en 2012 a otra sentencia, esta vez del Juzgado de primera instancia e instrucción número 3 del Puerto de la Cruz, en la que se acordó la extinción de la comunidad.
Con la llegada de Lope Afonso (Partido Popular) a la alcaldía se retoma la búsqueda de una solución para el cada vez más decadente Iders. En 2015, se propuso añadir el edificio al Plan de Modernización y Mejora, que fue publicado en el Boletín Oficial de Canarias (BOC), aunque poco se pudo hacer: no se consiguió la firma de los propietarios del inmueble.
Tres años después, el Ayuntamiento vuelve a intentar reunir a los propietarios para buscar una solución, esperando conseguirla en el plazo de un año. El primer escalón era hacer que los propietarios firmaran un convenio con el Consorcio de Rehabilitación y definir compromisos en la parcela. Tampoco así se consiguió nada. Tan solo un mes después de aquello, los vecinos de las viviendas colindantes presentaron una denuncia ante la posible caída de las estructuras de apuntalamiento del edificio.
Sin llegar a buen puerto 28 años después, en 2019 se aprobó el Presupuesto Municipal de Puerto de la Cruz en el que se incluía una partida de 100.000 euros para iniciar el expediente de infracción urbanística ante la inexistencia por orden judicial de la comunidad de vecinos, extinta desde 2012.
Justo antes de la pandemia, el Ayuntamiento había solicitado a Salud Pública un informe sobre el estado de salubridad del Iders y los terrenos adyacentes, petición que les permitió acceder para su limpieza y desinfección.
La pandemia dio un nuevo vuelco al edificio: se convirtió en un auténtico refugio de ocupas. “Siempre se han visto allí personas sin techo, pero ahora ha aumentado el número. Viven en unas condiciones cada vez más lamentables”, destacaban los vecinos entonces.
Después de 31 años de abandono, ahora los vecinos de los alrededores del Iders toman cartas en el asunto, organizando una serie de acciones entre ellas la convocatoria de una concentración o la composición de un tema musical: “Ante el silencio, la música, paliando este desacierto, porque el edificio Iders es la vergüenza del Puerto”, entonan indignados. Mientras tanto, el turista que pasea por la céntrica avenida se asombra ante la ruina del emplazamiento a “dos pasos” de uno de los legados más impresionantes del artista canario César Manrique: el Lago Martiánez.
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