Los Alpes japoneses son un sistema de cordilleras paralelas que dividen en dos a la isla de Honsu, la principal de las que forman el Archipiélago de Japón. El nombre de estas tres sierras son Hida, Kiso y Akaishi; pero a un ‘evangelizador’ inglés llamado Walter Weston visitó la zona a finales del siglo XIX y popularizó el nombre alpino que hizo fortuna y se convirtió en uno de los reclamos turísticos de Japón. A esta zona de la isla de Honsu la llaman ‘el corazón verde’. Las megaciudades que ocupan las zonas costeras desaparecen a medida que los valles se estrechan y las alturas suben. El respeto de los japoneses por su patrimonio natural cuaja aquí en impenetrables selvas que sólo dan un respiro junto a los cauces de los ríos. Una verdadera delicia para los amantes de la naturaleza en mayúsculas.
El Shinto o ‘camino de los dioses’ es la base de la religión ancestral de los japoneses (igual sucede en China y Corea). Para los sintoístas, las fuerzas de la naturaleza son, en realidad, espíritus que residen en ciertos lugares como montañas, bosques o ríos. Un animismo que considera lo natural como sagrado. En esta parte del país, lo sagrado está en todas partes; en las cimas de los montes y en las espesuras de los bosques. El Japón más auténtico y tradicional vive aquí y por eso hay que reservar al menos tres o cuatro días para visitar esta parte del país. Un respiro tras la locura de Tokio.
Takayama, la puerta de entrada a los Alpes japoneses.- Es la base de operaciones ideal para visitar la región y también una de las ciudades más bonitas de Honsu. Su casco histórico (en torno a las tres calles de Ichinomachi, Ninomachi y Sannomachi) permanece anclado en el periodo Edo y es de los mejor conservados del país. Muchas de las casas tradicionales de esta parte de la ciudad se han convertido en museos y galerías de arte lo que permite verlas por dentro. Los templos, los puentes sobre el Río Miyagawa, las aldeas tradicionales, las mejores destilerías de sake y los campos de arroz completan el listado de razones por las que hay que visitar la ciudad. Pero, como te decíamos antes, Takayama ocupa un lugar de centralidad en la región de los montes Hida, lo que te permitirá dar un par de saltos cortos para visitar los principales puntos de interés de la cordillera.
Las cabañas de Shirakawa-gÅ y Gokayama .- Estas dos pequeñas aldeas de montañas son famosas por sus casas tradicionales de madera y paja. Construcciones rurales con techos altísimos en forma de triangular que aíslan las viviendas de las intensas lluvias y nevadas. Esta pequeña aldea se encuentra en un estrecho valle cubierto de vegetación y es uno de los iconos culturales más tradicionales del país. Este tipo de construcciones han sido declaradas Patrimonio Mundial por la Unesco. En Ainokura, camino de Kanazawa, hay varias de estas cabañas que se han habilitado como alojamiento.
Kanazawa, la Kyoto marítima .- Durante siglos, la ciudad de Kanazawa rivalizó con Kyoto como centro cultural del país. Tiene uno de los castillos más imponentes de Japón y su casco histórico no tiene nada que envidiar a su antigua rival. Fue la residencia del clan Maeda, uno de los más poderosos del periodo feudal y eso se nota en la calidad y cantidad de grandes monumentos. Un ejemplo claro es el Jardín de los seis atributos (Kenroku) que está considerado como uno de los mejores de todo el país. Los antiguos mercados (el más importante es el de Omicho), sus dos barrios tradicionales de geishas (Kazuemachi Chaya y Higashi Chaya) y el Nagamachi (barrio de los samuráis) conforman un casco histórico repleto de museos y galerías que permiten echar un vistazo a las casas por dentro. El templo más famoso de la ciudad es el Myoryuji, famoso por sus pasadizos secretos y sus trampas (se le conoce como el templo de los Ninjas aunque no tenga nada que ver con esta mítica orden de guerreros). Aunque la ciudad es grande, el centro histórico está bastante concentrado, por lo que puede verse sin mucho apuro en una jornada. En esta ciudad se come muy bien.
