Un viaje hasta el Lago Baikal. Guía y consejos para visitar la escala más salvaje del mítico Transiberiano
El Baikal es uno de los grandes mitos viajeros de todo el mundo. Este lago prodigioso de 636 kilómetros de largo y 80 de anchura es la segunda reserva de agua dulce del mundo y, también, su cuenca lacustre más profunda, con cotas que superan los 1.600 metros (por ahora). Su nombre significa Lago Rico. Desde el punto de vista natural, el lago es el epicentro de una biodiversidad brutal con más de 1.500 especies. Peces únicos; la famosa foca del Baikal, Osos, aves, lobos, linces… Y también hay hombres y mujeres que han forjado una cultura única fruto del contacto entre el occidente ruso y Asia. Rusia llegó a finales del XVII buscando las rutas comerciales del té y en demanda de las famosas pieles siberianas. Y aquí se encontró con pueblos milenarios. El resultado de esa fusión de culturas se deja ver en ciudades como Irkutsk y Ulán Udé. El Baikal está unido de manera inevitable a otro de los grandes viajes que aún llevan ese nombre con justicia. El Tren Transiberiano. Este ferrocarril legendario es una buena manera de acercarse a este lugar único que aún rezuma esa idea romántica de aventura por todos lados.
LLEGAR AL BAIKAL.- Hay dos maneras. La más sencilla desde Moscú o San Petersburgo es por vía aérea. Las principales aerolíneas que viajan hasta aquí son Aeroflot, Ural Airlines, S7 Airlines y Pobeda. Las ciudades de Irkutsk y Ulán Udé tienen conexiones directas con las dos grandes ciudades europeas del gigante ruso. Desde Ulan Ude tienes vuelos directos a Novosibírsk, Nizhneangarsk (en el extremo norte del lago), Krasnoyarsk y la propia Irkutsk. Por su parte, Irkutsk mantiene conexiones directas con las principales ciudades rusas y algunos destinos internacionales. Hay que tener en cuenta que el acceso directo hasta la isla de Olkhon se hace desde Irkutsk. La otra manera de acercarse hasta los alrededores del Baikal es el mítico Ferrocarril Transiberiano que parte desde la lejana Moscú y que demora tres días y medio en llegar a las inmediaciones del lago. Las dos paradas más importantes del tren de largo recorrido por estas latitudes también son Irkutsk y Ulan Ude (dónde se encuentra la conexión con otro mito ferroviario como el Transmongoliano), pero el trazado recorre la orilla sur del lago en uno de los tramos más espectaculares del famoso tren (con numerosas paradas en pequeñas y medianas ciudades). No es mala idea, si se llega en avión, hacer el trayecto en tren entre las dos ciudades para sentir uno de los mejores momentos de la mística del Transiberiano (ocho horas para 300 kilómetros). Baikal en transporte público.- Hay una completísima red de minibuses públicos que conectan las principales ciudades y pueblos de la zona. Desde la Estación de Autobuses de Irktsk salen gran cantidad de estos buses (aquí puedes consultar las rutas principales y los horarios).
CUÁNDO IR.- Del Baikal se dice que es un lugar al que hay que ir, al menos, dos veces en la vida. Los veranos siberianos son un auténtico espectáculo pese al asedio inmisericorde de los mosquitos y las hordas de turistas rusos y chinos. Las temperaturas máximas durante los meses de verano promedian 14 grados en junio; 16 en julio y 15 en agosto con mínimas entre los 8 y los 11. Los meses de verano son también la época de lluvias con promedios entre 21 y 25 litros por metro cuadrado y mes. La temporada seca es el crudo invierno siberiano, con mínimas que pueden llegar a los -20 grados y máximas de entre -11 y -13 grados (para los meses de enero y febrero). Otra ventaja del verano son los interminables días del norte (casi 17 horas en los meses de junio y principios de julio) frente a las noches casi perpetuas de los inviernos (sólo siete horas y cuarenta minutos de luz solar el día del solsticio). Los paisajes de verano son sublimes, pero en invierno, las aguas de este gigante se congelan y ofrecen un espectáculo que es digno de verse –nosotros sólo fuimos en verano-.
