Femés son veinte casas. Literal. Pero este lugar chiquito tiene un peso simbólico importante en la geografía, la historia y la cultura de Lanzarote. Decir pueblo es decir mucho. Es una aldea de casitas dispersas por un estrecho valle chato que se van juntando según nos acercamos a la Ermita de San Marcial de Rubicón (Plaza de San Marcial). Aquí encontramos uno de los motivos de esa importancia que parece contradecir el tamaño del lugar. El templo actual es una bonita muestra de arquitectura rural del siglo XVIII, pero sus raíces se hunden algunas centurias más atrás y está emparentada, nada más y nada menos, que con una catedral. A este lugar se le llama Atalaya de Femés (nombre del volcancillo pardo que está junto a la ermita). Desde estas alturas, magníficas para la geografía lanzaroteña, se domina toda la costa sur (lo que justifica su importancia geográfica), la vecina Isla de Lobos y el litoral norte de Fuerteventura. Y ahí, en las playas, fue donde se construyó, a principios del siglo XV, un sencillo edificio que ejerció como primera catedral católica del Archipiélago. Un ataque de piratas berberiscos la destruyó y obligó a los lanzaroteños a construir la nueva iglesia en un lugar desde dónde es posible ver posibles peligros con bastante antelación. Y nos falta lo cultural…
Llegarse hasta Femés es también descubrir uno de los escenarios literarios contemporáneos más importantes de Canarias. Aquí suceden los hechos que forman parte de Mararía, una de las novelas clave de la narrativa canaria del pasado siglo. Una historia trágica de amores y de encierros escrita en otros tiempos. Pero también es ver otra muestra de ingenio insular: de cómo las mujeres y hombres de la isla convirtieron las tierras yermas y secas en huertos gracias a los picones volcánicos. Un lugar en el que se combinan la blancura de las casas tradicionales; el negro del picón y el verde de los huertos. Una maravilla a medio camino entre los campos de lavas fecundos de las vecinas Uga y La Geria y las tierras duras del sur.
El sur de Lanzarote es famoso por sus playas. La más importante es la de Papagayo (cobran una tasa de tres euros por coche), una de las más espectaculares y codiciada de toda Canarias. Pero la verdad es que el pequeño trozo de costa que va desde la Punta del Papagayo hasta los primeros hoteles de Playa Blanca (Parque Natural Los Ajaches) es una sucesión de verdaderos playazos de todos los tamaños. Aquí caben pequeñas calas minúsculas (Caletón del Cobre y Caleta de San Marcial), cuevas marinas (Cueva del Agua), enormes arenales (Playa Mujeres y El Pozo) y auténticas obras de arte de la naturaleza como la propia Playa de Papagayo, de las más hermosas que vimos jamás. En El Pozo te vas a encontrar con los restos de aquella primera ‘ciudad’ europea en Canarias de la que te hablábamos antes; precisamente pozos construidos por los normandos para abastecer de agua a esa San Marcial del Rubicón hoy desaparecida.
Una potencia turística y algo más.- Playa Blanca es una de las urbanizaciones turísticas más importantes de Canarias con todo lo que eso supone (hoteles, restaurantes, tiendas, puertos deportivos, ocio nocturno…). Como no podía ser menos, la zona urbanizada tiene algunas buenas playas (Playa Dorada, la pequeña Playa Blanca y Playa Flamingo). Pero también otros lugares de interés. El más interesante es la Torre del Águila o de Las Coloradas (Paseo Marítimo, sn), un pequeño castillo artillero del siglo XVIII que servía para defender las playas de posibles desembarcos indeseables. También hay algunos antiguos hornos de cal y en torno a la Playa Blanca, algunas casas que dan fe de que la zona fue pueblito de pescadores antes que centro vacacional. De la costa oriental de Playa Blanca hay que destacar las piscinas naturales de Los Charcones (Acceso por Faro Pechiguera), una zona de pequeños charcos de marea que son el contrapunto ‘salvaje’ a las grandes playas de arena de la zona. No dejes de pasar por el Faro Pechiguera para ver la costa desde otro ángulo.
La costa salvaje: salinas, bufaderos, volcanes, charcos verdes y aldeas de pescadores.- La zona de El Janubio marca la frontera sur de los extensos campos de lava expulsados desde las Montañas del Fuego (Parque Nacional de Timanfaya). Aquí, una pequeña laguna deja entrar el agua de mar creando uno de los paisajes culturales y etnográficos más interesantes de la isla. Las Salinas del Janubio (Los Hervideros, sn; Tel: (+34) 928 804 398) son las más grandes de Canarias y también una de las más antiguas. Es uno de los lugares que hay que ir a ver sí o sí por su interés paisajístico y antropológico. Dentro del complejo ofrecen visitas guiadas y tienes la oportunidad de comprar un souvenir diferente. Merece mucho la pena hacer la visita y aprender sobre el oficio de la sal, su historia y el curioso ecosistema que se forma en torno a este tipo de industrias tradicionales.
La carretera LZ-703 se pega a la costa oriental de la isla y sube hacia el norte rompiendo, literalmente, las coladas de lava de Timanfaya. Este tramo de litoral es uno de los lugares más intensos de la isla y concentra algunos de los hitos turísticos lanzaroteños. El primero es el lugar conocido como Los Hervideros. Aquí los antiguos túneles volcánicos se han desplomado creando un complejo paisaje de grietas y agujeros en los que el mar bate con fuerza creando grandes columnas de aguas y espumas. El otro ‘must’ de la zona es la Playa de los Clicos, el lugar dónde se encuentra ese charco verde que protagoniza una buena porción de las postales típicas. Y la ruta, por esta parte, culmina en la aldea de El Golfo, uno de los pocos lugares en los que se puede ver cómo eran los pueblecitos de pescadores antes de que el turismo irrumpiera en la economía local transformándolo prácticamente todo.
Yaiza: un pueblo bonito.- Yaiza ejerce de capital del sur. El casco urbano del pueblo responde a la típica configuración dispersa en la que las casitas de estilo tradicional rodeadas de huertos se van concentrando según nos acercamos al centro del pueblo, la Plaza de los Remedios. Aquí nos vamos a encontrar con los dos edificios más importantes de la población. A un lado la Iglesia de Los Remedios, una típica construcción religiosa rural en la que se alternan el uso de la cal, la madera (con un bonito artesonado mudéjar en su interior) y la teja. Y al otro lado de la plaza está la Casa de la Cultura Benito Pérez Armas (Vista de Yaiza, 54), uno de los mejores ejemplos de las viejas casonas rurales lanzaroteñas. Las coladas de Timanfaya se quedaron a pocos kilómetros del pueblo y por ello aquí se conservan muchas casas anteriores a la erupción (siglo XVIII). El pueblo también es famoso por sus plazas y cuidados jardines.
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