Cuba es mucho más que La Habana o sus impresionantes playas. La perla del Caribe esconde muchos secretos más allá de las bulliciosas y coloridas calles de su capital o los resorts de Varadero. Un ejemplo claro de lo que decimos es la Península de Guanahacabibes, una extensa reserva natural que ocupa el extremo occidental de la isla y que es un verdadero paraíso que incluye imponentes bosques tropicales rebosantes de vida, playas vírgenes en las que el manglar se mezcla con los arrecifes de coral y los restos mejor conservados de la cultura de los tahínos, las mujeres y hombres que vivían en la isla cuando llegaron los conquistadores españoles. Entre este verdadero edén (fue declarado Reserva de la Biosfera) y las calles habaneras median 272 kilómetros (apenas tres horas y media en coche). Pero te aseguramos que vas a tardar mucho más.
Esta parte del país es famosa por varias razones. El punto culminante de la ruta (te recomendamos dedicarle al menos tres días) es la costa de Guanahacabibes, pero en medio te vas a encontrar con un buen puñado de sitios en los que hay que hacer una parada. Toda esta parte del país forma la provincia de Pinar del Río. Aquí, por ejemplo, se concentra la producción del mejor tabaco cubano (un 80% del total), todo un símbolo de la cultura local que trasciende su carácter económico. También hay viejas ciudades coloniales y paisajes surreales como el Valle de Viñales. Si tienes que elegir un destino cubano para completar la visita a La Habana y no tienes tiempo de ver nada más no lo dudes. Toma la Ruta A4 y escápate hacia el Oeste.
¿HACER BASE EN PINAR DEL RÍO O EN VIÑALES? Los 163 kilómetros que separan La Habana y Pinar del Río se hacen en poco más de hora y media. Este tramo de la A4 es una cómoda autopista de sentido único que permite ir cómodo. Si quieres puedes hacer dos pequeños desvíos: el Orquidiario de Soroa, uno de los jardines botánicos de orquídeas más grandes del mundo –muy cerca hay un salto de agua precioso que bien merece un chapuzón- y, un par de kilómetros más adelante, la Cueva de Los Portales, una imponente gruta excavada por el agua en el que se han encontrado restos de los tahínos y que sirvió de cuartel general al Che Guevara durante la Crisis de los Misiles de octubre de 1962. Antes de iniciar el viaje hay que decidir si se hace base en la propia Pinar del Río o en Viñales, la gran atracción turística de la provincia. Cada opción tiene pros y contras. Viñales es un lugar precioso, pero los precios son bastante más altos que en la ciudad. Entre ambos puntos apenas hay 28 kilómetros, por lo que si vas con coche de alquiler (la mejor opción para explorar Cuba sin depender de las sorpresas que suele dar el transporte público) no es descabellado ir y venir.
Pinar del Río es una tranquila y pequeña ciudad provinciana con un rico pasado colonial que data de principios del siglo XVIII, tiempos en los que se registraron los primeros nacimientos en la ciudad. Tiene el encanto de los lugares sencillos. En el centro hay una iglesia notable (la Catedral de San Rosendo), un pequeño museo de historia, grandes casonas de pasado aristocrático como el Palacio Guach –hoy sede del Museo Natural- y multitud de manzanas con esa arquitectura española que nos recuerda a las no tan lejanas Islas Canarias. Y fábricas de tabaco como Francisco Donatien (Calle Máximo Gómez), una de las más importantes de la isla. La ciudad se ve en un par de horas. Pero es un buen punto de salida y llegada para ir visitando los lugares destacados de la provincia. También es un buen lugar para volver después de cada jornada y disfrutar de largas sesiones de música cubana y guayabitas (ron con fruta) en sus bares. También su situación es óptima para ir y venir por la región.
