El turismo pospandemia: llenar camas sin revisar el modelo
El mes de septiembre comenzó con los pronósticos por los suelos. La curva de contagios en el Archipiélago no paraba de crecer y Alemania, el segundo cliente más importante para el sector turístico en las Islas, vetó a sus ciudadanos viajar a Canarias. Llegó el pánico. Los hoteles volvieron a chocar contra la realidad de la pandemia, que ya provocó un panorama desértico durante la primera oleada, pero que ahora espoleó sentimientos de ira e impotencia tras el empeoramiento de los datos epidemiológicos. La cadena Lopesan, la mayor de Canarias, cerró cuatro complejos hoteleros. Las patronales avistaron un “cierre masivo de establecimientos” si no se revertían las cifras de positivos. Y la Consejería de Turismo reaccionó lanzando una campaña de concienciación: “El objetivo no es solo salvar vidas, sino también recordar que ocho de cada diez empleos dependen de forma directa, indirecta o inducida del turismo”, señaló la consejera, Yaiza Castilla.
Fuentes internas han explicado a este periódico a qué alude Castilla cuando hace mención de este último dato. “El trabajador directo es el que se encuentra dentro del propio servicio. El indirecto puede ser el proveedor de butano de un hotel. Y el inducido, para poner un ejemplo, es aquel profesional de una guardería que cuida a los hijos de un recepcionista hotelero”, explican. La diputada del Congreso de los Diputados por Coalición Canaria, Ana Oramas, afirmó hace unas semanas que, de no reactivarse el turismo, esta comunidad podría verse abocada a un 60% de paro. Casimiro Curbelo, portavoz de Agrupación Socialista Gomera (ASG), también proclamó que con el turismo lo primero que debe ocurrir es que haya. Y luego ya se hablará de diversificación y calidad.
“Pero este es precisamente el momento para hacer un cambio. Para conjugar el turismo con la ganadería, la agricultura, la sostenibilidad. Lo otro es pan para hoy y hambre para mañana”, sostiene Josefa Martín, economista y catedrática de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC). “A los políticos les gusta lanzar agua al fuego. Ellos juegan con los mensajes y la ciudadanía termina creyendo que si no se hace lo que ellos dicen terminarán en la calle. Negar la dependencia del turismo en Canarias no se puede hacer. Otra cosa es la forma en la que lo expresan”.
Martín cree que en estos momentos el debate no está en “llenar camas”, sino apostar por turistas que respeten el medio ambiente y gasten su dinero en productos de calidad. Según los últimos datos del Instituto Canario de Estadística (ISTAC), el gasto turístico en destino descendió en 2019 por primera vez en la última década. Los turistas se dejaron en las Islas en torno a 15.000 millones de euros, un 6,41% menos que en 2018 (16.124.869.505). “Estamos dejando pasar una oportunidad tremenda”, remacha la economista.
Ahora las perspectivas de futuro cobran relevancia. Canarias pretende recuperar cuanto antes el sector que aporta el 35% del PIB y da trabajo a más de 300.000 personas, según las cifras de la Encuesta de Población Activa del Instituto Nacional de Estadística en 2019. Esa estimación se ha reducido a casi la mitad estos meses, siendo optimistas. Y para Antonio González Viéitez, economista y exprofesor de Economía Mundial en la ULPGC, supone “el fin de una era”.
“Para hablar del turismo tenemos que enumerar tres características que dan contexto a todo esto. En primer lugar, estamos viviendo el fin de una era. La mayoría de los pensadores ya consideran que el crecimiento actual es insostenible. Se ha acabado el turismo de sol y playa. Esa imagen es improrrogable. Y, además, África nos está convocando. Nos está diciendo que va a condicionar la sociedad canaria en los próximos lustros”, arguye Viéitez, quien vuelve a incidir en el colapso de esa España solar que se ha multiplicado en el Archipiélago en los últimos 40 años. “Hay algunos elementos para el futuro entre los cuales no está el turismo que tenemos actualmente. Es irreproducible. No tiene razón de ser. El turismo que debe de seguir a partir de ahora es un turismo de calidad, cuyo volumen de empleo no venga de él, sino de la construcción, del modelo energético… Es la era de la sostenibilidad. Con lo que tenemos ahora nos estamos endeudando. Esta pandemia exige que no vayamos a lo mismo y que haya cambios”.
