A FONDO: La Grand Central Terminal de Nueva York
Por la Grand Central Terminal pasan más de 140 millones de personas al año: unos 81 millones son los pasajeros que van y vienen por sus salas camino de los andenes que conectan Manhattan con el enorme conurbano neoyorquino (Metro North Railroad); unos 40 millones lo hacen para ir a comer y/o comprar en las casi 100 tiendas, locales de comida y restaurantes (alguno de de ellos entre los más míticos de la ciudad como veremos más adelante) y unos 21 millones sólo pasan por aquí para pasear y ver la estación. A lo tonto, este magno edificio con algo más de 100 años encima (la central tal y como se puede visitar en la actualidad es fruto de una profunda obra de transformación que tuvo lugar en 1913) se encuentra en el top ten de las atracciones turísticas de Nueva York. Y lo es por méritos propios. Sólo desde el punto de vista artístico y arquitectónico merece la pena: pero la Grand Central es mucho más que eso. Ha sido escenario de cientos de películas y series de televisión; guarda viejos secretos que tienen mucho que ver con la historia de la ciudad y los Estados Unidos y es una buena forma de ver el latido diario de la Gran Manzana.
LO PRIMERO. DONDE ESTÁ Y CÓMO LLEGAMOS.- La Grand Central se encuentra en el número 89 de la E 42nd Street, en pleno Midtown Manhattan. La mejor manera de llegar es a través del Subway (subterráneo) que tiene una de sus más importantes paradas (y más bonitas también) en la propia estación bajo la denominación de Grand Central – 42 Street (líneas 4, 5 y 6 –verde- ; 7 –violeta- y S –gris oscuro- que tiene conexión directa con líneas rojas, naranjas y amarillas en Times Square). Las líneas de autobús con parada en la Grand Central son la M3, M4, M42, Q32, X2, X5, X10, X12, X14, X27, X28, X37, X38, X42, X63, X64, X68, X2737 y X2838. Esta posición de centralidad es ideal para combinar la visita con alguno de los lugares más importantes de esta parte de la ciudad. La Grand Central se sitúa a 150 metros del Edificio Chrysler; a 400 metros de la Biblioteca Pública de Nueva York; a 600 metros de la Catedral de San Patricio; a 800 metros de Times Square y el Rockefeller Centre o a 950 metros del Empire State (ver iconos azules en el mapa). Así que cualquier visita a estos lugares puede combinarse con un paseo por la estación. La estación abre todos los días entre las 5.30 AM y las 2.00 AM y la entrada es gratuita.
UN POQUITO DE HISTORIA.- La vinculación del lugar con el transporte por vía férrea es mucho más antigua que la propia estación. La Grand Central nació del proyecto de unificar en un mismo lugar las diferentes líneas ferroviarias que operaban en el área del Hudson, Harlem y el estado de Nueva York. En 1871 ya existía un complejo de almacenes y tres líneas (Gran Depósito Central -Grand Central Depot-) que, en sólo una docena de años, ya aglutinaba buena parte del movimiento de mercancías y pasajeros del área. Poco a poco se fueron sumando líneas y se soterró la salida hacia Brooklyn a través de una modificación integral de Park Avenue (a través de la construcción de un enorme túnel). En 1885 se hicieron varias reformas en la terminal (se la renombró Central Station) y se añadieron siete líneas más a las 12 existentes: en 1897 se alcanzó un récord de 11 millones de viajeros anuales. La fecha clave para entender la actual estación es 1902. Dos trenes colisionaron y murieron doce personas, lo que obligó a la ciudad a prohibir el tránsito de trenes a vapor por Manhattan: el humo impidió que los maquinistas vieran las señales. Esto provocó una profunda remodelación del edificio y la electrificación del tránsito ferroviario en Manhattan; toda una revolución que supuso diez años de trabajo y la inversión de 35 millones de dólares.
La Grand Central fue testigo del crecimiento de la ciudad y de los avatares históricos del país; también de la edad de oro del ferrocarril y su decadencia que a punto estuvo de provocar su derribo. En 1947 recibió más de 30 millones de viajeros, pero en los 60, el boom del coche y las autopistas la sumieron en una prolongada decadencia. Se salvó de la piqueta por una campaña ciudadana que demandó su conservación como edificio histórico. Porque la Grand Central es mucho más de lo que muestra. Un ejemplo es su ‘cámara secreta’: andenes subterráneos que servían para canalizar discretamente los envíos de armas al puerto durante la Segunda Guerra Mundial (dicen que los alemanes intentaron sabotearlos). Por fortuna, la estación fue declarada monumento histórico en los 70 y restaurada en los 90. Hoy ha recuperado su papel como principal nudo de comunicaciones de New York y sus alrededores.
UNA VISITA A GRAND CENTRAL.- Aunque llegues por el subway, lo primero que tienes que hacer es salir al exterior para ver la imponente fachada del edificio, sobre todo en la cara que da a Park Avenue. En este lugar podremos ver el imponente Reloj Tifanny que adorna una fachada de grandes ventanales y columnas clásicas. Las efigies de los dioses Mercurio Velocidad), Hércules (Fuerza) y Minerva (Ingenio) custodian la esfera de un reloj monumental que ensalza las virtudes del ferrocarril y, como todos los que se encuentran en la terminal, está adelantado un minuto para meter prisa a los viajeros. Una vez dentro, la estación se convierte en un inmenso espacio diáfano cubierto por techos altísimos decorados con una alegoría de la bóveda celeste (sobre fondo azul se representan las principales estrellas y constelaciones del firmamento). La enorme mancha que podrás ver en el techo es un recordatorio de cómo estaba la estación antes de la restauración y limpieza de la década de los 90 (la mayor parte de esa suciedad fue provocada por el humo de tabaco) . Otro de los puntos importantes del Main Concorse (vestíbulo principal) es el ‘Ball Clock’, un reloj esférico de cuatro caras diseñado por Seth Thomas que se encuentra frente a las taquillas y es una de las imágenes recurrentes de la estación en películas y series de televisión.
