Un viaje a los Valles Calchaquíes Ruta I: la Quebrada de Las Conchas y Cafayate
Para nosotros, Salta y Jujuy son las provincias más bonitas y completas de la Argentina. La inmensa mayoría de los viajeros que se acercan al gigante sudamericano centran su interés en Buenos Aires, las cataratas del Iguazú, Mendoza y los paisajes brutales y salvajes de La Patagonia. El país es tan grande que pocos reparan en la esquina superior izquierda del mapa. Y es un lugar único. El NOA argentino (Noroeste) hace frontera con Chile, compartiendo las cimas de la Cordillera de Los Andes y con Bolivia a través de las Yungas (selvas que prosperan a los pies de los últimos pliegues andinos) y la mágica Quebrada de Humahuaca, un corredor entre montes que es de los lugares más intensos y bonitos que vimos jamás (Aquí puedes consultar la guía que hicimos tras un viaje de varias semanas). Esta parte del mundo es prolija en lugares que visitar. Desde el punto natural hay multitud de sitios que, literalmente, quitan el hipo. Pero es que desde el punto de vista cultural también estamos ante un lugar único e irrepetible dónde se mezclan las culturas indígenas y española.
Cafayate ejerce de capital de una sucesión de valles y quebradas vinculados al cauce del río Calchaquí. Por aquí pasa la mítica Ruta 40, uno de los road trips más famosos e intensos del mundo uniendo pueblitos con aroma colonial, extensos campos de vid (este es uno de los mayores productores de uva Torrontés del mundo) y alucinantes espacios naturales marcados por extremos caprichos geológicos. El río, y el lugar, toma nombre de una de las naciones originarias de la zona: los Chalcaquíes. Mujeres y hombres con arrestos que mantuvieron una guerra de más de 100 años con los españoles (las conocidas como Guerras Calchaquíes) antes de ceder a la conquista. Pero es que antes de los españoles también pasaron los incas y otros pueblos en una sucesión de culturas que se remonta a más de 9.000 años y que dejó huellas impresionantes.
La ruta completa por estos parajes mágicos ronda los 500 kilómetros. Los más fáciles son los que coinciden con la Ruta 40 y tienen como límite norte la localidad de La Poma (214 kilómetros). Pero el circuito completo suma un par de rodeos imprescindibles y algunas sugerencias cercanas. Lo ideal es iniciar y culminar la excursión desde Salta. La primera parada, en cualquiera de los dos sentidos, es el pequeño pueblo de Sumalao, un secreto a pocos kilómetros de la capital salteña (otra de las joyas argentinas poco conocidas fuera de las fronteras del país) que presume de una de esas iglesias de tiempos de españoles tan características: formas simples y materiales de construcción humildes. Pero bonita. Y, para colmo, con un buen cuadro de la Escuela Cuzqueña que bien justifica el pequeño rodeo. Poco después de pasar sobre el cauce furioso del Río Rosario, la Ruta 68 entra en El Carril y se encuentra con el cruce con la Ruta 33. Aquí puedes seguir por la 68 en busca de la Quebrada de Las Conchas y hasta Cafayate (152 kilómetros) o tomar la 33 por la Cuesta del Obispo hasta Cachi (119 kilómetros -157 más hasta Cafayate-). Ambas posibilidades son brutales. Eso sí, si quieres hacer base en Cafayate es mejor entrar por Las Conchas.
¿Hacer Base en algún pueblo o moverse? Según nuestra experiencia por las quebradas norteñas argentinas, lo mejor es mover el campamento según vamos sumando kilómetros. Si vas dos días, pues está claro que la opción es hacer noche en Cachi o Cafayate. Pero te vas a encontrar con el problema de tener que ir muy rápido. Estos parajes demandan tiempo. Lo primero es por la propia configuración de las carreteras (sinuosas y con fuertes desniveles) y lo segundo es que hay muchísimo que ver. Lo primero que te apabulla es la belleza natural de las quebradas; a esto hay que añadir pueblos coloniales, antiguas haciendas, arqueología para parar un tren y hasta un puerto para ovnis (en Cachi). Con dos días vas a pasar por los Valles. Con tres puedes tomarte más tiempo para explorar algunos parajes y ver alguno de los museos y monumentos. Con cuatro es suficiente para volver a Salta con la sensación de haber visto buena parte de lo que hay que ver.
POR LA 68 POR LA QUEBRADA DE LAS CONCHAS.- Nada como comenzar el viaje con un verdadero Top. La Ruta 68 va dejando atrás los campos verdes después de dejar atrás Estancia Alemania (dónde hay un mercadillo artesanal, un par de bares y muy buen queso de cabra). Después de atravesar un par de serretas el Río Cochas se enclaustra entre paredes que se adornan con caprichosas formas. Es un lugar que invita a parar cada pocos kilómetros y a caminar. El primer gran hito con los que vas a encontrarte son la Garganta del Diablo y el Anfiteatro. En el primer sitio, el camino se interna entre paredes verticales que casi se tocan en vueltas y revueltas imposibles, mientras que el segundo lugar es un verdadero prodigio natural con una acústica propia de cualquier gran teatro del mundo.
