Cuando la tinta descubre el delito: Canarias se convierte en referente en la investigación sobre falsedad documental

Iván Suárez

Las Palmas de Gran Canaria —

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La tinta descubre delitos. Cuando la multitud de compuestos que contiene un bolígrafo se depositan sobre el papel se genera una huella química que puede servir para destapar una falsedad documental. Canarias se ha convertido en pionera en esta línea de investigación gracias a un método combinado que permite datar los documentos a partir del análisis de los disolventes y colorantes de la tinta, así como de sus productos degradados. El Tribunal Supremo ya ha avalado la técnica y la Interpol la ha tomado como referencia.

En esta línea trabajan desde 2017 en colaboración el Instituto Canario de Análisis Criminológico (ICAC), con su director Óscar Díaz al frente, y el departamento de Química de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC), con la doctora Daura Vega como principal investigadora. Su último artículo ha sido publicado en la revista Molecules, en un especial monográfico dedicado al análisis forense en Química, y se centra en la utilización de productos de degradación del cristal violeta, un colorante presente en la práctica totalidad de los bolígrafos, para datar manuscritos.

Óscar Díaz ilustra el proceso con una firma en un documento. Con un punzón de reducidas dimensiones hace tres microperforaciones sobre el papel impregnado con la tinta, procurando siempre no afectar los rasgos más identificativos de la rúbrica. Esos diminutos trozos se introducen en unos viales a los que se le añaden 15 microlitros de metanol, un tipo de alcohol. La mezcla se agita con un sistema de vibración. Y de ahí, el mismo vial pasa a dos máquinas, dos equipos que analizarán diferentes compuestos.

Uno de ellos, el cromatógrafo de gases con detección de masa, identificará los disolventes y su concentración. El otro, el cromatógrafo líquido, los colorantes. Cada uno aporta una información diferente que puede resultar crucial en un proceso judicial.

“Los disolventes son todos los alcoholes que tiene el bolígrafo. Son los que permiten que la tinta se desplace. Los alcoholes se evaporan rápidamente. En un plazo de seis meses, como máximo de dos años, se han ido”, explica Daura Vega. Sólo queda una cantidad residual. Es decir, un documento con una concentración alta de disolvente tendrá menos de dos años. Díaz indica que en estos casos el margen de error en la datación del documento es muy reducido. Se puede fechar con precisión.

El director del ICAC traslada el método a un caso concreto y real, el de un trabajador que denuncia a un empresario por un documento que le perjudica y que aparece fechado hace dos años. El análisis detectó unas concentraciones muy altas de disolventes, por lo que “todo apuntaba que era un documento que no tenía más de treinta días”. Por tanto, el acusado, que acabó reconociendo los hechos, lo había falsificado.

Sin embargo, con los papeles más antiguos, el análisis de los disolventes no es suficiente, solo sirve para descartar que el manuscrito tenga menos de dos años de vida. Y ahí entra en juego el estudio de los colorantes. Los disolventes se evaporan por la temperatura, pero los colorantes se degradan por la luz y las condiciones ambientales.

Vega señala que el colorante más abundante, el más usado en los bolígrafos, es el cristal violeta. Se emplea en el 99,9% de las formulaciones para los de color negro y azul. Además, tiene una particularidad. Las concentraciones son tan abundantes que apenas varía en décadas, su evolución “no es fácilmente perceptible”, por lo que se suele considerar que es constante.  Sin embargo, la doctora en Química explica que el cristal violeta se degrada “en pequeñas fracciones” que proporcionan una valiosa información a la hora de detectar la fecha en que esa tinta se depositó sobre el papel. Cuanto más alta sea la concentración de esos compuestos de degradación, siempre en relación con el original, más antiguo será el documento. Así se aprecia en los cronogramas.

Un trazador “universal” de fechas

En el trabajo recientemente publicado, los autores establecen un periodo de estudio de diez años. En ese tiempo, la concentración original de cristal de violeta prácticamente no varió, pero sí aparecieron sus ‘hijos’, los compuestos de degradación.

Y, entre ellos, destaca uno, denominado NNAPH (N, N’- dimetil-4-aminofenol). “Cuando analizamos la tinta, vemos que este compuesto tiene un cambio entre los 44 y los 60 meses. Y el cambio es que se queda casi en reposo. Ocurre con independencia de la tinta entre los meses 44 y 60. Entonces traza una línea de corte”, explica Díaz. Es decir, en el momento en el que la gráfica cambia y adopta ese comportamiento de “reposo” se puede delimitar con precisión que esa tinta tiene ese periodo de tiempo.