QUÉ VER EN EL BAIKAL.- La inmensa mayoría de los viajeros y viajeras que se acercan hasta esta parte remota del mundo limitan su visita al extremo sur del lago justo en el recorrido entre las dos grandes ciudades. Sin duda alguna, y más allá de ese halo de mito viajero que desprende Ulán Udé, Irkutsk es la mejor opción para hacer base. Primero porque es una ciudad con cierto halo de monumentalidad que se deja ver y, segundo, porque es el acceso más directo para ver las mejores atracciones viajeras que ofrece este extremo meridional del espejo de agua. Desde aquí, por ejemplo, parten las marshrutkas (minibuses) que llevan hasta la isla de Olkhon, una de las cosas que hay que ver sí o sí en Baikal. A la ciudad se la conoce como la París de Siberia. Y aunque el apelativo exagera, no es demasiado rimbombante si tenemos en cuenta dónde estamos. Sus edificios religiosos principales son una pasada (la Iglesia Spasskaya, la Catedral de la Epifania, el Convento Znamensky y la Iglesia de Kazán son los tres que tienes que ir a ver) pero lo que da fama a este trozo de la Rusia europea en el corazón de Asia es su impresionante patrimonio de grandes palacetes de madera.
El Decembrismo fue un movimiento político de parte de la élite rusa que a principios del siglo XIX se alzó en una verdadera revolución liberal contra la autocracia zarista. Muchos de sus integrantes eran demasiado poderosos para ser ejecutados y fueron deportados hasta este lugar. Y aquí fundaron su peculiar San Petersburgo de madera. El Museo Decembrista o Casa del Príncipe Volkonsky (Volkonskogo, 10) ocupa una de estas casonas y muestra el día a día de aquellos deportados que trajeron hasta aquí la cultura refinada del extremo occidental del país. La Calle Karl Marx ejerce de arteria principal de la ciudad y aquí se acumulan grandes edificios de los siglos XVIII y XIX, tiendas, museos e infraestructuras culturales como el Teatro Dramático (Karl Marx, 14), que no tiene nada que envidiar a los de cualquier capital europea. En torno a esta vía salen algunas de las llamadas calles de madera, dónde se acumulan las casas decembristas. Si no has venido en tren no dejes pasar la oportunidad de acercarte a la Estación de Irkutsk para sentir un poquito de la mística del Transiberiano.
Tres excursiones desde Irkutsk.- Una de las excursiones clásicas baja por el cauce del Río Angará hasta Listvianka, la población que se encuentra justo en la desembocadura (se puede ir en bus público o ferry). Aquí vas a tener el primer contacto con el Baikal en lugares como Playa Kamenny o Kamen' Cherskogo, un promontorio rocoso a 700 metros de altitud desde dónde puedes ver el estuario del Angará –tranquilo que se puede subir en telesilla-. Aquí en Listvianka se encuentra el Museo Baikal (Akademicheskaya Ulitsa, 1) con sus acuarios centrados en la fauna local y si tienes suerte puedes ver las primeras nerpas del viaje, las famosas focas del lago. A medio camino de Irkutsk tienes que hacer una parada en Tal'tsy (Baykal'skiy Trakt, km 47), una colección de grandes edificios de madera construidos entre los siglos XVII y XIX que fueron trasladados aquí para evitar su inundación. Actualmente se han convertido en un centro etnográfico dónde se difunde la cultura e historia local. Otra excursión a poca distancia de la ciudad es el Ferrocarril Circumbaikal que une Puerto Baikal, en la desembocadura del Angará con la pequeña ciudad de Sliudianka.
