Werner Herzog, conocido director de cine y padre del nuevo cine alemán, compartió este jueves en Santa Cruz de Tenerife sus ideas sobre el posible colapso de la vida, tal y como se ha conocido hasta ahora en la Tierra, con el físico teórico y divulgador estadounidense Lawrence Krauss.
Ante un auditorio abarrotado de gente y con un gran cartel a sus espaldas que rezaba “A ciegas ante el abismo”, la moderadora y periodista Pilar García Padilla dio comienzo al debate preguntando a los invitados cómo fue su primera toma de contacto con la naturaleza y cuándo empezaron a preocuparse por las consecuencias de la contaminación.
Herzog creció rodeado de vida y se definió a sí mismo como “un hombre de montaña”. Durante su infancia y adolescencia, vivió con su familia casi aislado de la modernidad, sin electricidad y en continuo contacto con la naturaleza. Contó que fue su madre quien lo enseñó a amarla y empezó a entender el daño tan grande que la humanidad le estaba causando a sus 20 años, cuando vio por primera vez un plástico abandonado en mitad de un barranco.
En cambio, Krauss se crió en el ambiente urbano y sus padres no eran demasiado amantes de ambientes rurales. Fue ya de adulto cuando empezó a viajar por todo Estados Unidos y se enamoró de la madre tierra. “La primera vez que estuve en las Montañas Rocosas sentí casi miedo de su grandeza”, contó.
Para el físico, su preocupación por la naturaleza vino de lo que aprendió en los libros y por lo poco sostenible que concebía la forma de vida humana para el planeta. Se afianzó a su creencia de que “el ser humano es un tumor maligno y es el enemigo número uno de la naturaleza”.
Resaltó el contraste que percibió en cuanto a la sostenibilidad de las ciudades europeas frente al crecimiento desenfrenado que se vivía en Norteamérica en los últimos años del siglo XX.
La religión del consumismo y la amenaza nuclear
“El problema es que somos demasiados”, intervino Herzog, y combinó su argumento con el impacto tan negativo que han tenido los hábitos de consumo de la población mundial en los últimos 20 años.
Para él, el consumismo es casi una religión actualmente y los ciudadanos no son conscientes de la cantidad de desperdicios que generan. En este sentido, cree firmemente que los cambios a escala individual son mucho más efectivos que las medidas políticas que pueden tomar las instituciones, en lo que coincidió con Krauss.
“Los gobiernos no van a tomar iniciativas sociales reales para paliar el cambio climático”, afirmó el neoyorquino. Puso como ejemplo el gran movimiento activista que hubo en su país contra la guerra de Vietnam, que fue a raíz de esto cuando los políticos tomaron medidas. También se mostró muy pesimista respecto a la actitud ante el cambio climático, puesto que la gente no entiende que los daños ya están hechos.
Además, le dio mucha importancia a la divulgación de información respecto a esta problemática para la concienciación real de la ciudadanía. “¿Cuándo llegará el momento Sputnik en el cambio climático?”.
Además, ambos resaltaron la amenaza nuclear, la cual se fue olvidando con la llegada del nuevo siglo, pero que cada vez cobra más fuerza. El científico le quitó peso a países como Estados Unidos y Corea del Norte, que poseen un nutrido arsenal de ese tipo de armamentos, puesto que, igual que Herzog, considera que las negociaciones darán sus frutos tarde o temprano.
Más bien puso el énfasis en posibles conflictos nucleares inducidos entre países como Pakistán e India. Se liberarán tantos residuos radiactivos y tóxicos que las consecuencias se verán en todo el globo. “Hay escenarios para los que ya no podemos estar preparados y ese es uno de ellos”, respondió el alemán.
Efectos más inquietantes del cambio climático
Más allá de los terribles efectos naturales, el cambio climático tendrá un efecto terrible en el ámbito social. Krauss introdujo el concepto de “refugiados climáticos”, apelando a inminentes movimientos migratorios que personas de países emergentes tendrán que hacer para vivir en un ambiente sin contaminación. En su misión de salir de la pobreza, usarán grandes cantidades de combustibles fósiles y de energía contaminante. Por esto no entiende cómo Estados Unidos, con el pánico que tiene a los inmigrantes, se niega a aceptar esta realidad y no se una a iniciativas como el Acuerdo de París.
Herzog resaltó la gran dependencia que hay de la electricidad e internet. Una catástrofe natural que eliminara su suministro “supondría volver a la prehistoria o la extinción inmediata de gran parte de la población del planeta”.
Solo las poblaciones que más en contacto están con la naturaleza, como los innuits o los amish, podrían sobrevivir, puesto que el resto de la memoria colectiva no concibe la vida sin internet. A esto el físico añadió el peligro que supone la interdependencia global sobre la que está construido todo el sistema y la posibilidad de que dichas estructuras se destruyan.