El blog de Carlos Sosa, director de Canarias Ahora
Desmontando mentiras de Lucas Bravo antes de la Copa del Rey
La frase es tan ególatra como falsa: “Yo fui la persona que firmó para que viniera la Copa del Rey a Gran Canaria”. Como esta otra: “Yo me volqué, le propuse al presidente del Cabildo llegar a ese acuerdo con la ACB y lo firmamos hace dos años”. La realidad es otra muy distinta. Es cierto que Lucas Bravo de Laguna, consejero de Deportes del Cabildo de Gran Canaria, firmó en 2012 un convenio con la ACB para la celebración en la isla de la fase final de la Copa del Rey de Baloncesto en 2015, pero es completamente falso que él fuera el que “firmó para que viniera”. Lo hicieron otros, en concreto en 2009, y de ellos jamás se ha acordado este político profesional, a la hora de repartir medallas y metopas, generalmente destinadas a su propia sala de trofeos. La bendita hemeroteca da cuenta de esta afirmación que hacemos: una noticia de Canarias Ahora del 22 de julio de 2009, firmada por Martín Alonso, ahora jefe de Deportes de La Provincia, aseguraba que ese torneo se celebraría en el pabellón multiusos que entonces aún no había empezado a construirse, bien en 2014 o, en el caso de retraso de las obras, en 2015, como exactamente ha ocurrido. Un pabellón multiusos, el Gran Canaria Arena, que se proyectó pensando en que fuera una de las sedes del Mundial de Basket 2014, porque ya en aquellas fechas estaba decidido que se celebraría en España. Por lo tanto, ni el campeonato del mundo ni la fase final de la Copa del Rey de Baloncesto pueden ser atributos que se pueda colgar el actual consejero de Deportes, por mucha fotografía que distribuya y mucha pasta que reparta entre los medios de comunicación locales. Los contactos para el Mundobasket y para la Copa del Rey comenzaron en 2008, y en ellos seguramente tuvo mucho que ver el actual presidente de la Autoridad Portuaria, Luis Ibarra, a la sazón consejero de Hacienda del Cabildo, y un discreto aficionado al baloncesto al que jamás han hecho falta vítores ni reconocimientos. Ibarra pasa por ser uno de los políticos menos amantes de la propaganda barata, y a él habrá que reconocerle algún día no solo estas gestiones, sino que salvara al Gran Canaria de Baloncesto, que consiguiera arrancar el Gran Canaria Arena y, ahora en su nuevo cargo, el famoso Acuario del que tanto presume el alcalde de la capital, Juan José Cardona.
Va para director deportivo
Las ínfulas del Niño Bravo ya pasan de castaño oscuro. Ha conseguido que la prensa local y alguna prensa nacional (como ocurrió este martes con El Confidencial) se haya tragado su permanente campaña de promoción personal de su imagen pagada con fondos del Cabildo de Gran Canaria, los mismos fondos que le han convertido en el presidente in péctore del Club Baloncesto Gran Canaria y, en un giro ya inadmisible, en su director deportivo. No es extraño encontrarlo comentando las carencias o las bondades de la plantilla, repartiendo magisterio sobre su compensación, lo que le sobra o lo que le falta, o anunciando las instrucciones que ha dado al cuerpo técnico. Aunque es el presidente de la entidad, y lo es porque el Cabildo –y no él- pone una pasta para el sostenimiento del equipo, ejerce como tal y parece querer ir labrándose su futuro como director deportivo, para lo cual ya ha ido amoldando la plantilla del club a sus caprichos y acomodos, quitándose de encima a los más incómodos, desde el director deportivo Himar Ojeda, hasta el anterior entrenador, Pedro Martínez, ambos despedidos con cajas destempladas y con todo el tufillo de las decisiones caprichosas del Niño Bravo. El primero anda de ojeador en la NBA y tras su paso como director deportivo de Estudiantes, lo que desde luego no dice nada malo de su prestigio; y el segundo, despedido por sus opiniones políticas contrarias al PP en las redes sociales, regresó al que fuera su club durante muchos años, el Manresa, que no va muy bien en la liga ACB, todo hay que decirlo. Los blogs de baloncesto que se han atrevido a analizar la realidad interna del CB Gran Canaria cuentan al mundo cosas espeluznantes de “los caprichos” de Lucas Bravo de Laguna, su intromisión en decisiones que no son de su estricta incumbencia y su desmedido afán propagandísticos.
¿Qué fue del nombre del Arena?