La excursión en Baikal por antonomasia es la Isla de Olkhon, uno de esos lugares que no dejan a nadie indiferente. El acceso en transporte público se hace a través de las famosas marshrutkas rusas, esos minibuses medio destartalados que avanzan a toda velocidad conducidos por verdaderos kamikazes (el viaje dura unas cuatro horas y cuesta unos 7 euros). Olkhon u Ojlón es uno de los centros espirituales más importantes de la Siberia. Hasta el punto que se la incluye entre los nueve lugares más sagrados de toda Asia. La isla es un enorme trozo de estepa rodeado de agua por todas partes. A primera vista, sus campos sólo ofrecen una curiosa dicotomía de parajes cubiertos de pastos durísimos que se interrumpen abruptamente para dar paso a bosques densísimos. Khuzhir ejerce de capital. No es una ciudad al uso. Es más bien una aldea de casas de madera y calles de tierra que se desparrama a ambos lados de la carretera que recorre la isla de extremo a extremo.
Ahí se encuentra Šamanská skála (literalmente la Roca de los Chamanes), un pequeño promontorio picudo sobre la costa que apenas se eleva unas decenas de metros sobre el nivel del agua. Este es el epicentro de la espiritualidad del pueblo Buriatio, etnia local que en sus creencias mezcla elementos del budismo y de las religiones animistas. Los tótems adornados con telas de colores alegres adornan los alrededores de esta piedra sagrada a la que hay que acercarse con respeto. En Khuzhir también hay un pequeño museo (Pervomayskaya Ulitsa, 2) dedicado a la historia y costumbres del lugar –con una más que interesante colección arqueológica y etnográfica). Si vienes hasta aquí deberás pasar, al menos, una noche en la isla. Otro lugar de interés es el Cabo Khoboy, que marca el extremo norte de Olkhon. En la ‘ciudad’ puedes contratar excursiones que te llevarán a los lugares más importantes de la isla.
Ulán Udé sí; Ulán Udé no.- Si tienes tiempo merece la pena. La orilla este del Baikal ejerce de verdadera frontera cultural dentro de Rusia. Aquí podrás ver ya en toda su potencia la cultura asiática que nada tiene que ver con ese aire europeo de su vecina del oeste. Aquí los rusos se mezclan con los buriatas en una sabrosa sopa étnica en la que conviven sin problemas iglesias ortodoxas y templos budistas (qué lindo es el mestizaje). La ciudad tiene muchísimo que ver. Y esa variedad es la que la convierte en un lugar muy atractivo para los que gustan del viaje cultural y de conocimiento. Aquí podrás visitar, por ejemplo, la Catedral Odiguitrievski (Lenin, 2), que data del siglo XVIII y es uno de los mayores templos ortodoxos de Siberia, y el Monasterio Ivolginsky Datsan, un enorme complejo de edificios religiosos budistas que se encuentra a 23 kilómetros del centro de la ciudad.
Otros imperdibles de Ulán Udé son el Museo Etnográfico (Acceso R-43B), donde se hace un buen repaso a la cultura material y las costumbres de los pueblos de la región, el Museo de Historia (Lenin, 26) –instalado en una preciosa casona que perteneció a una familia de ricos comerciantes de té- y la Plaza Soviética, con una monumental cabeza de Lenin como especial reclamo. Al contrario de lo que sucede en Irkutsk, aquí las casas y grandes edificios de piedra al estilo europeo son minoría en el centro histórico. Aquí mandan las casas de madera de estilo siberiano y eso le da a la ciudad un toque muy siberiano que sólo se rompe con la monumentalidad de la Calle Lenin (no dejes de recorrerla de cabo a rabo) y la anodina ciudad moderna plagada de esos bloques soviéticos tan característicos.
Fotos bajo Licencia CC: Max Dawncat; Ryan Albrey; Seba Della y Sole Bossio; Teo Romera; Sergey Pesterev; Юрий Байданов; Guyal; Stanley Wood; Aleksandr Zykov; Antoine 49
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