Un vistazo rápido al Main Concorse y un par de fotos pueden bastar para el que quiera sumar el lugar al listado de lugares que ha visto en Nueva York. Pero como casi todos los edificios de principios del siglo XX, la Grand Central está llena de pequeños detalles y lugares especiales que merecen un paseo más detenido. En una de las taquillas puedes alquilar una audioguía que te va a ayudar a encontrar y entender todos los secretos de la estación (9 dólares) o puedes descargarte la aplicación oficial (4,99 dólares). La otra opción es contratar un tour guiado. Más allá de la Main Concorse, los lugares más importantes y obvias de la estación son el Vanderbilt Hall, antigua sala de espera que hoy se ha convertido en una galería para exposiciones temporales y la zona comercial (Grand Central Market y Lexington Passage). Pero hay lugares con un significado especial y detalles curiosos que te pasamos a comentar a continuación.
La mejor foto desde la Grand Staircase.- La mejor foto del enorme vestíbulo (el Main Concorse) se obtiene desde lo alto de la Grand Staircase, una escalinata monumental que se inspiró en la mismísima Ópera de París y que ofrecen una panorámica completa del enorme espacio.
Bellotas y hojas de roble.- Como te decíamos, si algo define a los edificios modernistas y art decó es la abundancia de símbolos. Y la Grand Central no es una excepción. Y por todos lados verás bellotas y hojas de roble que se repiten en barandillas, adornos en mármol, dinteles, techos y pasarelas. Es un guiño a la familia Vanderbilt, los magnates del ferrocarril que lideraron la construcción de la terminal. Pues las bellotas y las hojas de roble remiten a la historia de esa familia que, desde orígenes muy humildes, construyeron un verdadero imperio basado en el transporte marítimo y ferroviario. Un dicho popular dice: from an acorn a mighty oak shall grow (de una bellota crecerá un poderoso roble).
Susurros españoles.- Uno de los lugares más interesantes de Grand Central tiene firma española. Se trata de la llamada Galería de los Susurros, que fue diseñada por el arquitecto valenciano Rafael Guastavino. Estas Bóvedas de ladrillo y piedra tienen la particularidad de conducir el sonido (como sucede en la Sala de los Secretos de La Alhambra) lo que permite que un susurro pueda oírse con claridad al otro extremo de cada arco. Hay una historia curiosa sobre este lugar (que se encuentra justo a la entrada del afamado Oyster Bar). Al contrabajista Charles Mingus le encantaba tocar aquí y hasta uso el sistema acústico diseñado por Gustavino para proponerle matrimonio a su mujer. Este es un lugar dónde muchos neoyorquinos hacen lo mismo. Guastavino construyó muchísimas obras notables en New York y otras importantes ciudades norteamericanas.
El New York Times y la lucha contra el reciclado de periódicos.- Otra historia curiosa vinculada con la estación es el curioso diseño de sus papeleras que, según se cuenta, fue una aportación de The New York Times para evitar que los periódicos que se tiran a la basura sean reutilizados por los viajeros.
El Restaurante más antiguo y cinematográfico de Grand Central.- Se llama The Oyster Bar & Restaurant (Nivel Inferior; Tel: (+1) 212-490-6650) y abrió en 1913, justo el día que la nueva estación fue reabierta al público. Ya sólo por ver el interior del local (diseñado también por Guastavino con sus particulares azulejos y arcadas) merece la pena acercarse a tomar algo. Este lugar está especializado en mariscos (con las ostras como plato estrella) y no es barato pero si te puedes dar el gusto puedes sentirte como Don Draper, el publicista inescrupuloso de la multi premiada serie Mad Men, que frecuentaba bastante el local. Si no quieres ostras no es mala idea ir a la hora de merendar para probar una de las mejores tartas de queso de la Gran Manzana. Muy cerca de la entrada del Oyster hay un ascensor que sube hasta una cancha de tenis cubierta.
La antigua oficina de John W. Campbell.- Este espacio es una de las joyas arquitectónicas más impresionantes de la estación. Construida en la década de los años 20 (en la época del Jazz y la Ley Seca), la oficina del antiguo directivo de la New York Central Railroad es una extravagancia de estilo medieval europeo dónde se combinan la madera, las vidrieras, la piedra –con una majestuosa chimenea como elemento principal y techos altísimos (casi ocho metros) pintados a mano. Hoy el lugar es un bar (The Campbell Bar) dónde puedes probar riquísimos cocktails.
Buscar las águilas de la Grand Central Depot.- Otro de los elementos decorativos de la fachada más queridos por los neoyorquinos son dos enormes águilas de más de tres metros de envergadura que se encuentran en las confluencias de la 42 y Vanderbilt y la 43 con Lexington. Estas imponentes esculturas son lo único que queda del antiguo Grand Central Depot (había 12). Las esculturas acabaron en los jardines de familias ricas de la ciudad y sólo dos fueron recuperadas recientemente. La primera llegó desde Garrison en el 2001 y la segunda unos años antes (1997) desde Bronxville.
Fotos bajo Licencia CC: Nicolas Vollmer; David Blaikie; Jazz Guy; Warren LeMay; Yuya Sekiguchi; sfreimark
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