Otro dato: el crecimiento vegetativo en Canarias está en números negativos por primera vez en lo que llevamos de siglo (-1.553). En 2001 era de 7.334. Mientras, el número de habitantes en las Islas (2.153.389 personas) no ha parado de crecer en los últimos años tras un pequeño impasse por los efectos devastadores de la crisis económica que precipitó la migración de miles de canarios. Esta combinación de cifras, en palabras de Viéitez, ilustra el ritmo de crecimiento y volumen de especulación que hizo girar la rueda económica en el Archipiélago, en cierto modo. Pero que también ha terminado por adueñarse de todos los recursos propios de las Islas y, en algunos casos, asegura el economista, ni tan siquiera ha bastado con lo que había.
El cuándo y el cómo
A Canarias le apura la pandemia. Le apura dar una respuesta lo antes posible para volver a llenar sus playas de turistas y recobrar la confianza de Europa y del mundo. Sin embargo, los errores por improvisación podrían lapidar de nuevo el concepto destino seguro sobre el que tanto han hecho hincapié las administraciones. La cuestión para Matías González, profesor de la ULPGC y economista con un máster en Economía del Turismo, no es tanto el cuándo sino el cómo.
“La tarea principal a la que se tiene que aplicar Canarias es construir confianza con los principales agentes del turismo y del futuro. Para ello tiene que haber un plan efectivo, científicamente asistido y muy bien coordinado. Lo que no podemos hacer es improvisar. Hemos demostrado que podemos construir y llenar muchos hoteles, pero no somos capaces de sostener el turismo en su totalidad. Nuestra industria está pensada para generar gran cantidad de servicios, pero no para gobernar la complejidad”, argumenta González.
González espera que “lo urgente” deje hueco a “lo importante”. Cree que “estamos perdiendo una oportunidad para que el turismo sea renovado y no hacer una reedición que lo que había antes”. Las reticencias de los turistas a viajar por la crisis del coronavirus repercutirán en menos demanda y menos capítulos de masificación. Aún se desconoce cuánto durará esto. Uno, dos o tres años. Por lo que la tarea debe centrarse, según González, en ofrecer un servicio más diverso y disperso en el territorio. “Debe haber una puesta en valor del patrimonio histórico, arqueológico, el turismo rural vinculado al ámbito enológico, al avistamiento estelar… Hay que vincularlo a los demás sectores para que actúe como una fuerza motriz de los mismos, y no del proceso especulativo que no nos ha llevado a ningún lado y ha precipitado un turismo desigual que beneficia a muy pocos y deja en la estacada a muchos”.
¿Y cuenta Canarias con la mano de obra para esta reconversión? En teoría sí. La Universidad de Las Palmas de Gran Canaria es la primera universidad europea en materia de publicaciones de investigación turística relacionadas con el turismo, según el último ránking de Shangai. No obstante, para González falta congeniar el saber de miles de jóvenes con la oferta de servicios. Esto es, pasar del campo académico al laboral. “Construir puentes desde esas potencias a convertirlo en una paleta de opciones diversificada”, insiste. “No tiene sentido ser la primera potencia y luego tener unos niveles de desempleo como los que tenemos”. Las últimas cifras de paro en las Islas sitúan a la hostelería (18,46%) y el comercio (16,44%) como los campos más afectados por el desempleo.
Entre las propuestas está conocer en profundidad las demandas “sutiles” de los turistas, indagar en las tendencias, detectar las alteraciones de los ecosistemas canarios. “Estamos perdiendo las dunas”, recuerda González. Y basar, siempre que sea posible, la toma de decisiones a partir de la investigación científica. “Sin saber cómo ha afectado esta pandemia a Canarias, sin saber qué decisiones tomarán los turistas del futuro, no nos va a permitir prepararnos y adaptar nuestro destino a ese cambio en las preferencias. Y nos podremos ver fuera, con el pie cambiado ante los mercados turísticos globales porque necesitamos invertir en estas facetas”.
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