“La importancia de este compuesto”, continúa Vega, “es que es un compuesto de degradación del cristal violeta y el cristal violeta es un colorante general, que se utiliza en todo el mundo”. Por lo tanto, “sirve como trazador universal en la datación de documentos. No necesitamos saber ni qué tinta es, porque está en todas”, añade.

En estudios anteriores, los autores han apuntado que con la metodología combinada de análisis químico de los disolventes y los colorantes de la tinta de bolígrafo permite datar en un rango temporal de ocho años con un margen de error de siete meses. “Estamos hablando de modelos matemáticos publicados, pero los casos judiciales suelen ser más sencillos, para saber si el documento tiene un año o tiene veinte, por ejemplo”, dice.

“Los documentos que tienen 10, 15 o 30 días son fáciles de identificar, se pueden dar fechas exactas. A medida que se alejan en el tiempo, es más complicado, pero tenemos modelos matemáticos con los que podemos determinar un rango aproximado, aunque puede variar porque cada papel ha podido estar en condiciones ambientales diferentes”, apunta Díaz, que precisa que, como perito judicial, ha utilizado este método en unos “400 o 500 casos” desde 2016 y que, de ellos, “el 40% ya tiene sentencia”.

Pruebas “objetivas, científicas”

Vega destaca que el Instituto Canario de Análisis Criminológico es “pionero en todo el mundo” en este tipo de investigaciones que han sido referenciadas por la Interpol. “La documentoscopia se ha basado tradicionalmente en pruebas subjetivas. Ahora está tomando fuerza la introducción de pruebas objetivas para la determinación de la fecha en documentos manuscritos. Puede ser un salto tan grande como la prueba de ADN en la biológica. Ya no estamos hablando de un testimonio, de la pericia de un experto, sino de pruebas objetivas, analíticas, químicas, científicas”, resalta Vega.

Díaz agrega que el método canario se distingue del que se viene practicando en otros lugares con sistemas más rudimentarios. “Con el cromatógrafo de gases (para la identificación de disolventes) estamos trabajando con casi 40 compuestos. Para eso hemos tenido que comprar un patrón de cada compuesto. Los laboratorios de la Península, que hay dos, están trabajando con un solo compuesto, el fenoexietanol, que solo permite datar en los primeros cuatro meses. O, siendo muy generosos, en dos años”, explica.

Envejecimiento artificial

Los investigadores ultiman otro artículo sobre el envejecimiento artificial al que algunas personas someten a los documentos para el engaño. “Intentan forzar los procesos físicos de evaporación y los químicos de degradación”. Por ejemplo, dejando los papeles al sol o metiéndolos en el horno o impregnándolos de otras sustancias. Díaz se ha topado con casos en los que en esos papeles aparecen restos de café o, incluso, de orina. En ocasiones, la falsificación es más burda, como cuando un documento quedó marcado en su parte superior por la presión de pinzas para tender la ropa.

En los supuestos de envejecimiento artificial, la falsedad suele detectarse por la falta de concordancia en los datos. “Normalmente se pasan. Igual vemos concentraciones de disolvente muy altas que no se corresponde con la huella del colorante. Al final, tienes que ver una correlación entre varios efectos. No puede haber una concentración alta de disolvente si el colorante está muy degradado. Es como ver una alteración en una foto, cuando se cambian las proporciones”, señala Vega. “Sólo no lo detectaríamos si se hace muy bien, pero tendrían que parar en el momento exacto”, tercia Díaz.

Acuerdo con el TSJC

La metodología implementada por el ICAC en colaboración con la ULPGC ha interesado al Tribunal Superior de Justicia de Canarias (TSJC), que ha autorizado a sus autores a investigar en el archivo histórico judicial y provincial. “Analizamos todas las tintas de los bolígrafos desde 1936, que es cuando se patentó, hasta hoy para ver cómo se ha ido modificando la composición de la tinta del bolígrafo”, explica Díaz. Con este trabajo pretenden fechar la aparición de determinados compuestos para poder datar los documentos con mayor precisión. “Tiene un valor incalculable”, concluye Vega.