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Memorias del desierto: Un viaje por las entrañas de Atacama

Es difícil saber con exactitud dónde empiezan las primeras piedras desoladas del Desierto de Atacama. Bastaría con hacerle caso a las enciclopedias y decir que en los alrededores de Copiapó podría situarse el arranque de ese Norte Grande que se funde con Perú apenas unos kilómetros después de dejar las últimas calles de Arica. Podría. Pero apenas vas dejando atrás las playas de Viña del Mar, a dos pasos de Valparaíso, los colores terrosos van ganando poco a poco terreno hasta convertirse en omnipresentes allá por las inmediaciones de La Serena. La ruta, entonces, empieza a serpentear entre las arenas y la idea que uno tiene de desierto lo acompaña ya sin dejar muchas concesiones por más de 1.500 kilómetros. Pero que el viajero no se lleve a engaño. El desierto no es un espacio vacío. Es más. Está lleno de cosas. Algunas lindas. Otras no tanto. Como cualquier sitio, vaya…

Pero sigamos con la enciclopedia. Por delante 105.000 kilómetros cuadrados de espacio enclaustrado por el Océano Pacífico y las alturas de la Cordillera de Los Andes en un ecosistema marcado por las corrientes frías del mar, la práctica ausencia de lluvias y la altísima insolación. Un hueco en el mapa, vamos. Pero que esconde muchas cosas. El escritor chileno Ariel Dorfman lo plasmó magistralmente en sus ‘Memorias del Desierto’, un viaje personal e íntimo por un territorio lleno de historias desde que los primeros ‘monos listos’ lo pisaron hace ya más de 10.000 años. Desde entonces, cada pueblo que ha pasado por estos parajes ha dejado su huella. A veces minúsculas, como las pinturas rupestres que pueden verse en La Taira junto al cauce del Río Loa , a las afueras de Calama, otras grandiosas, como el Pucará de San Pedro o el Gigante de Atacama, impresionante geoglifo con forma humana de 86 metros de longitud que forma parte de un impresionante catálogo de más de medio millar de enormes figuras dibujadas en los cerros.

Un universo de llamas, figuras antropomorfas y objetos diversos que, según los investigadores marcaban los caminos para las caravanas de llamas que, desde el Altiplano, recorrieron estos parajes durante miles de años. Y ahí están, hablándonos de los hombres y mujeres que habitaron en los valles estrechos, como el formado por el Río Camarones, dónde el agua que baja desde la Cordillera de los Andes permite al verde reinar en ínfimas franjas asediadas por las arenas. Hombres y mujeres que construyeron los canales de riego que, por ejemplo, convirtieron a San Pedro de Atacama en un auténtico vergel ; los mismos que sembraron esta tierra, en apariencia vacía, de fortalezas de piedra (pucarás) dónde se resistió primero a los incas y, después, a los españoles. Piedras que aún resisten el paso del tiempo en Tulor, donde aún pueden verse las casas dónde habitaron los habitantes del ‘desierto’ hace unos 3.000 años.

Vamos avanzando y cada vez queda más claro que el esta enorme mancha de color amarillento que puede verse desde el espacio no está, ni mucho menos vacía. Y que además de los cerros, los barrancos o los lugares fantásticos como los Valles de la Luna y de la Muerte (en San Pedro de Atacama), hay huellas antiquísimas que conviven con las que se dejaron apenas hace unas horas. Porque aquí siempre hubo vida: y así lo atestiguan las momias de los Chinchorros que pueden verse en los museos de ciudades como Iquique o Arica; y los pueblos coloniales que surgieron tras la conquista. Porque nada nace o muere así por las buenas. Todo se transforma. Otra vez San Pedro, nos pone en la pista de un patrimonio de casas de adobe y contundentes iglesias erigidas hace casi cinco siglos con materiales tan modestos como el adobe o la madera de cardón.

