Un joven senegalés ha relatado este martes en la Audiencia Provincial de Santa Cruz de Tenerife que se sintió humillado tras ser insultado por un agente de la Policía Local del municipio tinerfeño de Santa Úrsula, y ha añadido que en esa situación le “dolió el alma”, manifestaciones que el joven ha hecho en un juicio en el que la defensa ha pedido la libre absolución del agente, mientras que la Fiscalía ha solicitado entre 2 y 4 años de cárcel, y otro tanto de inhabilitación para realizar sus funciones de policía.
El joven, M, vendedor ambulante, ha denunciado que un domingo de junio, cuando acudió a un bar de Santa Úrsula y se encontró con el agente este inició un discusión durante la cual le habría tirado la mercancía al suelo y roto su móvil contra la barra del bar.
Según la denuncia, el agente, de forma insistente le exigió que le dijera dónde compraba los objetos que vendía, llegando a insultarlo llamándolo “negro de mierda”, y amenazando con multarlo con 3.000 euros y echarlo del país, según el denunciante.
El agente ha negado las acusaciones y ha dicho que conoce al hombre desde hace 30 años y jamás había surgido un problema entre ellos, aunque en aquella ocasión el enfrentamiento se originó porque el vendedor “persistía demasiado en que le comprara algún objeto, estaba ocupando su espacio y no lo dejaba consumir con tranquilidad”.
Asegura que fue el migrante quien lo llamó “guindilla de mierda” y que solo había bebido una par de copas en las más de cuatro horas que llevaba en el bar, y también ha declarado que era consciente de lo que ocurría en una conversación “normal, sin ningún tipo de agresividad”.
El agente justifica que los camareros llamaran a la Guardia Civil porque les había puesto multas a sus familiares, y no cree que tenga mala fama en el pueblo por su carácter ni tampoco entre sus compañeros policías, además de rechazar que sea racista.
El joven inmigrante dijo que sí fue insultado y que cuando le rompió el móvil, al sospechar el policía que lo estaba grabando, comenzó a llorar diciéndole que no sabía lo que le había costado comprarlo.
Según el joven, el agente insistía en que le dijera quién le suministraba la mercancía, mientras que él aseguraba que la compraba a los comerciantes chinos de forma legal.
Y descarta que la pelea surgiera porque se puso pesado para que adquiriera algo.
Además, declaró que el agente le golpeó en el pecho con un cenicero y le agarró los genitales mientras decía de forma despectiva: “Si mides dos metros, al hacerte esto te quedas en metro y medio”, dado que se tuvo que doblar ante el dolor que sentía.
Ante el alboroto producido, los camareros llamaron a la Guardia Civil, quienes ofrecieron al joven la posibilidad de presentar una denuncia, aunque él en principio no estaba convencido.
El joven tenía miedo al hecho de que el policía local es una autoridad “y yo no soy nadie”, aunque los agentes de la benemérita le informaron de que tenía sus derechos.
Asegura que incluso hoy en día, cuando va por la calle, tiene miedo a que le persigan y que aquel día tuvo que tomar tranquilizantes.
La cocinera del bar admitió que no escuchó todo el altercado pero sí un ruido fuerte que resultó ser el del móvil al golpearse contra la barra, y luego vio que M. estaba llorando y parecía intimidado, mientras que el policía se encontraba alterado y exaltado y decía: “¿Dime quién es?”.
De la víctima dice que es una persona respetuosa y educada que jamás ha provocado incidente alguno.
Una testigo de la defensa asegura que sólo escuchó que el policía le decía: “¡Llévate de aquí esa mierda¡” lo que, según dijo, era comprensible porque con ella el vendedor también había sido muy insistente y en un momento dado podría haber dicho lo mismo.
La guardia civil que se personó en el lugar dice que el procesado presentaba signos de estar bebido, se tambaleaba, era repetitivo en sus argumentos y la boca le olía a alcohol.