Pero no todos pueden ser reproches al consejero de Deportes del Cabildo de Gran Canaria. Inédito a estas alturas de su vida en lo que a un trabajo convencional se refiere, su única ocupación conocida es la política, en la que lleva desde que abandonó en primero los estudios de Derecho para entrar de concejal en el Ayuntamiento de Santa Brígida. Tras rendir la debida pleitesía al que durante años fue amo y señor del municipio, el empresario hostelero Carmelo Vega, el Niño Bravo logró colocarse en una buena posición para pasar de concejal a alcalde, eso sí, cargando con algunas decisiones muy perjudiciales para el pueblo, como el famoso centro comercial inacabado que costará a las arcas municipales más de 100 millones de euros en indemnizaciones por la sucesión indecente de trapisondas cocidas antes y durante los mandatos de Bravo de Laguna. Su salto al Cabildo, que inicialmente compatibilizó con la alcaldía satauteña, le ha permitido cumplir con su sueño de ser dueño de un equipo deportivo, de codearse con las figuras más señeras del deporte y de comprar con dinero público la voluntad de muchos periodistas deportivos y no tan deportivos para que no paren de hablar cojonudamente bien de su gestión. Por eso decimos que hay cosas que ha hecho bien: por no haber podido terminar su carrera, ha invertido mucho dinero en carreras populares y no tan populares; por emular a sus mitos de los Estados Unidos de América, se hizo con un vídeo-marcador para el Gran Canaria Arena que casi no cabe allí y se trajo a la selección de baloncesto USA a jugar un partido que sus asesores dicen que hizo millonaria a toda Gran Canaria; para no tener que margullar en el mercado laboral, se ha gastado el dinero ajeno en una campaña de promoción de su imagen personal. Pero metido en tantos fastos y en tantas fantasmadas, a Lucas Bravo se le olvidó una cuestión trascendental para presumir de pabellón: registrar a tiempo el nombre de Gran Canaria Arena. Un espabilado que presume de ser amigo del jefe de obra de ese faraónico monumento, como lo fue en su día el estadio que ideó Gonzalo Angulo, registró la nomenclatura en la Oficina de Patentes y Marcas antes de que lo hiciera el Cabildo, lo que obligó a la gente de Lucas a negociar un precio que todavía no ha sido dado a conocer. En principio dijeron que habían convencido al espabilado invitándolo a los fastos y a una Fanta de naranja, pero no es cierto y sería bueno saber cuánto nos costó ese desliz tan poco propagandístico.
Eligio adopta a José Luis Mena
Hasta mucho había tardado Eligio Hernández Gutiérrez en meter cuchara a uno de los casos de corrupción más renombrados del universo patrio canario, el caso Faycán. Ya saben que ha opinado de todos los escándalos que ha considerado oportuno, y siempre en favor de los corruptos o presuntos corruptos que por ellos han transitado. La constante en sus opiniones, libres e intransferibles, ha sido la de descalificar a la Policía, a los fiscales o a los jueces por ir por la vida perturbando la serena vida de esas respetables personas a las que se imputa, se detiene o se señala con el dedo. Quizás sea el jurista que más veces ha empleado en artículos de prensa el término “juez estrella” o “juez vengador” para referirse a los que se han tenido que meter –con mayor o menor fortuna- en ese inmenso berenjenal que es investigar casos de corrupción en Canarias y arriesgarse, entre otros muchos peligros, a caer en las garras revisionistas del que fuera fiscal general del Estado, hasta ahora el único que tiene el honor de haber visto declarado ilegal su nombramiento (porque todo habrá que decirlo, ¿no?). Pues bien, todo este preámbulo es para contarles que Eligio Hernández ha asumido la defensa de ese ser llamado José Luis Mena, el funcionario del Ayuntamiento de Telde más veces imputado, más veces detenido y más veces condenado a prisión por la Justicia española. Y olé. El ex magistrado se ha hecho cargo de firmar el recurso de casación de la sentencia del caso Grupo Europa –pieza separada del caso Faycán- ante la Sala Segunda del Tribunal Supremo en la que se condena a su patrocinado a seis años y diez meses de prisión por cohecho (soborno) y por falsedad de documento público. Vamos, unas fruslerías. Todos los condenados en ese juicio, que presidió el hoy presidente de la Audiencia Nacional, José Ramón Navarro Miranda, han recurrido ante el Supremo, y aunque les pueda parecer increíble, el recurso de Eligio no es el más voluminoso, aun alcanzando la friolera de 84 folios. Le ha ganado por la mano el defensor de José Manuel Antón Marín, que ha llegado a los 143 folios, así, sin despeinarse. Resulta curioso comprobar que también el gerente de la cooperativa Grupo Europa, al que podemos considerar el cabecilla de todo el tinglado, también ha cambiado de abogado. Ahora se ha hecho con los servicios del reputado José Aníbal Álvarez, que defendió al diputado del PP Jorge Rodríguez, apoteósicamente absuelto por el tribunal porque sólo metió la puntita del tráfico de influencias.