Más al norte, ya cerca de la frontera con el Perú, quedan pequeños pueblos como Chapiquina, Murmuntani, Socoroma o Putre, auténticas joyas del altiplano chileno dónde aún puede verse con nitidez el resultado del choque cruento entre las culturas locales y la española. Pueblitos de adobe con iglesias coloniales que nos transportan a la vecina Bolivia o a la mágica y también próxima Quebrada de Humahuaca, en Argentina. Auténticas máquinas del tiempo que resistieron el embate de la modernidad que llegó, a golpe de ferrocarril, durante la época de las salitreras, enormes explotaciones industriales que extrajeron toneladas de nitratos que, desde los puertos cercanos, se exportaron a medio mundo. Y se va completando el tablero. Con el salitre llegó el progreso, la guerra, el proletariado, la lucha de clases y también crecieron las ciudades. Como Iquique y Arica, verdaderas urbes en las que se puede hacer de todo. Desde visitar interesantes museos a irse de compras pasando por tumbarse en la playa o hacer surf. Y así, sólo hay que añadir hitos más recientes como las impresionantes minas a cielo abierto de cobre (cómo las de Calama) para caer en la cuenta que el desierto no está vacío.

VISITAS IMPRESCINDIBLES EN ATACAMA

1.- San Pedro de Atacama.- Es una especie de meca para los viajeros y viajeras que han hecho de la mochila un modo de vida ( Ver guía de Viajar Ahora ). Situada a las faldas de la Cordillera de Los Andes, a pocos kilómetros de la frontera con Bolivia y Argentina, San Pedro aúna su carácter depueblecito colonial con la cercanía a verdaderas maravillas naturales como los valles de la Muerte y de la Luna, el Salar de Atacama o la ruta de altura por las Lagunas Altiplánicas y los Geiseres del Tatio. Importantes yacimientos arqueológicos como el Pucará de Quitor o la Aldea de Tulor, que nos hacen retroceder miles de años atrás. Ya en el centro de la población, las principales atracciones son la Iglesia Colonial de San Pero de Atacama y el impresionante Museo Arqueológico Gustavo Le Paige (Dirección: C/ Gustavo Le Paige, 380; Tel: (+56) 558 510 02 y (+56) 558 510 66; Horario: LV 9.00 – 12.00 y 14.00 – 18.00 SyD 10.00 – 12.00 y 14.00 – 18.00; E-mail: museospa@ucn.cl), uno de los mejores de la región.

3.- La Cañada del Río Loa.- A unos 90 kilómetros de Calama se encuentra el pequeño pueblo de Taira. Son apenas cinco casas en las inmediaciones de la Ruta B-141 (de tierra) que se van acercando al cauce del Río Loa. En este lugar se han descubierto uno de los conjuntos de pinturas rupestres más importantes de Atacama . Los camélidos de Taira son una de las mejores representaciones de arte rupestre atacameño y el más accesible de los más de una docena de paneles que se reparten por toda la longitud de este angosto valle que trae las aguas del deshielo de las nieves andinas. Los expertos aseguran que las pinturas tienen unos 2.500 años de antigüedad. Muy cerca de las pinturas se localizan varias pozas de aguas termales con propiedades medicinales.

4.- Iquique.- La ciudad de Iquique es la capital del Norte Grande. Su historia está íntimamente vinculada a la actividad de las salitreras, que provocaron una edad de oro que tiene huellas visibles en su pequeño y bonito casco histórico. La Plaza Arturo Prat, donde se encuentra la curiosa Torre del Reloj, y la Calle Baquedano son el eje sobre el que se apretuja una urbe encerrada entre el mar y la enorme duna de arena que la separa de la Pampa atacameña. En el Museo Regional (Dirección: C/ Baquedano, 950; Horario: LV 9.00 – 17.30 S 9.30 – 18.00) se exhiben interesante restos a arqueológicos de entre los que destacan momias y artefactos de culturas como la incaica o la chinchorro. Para amantes de la historia naval queda la cuidada réplica de laCorbeta Esmeralda (Dirección: Avda. Arturo Prat sn; Tel: (+56) 572 530 812;Ver Horarios), navío del siglo XIX que participó en laGuerra del Pacífico que enfrentó a Chile con Bolivia y Perú y fue hundida en el Combate de Iquique del 21 de mayo de 1879. En el vecino Museo Naval (Dirección: C/ Esmeralda, 250; Horario: MS 10.00 – 13.00) se muestran reliquias del combate y modelos de los barcos implicados en la guerra. Otro de los atractivos de la ciudad, además de sus playas, es que es una de las mecas del surf de Sudamérica.