El listado de lugares a visitar es amplísimo. Los Colorados, Los Castillos, El Obelisco, La Yesera, El Sapo, el Mirador de las Tres Cruces –con una de las mejores fotos de todo el recorrido-, Las Ventanas… Pero no todo es producto del paciente cincel de las aguas o el viento a lo largo de los milenios. También hay una multitud de vestigios de los pueblos que habitaron estos parajes a lo largo de los últimos nueve milenios. Por aquí pasó uno de los ramales del Camino del Inca en tierras de la Argentina conectando pueblos y aldeas. La Quebrada desemboca en el valle del Río Calchaquí en una amplia zona de llanadas agrícolas que hoy albergan enormes extensiones de viñedo (muchas de las bodegas de la zona se pueden visitar). Estamos a pocos kilómetros de Cafayate, la ciudad más importante de la comarca y, también, un centro cultural, patrimonial e histórico de primera magnitud. Antes de entrar en la población pásate a ver los médanos, un bonito campo de dunas de color blanco que sirve de colofón al atracón de paisajes insólitos de la jornada.
¿Es interesante parar en Cafayate? Sin duda. Y si vas a pasar alguna noche en la zona que al menos una sea aquí. Esta población rodeada de viñedos es ya ciudad de importancia. El vino y el turismo son sus principales industrias y también presume de una buena oferta cultural. No dejes de pasar por la Catedral, que aunque joven –es de finales del XIX- es bonita de verse. Cafayate es una ciudad con pocos años a cuestas. Se fundó en 1840 como resultado de una promesa. El militar Manuel Fernando de Aramburú, que defendió la pertenencia de estas tierras a España durante las guerras de independencia, cumplió la última voluntad de su madre de crear en sus tierras un santuario en honor de la Virgen del Rosario. Y aquel templo, que se construyó en 1840, fue el germen de una ciudad que hoy da cobijo a más de once mil almas. Pero la huella del hombre es mucho más antigua. En el Museo Arqueológico Rodolfo Bravo (Colón, 191; Tel: (+54) 3868 421 054) se expone un auténtico tesoro de piezas arqueológicas que se encontraron en un radio de 30 kilómetros alrededor de la ciudad. No hay que ir muy lejos para encontrar vestigios de ese pasado. La ruta que sube hasta el Divisadero y las Cascadas del Río Colorado (una de las excursiones imprescindibles) pasa junto a la Cueva del Suri (acceso por Calle 25 de mayo), dónde podrás ver pinturas rupestres de las culturas prehispánicas que habitaron el lugar. En Tolombón, un pequeño pago alrededor de una ermita a pocos kilómetros al sur de Cafayate, podemos visitar los restos de uno de aquellos ‘pucarás’ –ciudades fortaleza- casi inexpugnables de los antiguos. Éste es especial, porque fue la ‘capital’ de la resistencia diaguita a la conquista española durante las célebres Guerras Calchaquíes. Es un lugar especial.
Y del pasado al presente. El Museo de la Vid y del Vino (Gral. Güemes Sur; Tel: (+54) 3868 422 322) hace un recorrido exhaustivo por la historia de la vid en la zona y por el proceso de elaboración del vino local, uno de los más apreciados del país. Es una buena manera de acercarse al tema antes de empezar a recorrer las bodegas de la comarca o iniciar la famosa Ruta del Vino, un camino de algo más de 200 kilómetros que recorre bodegas y viñedos y bucea en los orígenes de la vid salteña: un comienzo que, con sorpresa, descubrimos que se encuentra en las Islas Canarias, desde dónde llegaron las primeras vides de manos de hermanos jesuitas en el siglo XVII –de ahí el gusto por los cosechas tardías golosos-. Las huellas de aquellos primeros años de la vid se encuentran por toda la comarca. Un poco más allá de La Banda de Arriba, barrio agrícola dónde se mezclan los huertos con los talleres artesanos, se encuentra el viejo Molino de Agua de los Jesuitas, justo en el camino que lleva hasta el Cerro San Isidro, dónde abundan las casas de indios muy vejas y también hay cuevas con pinturas rupestres. Pero hablábamos del vino.
Si algo hay en Cafayate y en los alrededores son bodegas. No te vamos a decir que ésta es mejor que la otra, porque no hemos estado en todas; apenas visitamos una porque nuestros intereses son otros (aunque nos gusta muchísimo el buen vino). Pero lo que si nos impresionó es la variedad del paisaje vinícola. En la actualidad, la mayoría de las bodegas tienen grandes extensiones de viñedo y una producción que tiende a lo industrial. Puedes alternar la visita a una gran marca con otra cata en alguna bodega artesanal. Pero una buena opción es conocer el propio paisaje del vino. Los orígenes de la viña en la zona se recluyó en los valles con abundancia en aguas (los jesuitas construyeron la primera en lo que hoy es La Angostura). Un paseo más que recomendable es andarse hasta San Antonio por el Camino de Yacohuya y ver como las vides se aferran a las primeras rampas de los cerros en competencia con la flora local. Una auténtica gozada.
Fotos bajo Licencia CC: Javian Tempi; Rod Waddington; Dvortygirl; Alejandro H; Aaron Epstein; Tanenhaus; Pablo BD
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