La magistrada juez titular del Juzgado de Violencia sobre la Mujer número 1 de Arona, Sofía Román Llamosí, ha dictado auto de apertura de juicio oral por dos delitos de asesinato y uno de asesinato en grado de tentativa contra el ciudadano alemán Thomas Handrick, acusado de matar a su mujer y a uno de sus hijos, de 10 años, y ocultar sus cuerpos en una cueva, además de intentar matar a su segundo hijo, de siete años. La autoridad judicial impone al acusado una fianza de 910.000 euros para asegurar las responsabilidades civiles en las que pudieran incurrir y le embarga tres viviendas en la ciudad de Halle (Sajonia-Anhalt, Alemania). El acusado continúa actualmente en prisión preventiva incondicional.
La emisión del auto de apertura de juicio oral, contra el cual no cabe más recurso que el referido a su situación personal (es decir, si sigue en prisión preventiva o no), supone que indefectiblemente el acusado se sentará en el banquillo de los acusados de la Audiencia Provincial de Santa Cruz de Tenerife para responder del crimen. La resolución judicial responde así a la petición del Ministerio Fiscal, que como trascendió en el pasado mes de diciembre, solicitó prisión permanente revisable para el acusado.
La juez instructora entiende que de la investigación realizada en estos años se desprende que es procedente el enjuiciamiento de los siguientes hechos: en 2019, Thomas Handrick, entonces con 44 años, mantenía una relación matrimonial con S., fruto de la cual tenían dos hijos menores de edad, de 10 y 7 años, respectivamente. El acusado se encontraba en trámites de divorcio de su esposa y residía durante largas temporadas en Adeje, “lugar al que se trasladaban ocasionalmente para visitarle su mujer y sus dos hijos”, según acuerdos judicialmente aprobados. Así, en ejecución de estos acuerdos, el día 22 de abril de 2019 llegaron a la isla procedentes de Alemania la mujer y los hijos.
Asegura la juez que, con anterioridad a este viaje, el acusado ya había decidido “acabar con la vida de su pareja, que entendía no podía divorciarse del mismo y hacer una vida independiente, y la de sus hijos”.
La cueva
En horas de la mañana del 23 de abril de 2019, en ejecución del plan minuciosamente preconcebido, sigue la magistrada, “el acusado invitó a su esposa y sus dos hijos a realizar una caminata por las inmediaciones del Camino de Ifonche a La Quinta, con la falsa promesa de entregarles unos regalos que había escondido en una cueva que se ubica a unos diez kilómetros del domicilio familiar, cueva de grandes dimensiones, en un lugar solitario y apartado, que a propósito había escogido para asegurar la ejecución de sus actos y evitar la defensa por terceros de su familia”.
Una vez allí, continúa el auto, “aprovechando dichas circunstancias, movido por el ánimo de acabar con la vida de su esposa e hijos, en el exterior de la citada cueva, agredió de forma inopinada y sorpresiva a su esposa, propinándole bastantes y fuertes golpes, utilizando las manos y probablemente una piedra cogida del lugar, sin que a pesar de que la mujer trató desesperadamente de defenderse, pudiera evitar que el acusado la aturdiera, cayendo al suelo, donde le aplastó el cráneo con una piedra, produciendo su muerte”.
No creyó que el pequeño pudiera sobrevivir
“Su hijo mayor, de tan sólo diez años, trató inútilmente de proteger y defender a su madre”, expone la instructora. Detalla que el acusado, “movido por el mismo ánimo de terminar con la vida de dicho menor, comenzó a golpearle brutal y reiteradamente en la cabeza utilizando piedras que se hallaban en la cueva, una vez que el mismo se encontraba también tendido en el suelo, a pesar de sus inútiles intentos de defenderse, ocasionando su fallecimiento como consecuencia de los múltiples traumatismos en el cráneo y la cara, habiendo también dicho menor sufrido de gran manera por los reiterados golpes recibidos”.
Añade la resolución judicial: “El acusado no logró culminar su propósito, como había previamente ideado, de acabar con la vida de su hijo menor, de apenas siete años, quien ante los terribles hechos que presenciaba y siendo consciente pese a su corta edad del extremo riesgo a que se exponía, huyó del lugar, vagando por el monte solo durante horas, llegando a recorrer más de cuatro kilómetros de angosto camino, encontrándose su vida en peligro”. Según la instructora, que la vida del niño estaba en peligro era algo “plenamente conocido por el encausado”; de hecho, subraya, lo había “dejado a su suerte ante la creencia de que fallecería antes de lograr auxilio”.
Tras consumar los crímenes, Handrick, concluye el relato, se marchó a su domicilio, “donde después de desprenderse de las ropas manchadas de sangre, lavarse cambiarse, se acostó, hasta que sobre las 19 horas acudieron al lugar agentes de Policía Local”.