5.- Las Salitreras.- A finales del siglo XIX y principios del XX funcionaron al unísono una veintena de salitreras en territorio del Desierto de Atacama. La mejor manera de conocer esta parte de la historia es visitando las plantas de Humberstone y Santa Laura (Dirección: A-16, Km 47 –Pozo Almonte-; Tel: (+56) 572 760 626; Horario: LD 9.00 – 18.00; E-mail: pdiaz@museodelsalitre.cl), a 47 kilómetros de la ciudad de Iquique. Las instalaciones industriales, invadidas por el óxido y las antiguas dependencias de las salitreras, que incluyen escuelas, equipamientos culturales, tiendas y hasta las viviendas de los trabajadores dan la impresión de verdaderos pueblos fantasmas en los que se pueden encontrar pertenencias de los que vivieron aquí hasta mediados del siglo XX.

6.- El Gigante de Atacama.- Este espectacular geoglifo (diseño elaborado en las laderas de las montañas) de 83 metros de longitud está a 92 kilómetros de la ciudad de Iquique (Ruta Nacional 5 hasta Huara y Ruta 15 hasta la base de la montaña) y es el yacimiento más grande del mundo de entre los de su naturaleza. Es sólo el más famoso de los imponentes geoglifos atacameños, que se encuentran diseminados por toda la ‘región pampeana’. Hasta el momento se han localizado más de una veintena de grandes ‘paneles’ dibujados en las montañas. Un patrimonio impresionante del que el Gigante de Atacama (que fue creado en torno al 1.000 de nuestra era) es el más célebre por su espectacularidad.

7.- Cauce del Río Camarones y Playa de Camarones.- A camarones se llega a través de un desvío en la Ruta Nacional 5 (panamericana). La A-345 (pista de tierra) parte desde el borde del abismo y se desploma ladera abajo hasta el cauce del río (23,6 kilómetros) junto al pequeño poblado de Camarones. Allí, el agua obra el milagro de huertos verdes y nos ayuda a comprender lo que veremos en la desembocadura del río (hay que volver por donde hemos venido y bajar por la RN-5 hasta cruce con la A-376). La Caleta de Camarones es una de las zonas arqueológicas más importantes de esta parte del país . En ella se han localizado estructuras del periodo incaico y preincaico, pero la joya de la corona es la impresionanteNecrópolis de Camarones, que alberga una de las mayores concentraciones de momias de la Cultura Chinchorro de la zona y numerosos restos de esta antigua civilización que vivió en las costas de Atacama entre el 7.000 y el 1.500 AC.

8.- La Ciudad de Arica.- Antiguo puerto objeto de disputas territoriales entre Chile y Perú, la ciudad de Arica se desparrama bajo el Morro, peñón que protege las antiguas instalaciones portuarias y que marca el lugar de fundación de la plaza. En torno a la Plaza Vicuña Mackenna se encuentran los principales puntos de interés: la curiosa Catedral de Arica (construida por entero con hierro forjado y transportada desde Europa desmontada en piezas) la Antigua Aduana y el Museo de Sitio Colón, 10 (Dirección: C/ Colón, 10; Tel: (+56) 582 205 041; Horario: MD 10.00 – 18.00) en el que puede verse in situ un enterramiento colectivo de Momias Chinchorro. Otro imprescindible muy cerca de la ciudad es el impresionante Museo Arqueológico de San Miguel de Azapa (Dirección: Camino de Azapa, km 12; Tel: (+56) 582 026 403; Horario: MD 10.00 – 18.00; E-mail: masma@uta.cl), construido sobre una antigua almazara colonial y que hace un recorrido por las principales culturas humanas que han ocupado el lugar con un lugar de honor a los chinchorros. La sala dedicada a la momificación es una de las mejores de Latinoamérica.

9.- El Altiplano Chileno.- La ruta 11 conecta la ciudad de Arica con el ‘altiplano chileno’. Entre la última de las ciudades del ‘Norte Grande’ y Putre median 141 kilómetros y más de 3.000 metros de altitud (imprescindible parar antes para visitar el Pucará de Copaquilla). Desde aquí, y utilizando la A-31, se pueden visitar los pueblos coloniales de Socoroma, Murmuntani, Chapiquina, pachama, Belén y Tignamar. La belleza de estos antiguos pueblos de adobe (articulados en torno a sus impresionantes iglesias coloniales) rivaliza con la de los cerros y quebradas. Se puede volver a Arica desde Tignamar a través de la A-31 y la Ruta Nacional 5 (129 kilómetros). Hay posibilidades para hacer noche en la zona, una opción muy recomendable. La Fundación Altiplano tiene muy buena información sobre los pueblos coloniales de la región.