En ruta hacia Nagamo desde Takayama .- El camino hasta Nagamo se mete de lleno en el Parque Nacional Chubu-Sangaku, el centro de ese ‘corazón verde’. Si vas con coche de alquiler hay varias paradas interesantes: la primera es la Cueva Hida Daimyo , una impresionante red de galerías de caliza cuajadas de estalactitas y estalagmitas. Hay que salirse de ruta para visitar Kamikochi, uno de los lugares más bonitos de la región. El significado del topónimo es ‘dónde los dioses descendieron’ y no es para menos. Es un paraje divino marcado por los suaves remansos del Río Asuza, los bosques (en otoño es uno de los lugares de referencia para disfrutar del mominji –enrojecimiento de las hojas de los árboles-) y lagunas como Myojin, dos pequeños estanques situados junto al Santuario Hotaka en los que se rinde culto al dios Hotakami Mimu, guardián de las montañas Hida y protector de los senderistas, peregrinos y escaladores. Desde aquí se pueden iniciar varias rutas de alta montaña que ascienden a los picos cercanos.
Poco después de pasar el pequeño pueblo de Hirayu (dónde hay una pequeña estación invernal y un sendero que lleva a un bosque de árboles milenarios muy venerados en la zona) se encuentra el cruce de la Norikura Skyline, una carretera de alta montaña que asciende hasta los picos más altos y en los que se pueden hacer varias rutas sencillas pero espectaculares. Una vez abajo, la ruta se dirige hacia la ciudad de Matsumoto, que cuenta con uno de los castillos más bonitos y mejor conservados de todo Japón .
El ascenso al Monte Ontake (Montañlas Kiso) .- El monte Ontake se eleva 3.067 metros sobre el nivel del mar siendo la segunda altura de Japón sólo superada por el icónico Monte Fuji. Como su ´hermano mayor’ es un volcán aún activo que ha registrado erupciones volcánicas recientes (la última en 2014 con resultados trágicos). Tal como sucede con el Fuji, el Ontake es un lugar sagrado y, como tal, uno de los centros de peregrinación más importantes de Honsu. Desde hace más de 1.000 años, los fieles acuden aquí durante los meses de julio y agosto suben hasta ´la montaña donde habitan los dioses’ pasando junto a varios santuarios y templos . El bosque de la primera parte del camino da paso a un paisaje lunar según te acercas al cráter. Aquí se encuentran los principales santuarios dedicados al culto de ‘Ontake-kyo’, una rama del sintoísmo que se mezcló con el chamanismo y que considera al volcán como representación terrena de la divinidad.
La mejor manera de ascender es a través de alguno de los dos teleféricos de la ladera Este y culminar los últimos kilómetros a pie (sólo dos horas de camino hasta la cima). El acceso al cráter está cerrado desde la erupción de 2014. La forma tradicional de subir al Ontake es el Sendero de Otaki que sube la ladera sur del volcán junto al arroyo Nigori, en cuyas cascadas los peregrinos realizaban ritos de purificación previos a la ascensión. Desde aquí, la ruta demora unas seis horas. Una vez en la cima, hay un sendero que recorre los paisajes volcánicos y las lagunas de alta montaña pasando de templo en templo. En las laderas de la montaña hay dos pequeñas estaciones de esquí y una abundante oferta de alojamientos.
La Aldea de Gero; la capital de las aguas termales .- A las faldas del Ontake se encuentra la pequeña aldea de Gero. Es un lugar pintoresco digno de una visita (y también de al menos una noche de estancia) por lo que se puede ver en sus calles y en los alrededores. La tripa ardiente del volcán se manifiesta aquí a través del afloramiento de multitud de fuentes termales que nutren a algunos de los Osen (baños) tradicionales más pintorescos de Japón (también hay fuentes a cielo abierto junto al cauce del Río Hida) – hay un museo dedicado a estos baños -. Otra de las atracciones de la ciudad, más allá del espectacular entorno natural, es su casco histórico con las típicas casas triangulares con techo de paja . Los alrededores de Gero están cubiertos de densos bosques cuajados de viejos santuarios y cascadas mágicas.
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