Viñales es uno de los lugares más espectaculares que vimos jamás. La campiña cubana se vuelve aquí un verdadero hito paisajístico gracias a los mogotes, enormes peñascos de caliza cubiertos de densa vegetación que emergen del valle casi en vertical formando un paraje de tintes surrealistas (lo llaman Sierra de los Órganos). El pueblito de Viñales es pintoresco, con casitas bajas de estilo colonial, pero lo más imponente de la comarca es ver como los mogotes emergen entre las enormes fincas que reverdecen con los cafetos y plantas de tabaco. Estas moles de piedra están surcadas por ríos subterráneos que horadaron enormes complejos de galerías subterráneas. La más famosa es la Cueva del Indio, con algunos tramos inundados que obligan a hacer uso de pequeñas barcas. Muchas de estas cuevas guardan restos de la cultura tahina y son el escenario de cuentos y leyendas sobre esclavos huidos y amores entre españoles e indios. Si te gustan las cosas curiosas ve a ver el Mural de la Prehistoria, una enorme viñeta pintada sobre la roca de un mogote que cuenta la historia natural del lugar y para darte un chapuzón acércate a las Aguas de San Vicente, de las que dicen maravillas por sus poderes curativos. Desde aquí puedes acercarte a la costa para visitar Puerto Esperanza (a 23 kilómetros de Viñales pueblo), una aldea de pescadores rodeada de manglares en la que, según dicen, se interpreta la mejor música tradicional de la isla. No dejes de ver un atardecer desde alguno de los miradores del Valle de Viñales. Va a ser un espectáculo que no vas a olvidar jamás.
EL FAMOSO TABACO DE LOS ROBAINA EN LA FINCA EL PINAR. Desde Pinar del Rió apenas se tarda media hora en llegar a la Finca El Pinar, una de las haciendas tabaqueras más famosas del mundo. Esta plantación (recibe visitas de 9.00 a 17 horas) es una de las grandes instituciones de la provincia y auténtico epicentro de uno de los símbolos cubanos por antonomasia: el habano. De esta finca, fundada por emigrantes canarios a mediados del siglo XIX, salen entre ocho y diez millones de cigarros puros al año, esto es, casi un 10% de lo que exporta la isla. Casi nada. La visita guiada no tiene desperdicio y te cuentan todo el proceso que culmina en la fabricación de los habanos. Más allá de que fumes o no, es una visita interesante para conocer de primera mano uno de los pilares fundamentales de la cultura y economía de la isla. Aprovecha que andas por aquí y suma una decena de kilómetros más para darte un chapuzón en algunas de las playas de la costa sur de la provincia. Boca de Galafre y Bailén son muy buenas opciones.
EL PARQUE NACIONAL GUANAHACABIBES. La Playa de María la Gorda es uno de los grandes mitos del buceo mundial. En esta zona del litoral occidental cubano se encuentra la mayor concentración de coral negro de todo el Caribe y las playas kilométricas aún son un paraíso virgen en el que el bosque tropical se encuentra con el mar en estrechas franjas de arena blanquísima y aguas tranquilas de color turquesa que son un verdadero paraíso para buceadores expertos y noveles. Pero este parque nacional (Reserva de la Biosfera desde 1987) es mucho más que una sucesión de playas increíbles y puntos de buceo. Es un verdadero punto caliente de la biodiversidad mundial en el que, por ejemplo, se dan cita más de 200 especies de aves y nidifican cuatro de las siete especies de tortugas marinas del mundo. Por eso, el parque es un importante centro de ecoturismo. Varios senderos guiados se internan en las fragosidades del parque que, entre otros atractivos, cuenta con unos 200 yacimientos arqueológicos vinculados a la cultura tahína y multitud de restos de naufragios que se remontan a la época española. Las historias de piratas y tesoros no hacen más que acentuar el encanto del lugar.
LOS PLAYAZOS DE CAYO JUTÍAS. Este paraíso playero se encuentra en la costa norte de la provincia. Jutías es la más grande de las pequeñas islas que forman en Archipiélago de Los Colorados, una sucesión de arenales cubiertos de manglar que culminan en verdaderos playazos. Más allá de la belleza del lugar, lo mejor de Jutías es poder disfrutar de playones impresionantes en soledad. Basta con caminar un poco más allá del final de la carretera que la une a la isla principal (una pista infame llena de baches) para encontrarte con un paraíso para ti solo.
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