Uno de los puntos fuertes de Las Tablas de Daimiel es la posibilidad de mezclarse con la fauna salvaje. En la llamada Isla del Pan, un observatorio estratégicamente situado y camuflado, puedes estar muy cerca de las aves que convierten a este humedal en uno de los puntos de biodiversidad más importantes de Europa. Desde aquí es fácil convertirse en un avezado fotógrafo de Naturaleza. Los bichos van y vienen despreocupados y se ponen a tiro de los objetivos dejando verdaderos fotones. El agua es el elemento protagonista que explica esta explosión de vida que incluye más de 250 especies de aves (entre las que viven aquí todo el año y las que pasan en sus viajes de migración anuales), nutrias, jabalíes, zorros, muchos peces, galápagos, anfibios, lagartos… El agua. Agua que no siempre llega como debiera por culpa de la presión de la actividad agrícola. Un agua que explica, también, la presencia del ser humano con huellas de altísimo valor histórico tan únicas como las motillas, pozos fortificados con muchos miles de años a cuestas. Daimiel no se entiende sin el agua. Y el agua es el principal atractivo para acercarse hasta aquí.
El milagro es el resultado de la conjunción de dos fenómenos: el más importante es la existencia de un enorme complejo kárstico subterráneo que actúa como una verdadera esponja que acumula el agua de lluvia y la va expulsando en lugares estratégicos como los Ojos del Guadiana, el lugar en el que el río vuelve a emerger a cielo abierto después de muchos kilómetros de camino bajo tierra. El Guadiana aparece de la nada a través de pequeños charcos que se van desbordando hasta volver a convertirse en un cauce continuo; a duras penas por la sobreexplotación de los regadíos. El otro aporte lo hace el Gigüela, afluente que se une con el gran río (el cuarto en longitud de la Península Ibérica) en una zona en la que se forman grandes lagunas, islas, cañizales…
El Parque Nacional de las Tablas de Daimiel ocupa todo este paraíso. El Molino de Molemocho (Carretera de Las Tablas, 8) es un ejemplo magnífico de la estrecha relación de las gentes y el agua. Este edificio del siglo XVI que servía para moler granos gracias a la fuerza del agua nos da la bienvenida al entorno de Las Tablas y pone de manifiesto que, pese a la gran importancia ecológica del lugar, este es un espacio altamente antropizado desde hace muchos siglos. Diques, canales, viejos molinos, presas… En el Centro de Interpretación del parque (Carretera de Las tablas, sn) podemos empezar a comprender el espacio en todas sus dimensiones: la natural y la cultural. Desde aquí tenemos varias opciones: hacer alguno de los senderos autoguiados (o dos, o los tres) internándonos en el humedal –Isla del Pan; la Laguna Permanente y Torre de Prado Ancho-.
Si te tienes que decantar por uno, sin duda alguna el que da la vuelta a la Isla del Pan (es circular y tiene una longitud de dos kilómetros). Este sendero recorre los lugares más significativos del parque y también permite el acceso a la laguna de aclimatación, un recinto artificial que sirve de verdadero vivero de aves y en la que puedes ver algunas de las especies icónicas del parque casi al lado tuyo. Nosotros creemos que la combinación de los itinerarios de la Isla del Pan y la Torre de Prado Ancho (cinco kilómetros en total) es la mejor opción para conocer el parque. Otra posibilidad es contratar alguna de las excursiones guiadas. Hay una que incluye el circuito de la Isla del Pan y un recorrido en vehículo por zonas no accesibles del humedal. Este pasero guiado incluye la orilla norte de Las Tablas y las nuevas zonas incorporadas en 2014.
Un pozo con 24 siglos de existencia.- Otra vez el agua. La Motilla del Azuer (Acceso desde N-430) es la más representativa de una serie de grandes estructuras de piedra que son exclusivas de esta parte de la Península Ibérica. Estas motillas se construyeron durante la Edad del Bronce con la doble función de acceder y proteger el agua. Estos pozos fortificados eran el centro sobre los que se articulaba la vida del lugar ya que servían, también, como almacenes de excedentes agrícolas, corrales para el ganado y defensas. Alrededor de estas motillas se concentraban las viviendas y otras dependencias de los poblados; muchas de las poblaciones de esta parte de La Mancha tuvieron su origen en estos pozos. Para visitar esta impresionante estructura de piedra hay que reservar lugar a través de los servicios del Museo Comarcal de Daimiel (Luis Ruiz Valdepeñas, 8; Tel: (+34) 926 853 479) algo que merece mucho la pena. El pozo, que alcanza una profundidad de 18 metros, está rodeado por un triple sistema de murallas y torres que se eleva ocho metros sobre el nivel del suelo. Todo el conjunto está dividido en multitud de espacios mediante muros, escaleras, estancias sin salida y pasadizos que complican cualquier asalto desde el exterior. Es uno de los yacimientos arqueológicos más fascinantes de España. Si tienes la oportunidad, y el tiempo, no dejes de visitar el Museo de Daimiel y darte una vuelta por el centro del pueblo. Te va a sorprender su plaza de España y el entorno de la Parroquia de Santa María. En Daimiel también se encuentra el Centro de Interpretación del Agua y los Humedales Manchegos (Parque del Carmen, sn).
Calatrava la Vieja.- Para llegar hasta Calatrava la Vieja hay que dar un pequeño rodeo. La carretera CR-211 se toma desde la N-430 a la altura de Carrión de Calatrava. Es la única manera de llegar sin hacer uso de las pista de tierra que comunican los campos de la zona. Qué decir de Calatrava la Vieja… Poco a poco va saliendo del olvido y recuperando su lugar en la historia. Llegó a ser una de las ciudades más importantes de las llanuras manchegas siendo la población de referencia en el tramo de camino que iba desde Toledo hasta Córdoba (tenía unas murallas de casi dos kilómetros de perímetro y hasta 44 torres). Casi nada. Pero poco después de la conquista cristiana de la zona, la ciudad fue abandonada. Hoy es uno de los yacimientos arqueológicos islámicos más importantes de España. Y poquito a poco se van recuperando espacios y se van abriendo nuevas zonas para que uno pueda imaginarse lo que debió ser este lugar en los buenos tiempos. Muy cerquita de aquí hay una poza de aguas termales muy apreciada por los locales (los Baños del Hervidero).
Fotos bajo Licencia CC: Ángel M. Felicísimo; Elvira Nimmee; Santiago López-Pastor; Miguel Angel Masegosa; Carlos Cuerda; Parsifal Poirot