Esta vez no arremetió contra el juez
Por fortuna para el presidente del tribunal que condenó a su nuevo cliente, Eligio Hernández no se ha metido con él en su recurso. Lo hizo, como recordarán, con la magistrada que condenó en primera instancia a los políticos y funcionarios del caso Mamotreto, contra la que arremetió llamándola ignorante y negligente. Genio y figura. Detrás vino la Audiencia Provincial de Santa Cruz de Tenerife confirmando punto por punto la sentencia de la magistrada y metiéndole un meneo al ex fiscal general de los que ningún letrado en ejercicio quisiera para él, salvo que ya se estén cobrando pluses por esto y no nos hayamos enterado. Claro que no es lo mismo meterse con una anónima juez de lo penal de provincias, que no anda metida en chanzas políticas, que hacerlo nada menos que con el presidente de la Audiencia Nacional, que miren ustedes por dónde, es íntimo amigo del presidente del Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial, Carlos Lesmes. Pero algo debía hacer contra José Ramón Navarro Miranda para justificar su recurso de casación, así que nuestro hombre se ha quejado de que a su predecesor en la defensa de Mena no le admitiera el magistrado durante el juicio la inmensa mayoría de las pruebas y testigos que proponía, pruebas y testimonios que ahora quiere que se repitan en una nueva vista a celebrar nada menos que en el Supremo, muy poco dado a esas extravagancias. A título de anécdota es conveniente recordar que el Pollo del Pinar pide que comparezca como testigo el inspector de Policía Vargas Tolosa, cuya deposición fue denegada, entre otras cosas, por haber estado sentado en la sala de vistas durante todo el juicio haciendo de supporter de los malos, especialmente de Jorge Rodríguez y su engominado halo.
Dilaciones indebidas, pero menos
84 folios de Eligio Hernández dan para mucho, incluso pasando por alto unos cuantos corta y pega de varios párrafos que aparecen íntegramente repetidos; o la voluminosa jurisprudencia presentada a los rectos magistrados del Supremo, con sentencias de esa misma Sala Segunda que datan de principios de los noventa, con la que debe haber caído de legajos y legajos desde entonces. Considera el flamante defensor de Mena que a su cliente se le hizo caer en el infierno de la indefensión porque no quedó nada claro durante el juicio que él fuera la oronda persona que a bordo de su BMW X5, vehículo muy común entre los funcionarios de ciudades de 100.000 habitantes, esperaba a su compañero Pedro Pablo Santana mientras recogía de manos del apoderado de Grupo Europa un sobre con 30.000 euros de soborno para que se dejara de machangadas y allanara el camino para que esa empresa pudiera hacer las viviendas sociales de Telde como le saliera del rabo. “¿Y el mío, qué?”, dijo Benítez Cambreleng que le espetó Santana, sabedor de que aquella talegada era para su jefe. Pero si el presidente del tribunal no recibe, sí lo hace el fiscal anticorrupción, Luis del Río, por haber cambiado sus conclusiones provisionales para empeorarle el panorama a Mena y por añadir el delito de falsedad en documento público que –asegura Eligio- nunca le fue imputado al pobre Mena. Por cierto, esa sentenciad el Grupo Europa fue recurrida por todos los condenados incluido Benítez Cambreleng, al que se le impuso una pena simbólica por haber colaborado con la justicia, pero que todavía quiere más rebaja. No recurrieron ni Jorge Rodríguez (bastante tiene con el gol que le dejaron meter con la mano), ni el fiscal Luis del Río, seguramente porque vio difícil cambiar la alicatada absolución sin poner en peligro las demás condenas, que son la leche. Muy llamativa la pretensión de Eligio Hernández de reclamar para su patrocinado la aplicación de la atenuante “muy cualificada” de dilaciones indebidas unos cuantos folios después de haberse quejado de que este juicio de Grupo Europa se celebrara antes de la vista del caso Faycán, que el presidente de la Audiencia Provincial de Las Palmas, Emilio Moya, ha decidido posponer a después de las elecciones para no dañarle la campaña electoral a la alcaldesa de Telde, Mari Carmen Castellano. (El Supremo no se anduvo con tantos miramientos imputando este mismo martes de Carnaval a Chaves, Griñán, Zarrías… y otros socialistas por la trama de los ERE de Andalucía).
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