Las rutas tradicionales obvian el extremo sur de la comunidad cántabra y concentran todos sus atenciones en la costa de la comunidad y las incursiones a los valles de Liébana y Deva en busca de las alturas de los Picos de Europa. Pocos saben que en estas tierras, por ejemplo, nace el Río Ebro (amamantado por el Híjar y el Guares antes pasar a ser el ‘padre’ de la Península), que da sus primeros pasos en una comarca de gran belleza paisajística e importancia natural en la que las aguas forman hoces increíbles, cañones espectaculares y saltos imponentes. Las rutas tradicionales se quedan en la estrecha franja de costa que permite llegar hasta Santillana del Mar con sus casas de piedra y sus bisontes milenarios (qué se encuentra Altamira). Cabárceno o la zona norte de las reservas de Saja-Bezaya (dónde podemos ver los bosques de la Campa de Ucieda o rincones mágicos como el sendero que conduce a las Cascadas de Lamiña. Hay mucho que ver en esta tierra pequeña en tamaño pero grande en lugares asombrosos.
El otro lugar que queda bastante a trasmano de la costa y los senderos que llevan hasta Picos es el lugar dónde Cantabria se conecta con los páramos de la Meseta. Aguilar de Campoo, en Palencia, y sus alrededores siempre nos pareció otro mundo. La primera vez que visitamos las tierras cántabras fue hace muchísimo tiempo. Veníamos por carretera desde Burgos y el tramo de España que va desde la capital castellana a los primeros prados verdes cantábricos nos pareció algo así como un país irreal. Un universo fascinante lleno de ecos de viejas gestas y apellidos con renombre. Tierras del Cid, por ejemplo. Campos de una sencillez abrumadora cuajada de viejos castillos e iglesias románicas bellísimas. Llegarse hasta aquí aunque sea en una excursión de una jornada (apenas se tarda una hora desde Santander por la A-67) merece la pena. Y aún sin salir de los límites de Cantabria para ver dos lugares con mucho encanto: Cervatos y los bosques de Hijedo.
Una sesión de porno medieval.- Cervatos son apenas cuatro casas a la vera de la antigua carretera N-611 (la salida desde la A-67 está unos kilómetros más arriba). El lugar tiene su encanto, la verdad. La localidad se encuentra en un vallecillo alto que ya empieza a picar hacia abajo olvidándose del páramo castellano y el entorno cuenta con grandes valores naturales como el Hayedo del Monte Matanzas, que sobrevive en un mar de prados verdes. Casitas de piedra, campos separados por muros, ovejas, vacas… Estamos ante un paisaje que adelanta lo que nos vamos a encontrar en las tierras bajas. Pero lo importante de Cervatos es su iglesia. Su Colegiata de San Pedro (San Pedro, 17), uno de los templos románicos más singulares de España. El templo es de inicios del siglo XII aunque en su interior puedes ver algunas arcadas ojivales (góticas) añadidas en el XV. Estamos ante una de esas construcciones románicas que tanto abundan por estos lares. Lo que sorprende de este edificio es la temática lasciva de buena parte de sus esculturas.
La temática sexual explícita no es algo extraño en el Románico. Se ve en capiteles aislados, canecillos y coros. Lo que es inusual es la concentración de estos motivos que se da en Cervatos y en otras iglesias de la zona del Campoo (Sur de Cantabria y norte de Palencia y Burgos). Según dicen, la proliferación de este tipo de iconografía subida de tono en lugares como éste se debe a la pervivencia de costumbre pre cristianas en lugares que, durante siglos, estuvieron a tomar por viento de los centros urbanos importantes y, por ende, de la autoridad política y religiosa. Parar en Cervatos es toda una experiencia. No vamos a explicar con pelos y señales todo lo que se puede ver en sus muros. Pero podríamos hablar de un particular kamasutra medieval europeo. La iglesia también es linda por dentro. Para solicitar la visita hay que llamar a los teléfonos (+34) 942 750 224, (+34) 646 591 848 o (+34) 942 840 317. Para amantes del románico.- Aprovecha que estás por aquí para ver la sencilla pero bonita Santa María de Hoyos. Un poco más arriba, al lado de la carretera CA-284 hay varios monumentos megalíticos.
Subir hasta los bosques de Hijedo.- Para llegar hasta aquí hay que tomar la salida 122 de la A-67 y seguir por las carreteras comarcales CA-272 y CA-740. El camino es precioso y como aperitivo puedes hacer alguna arada para ver los pequeños pueblos que se encuentran junto a las orillas de un Ebro que, aquí, apenas es un arrollo crecidito. En el Monte Hijedo puedes encontrar uno de los mejores ejemplos de bosque atlántico de la Península ibérica. Aquí reina el roble, pero también se encuentran tejos de gran tamaño y varios siglos de edad (este lugar está considerado como el tercer robledal más importante de toda Iberia). Este lugar era conocido como una selva impenetrable durante la Edad Media y buena parte de la Edad Moderna.
Llegar hasta aquí era todo un reto; no sólo había que atravesar las frondas, sin que también había que tener cuidado con los osos y los lobos. El oso desapareció en el siglo XIX, pero la presencia del lobo aún se deja sentir. La mejor manera de adentrarse en este paraje mágico es acercarse hasta la Cabaña de Hijedo y hacer el sendero circular que se adentra en una de las mejores manchas de bosque del lugar. El Centro de Interpretación de Hijedo (Bo. Riopanero, 15) se localiza en la llamada Casa Fuerte de Los Capellanes, una antigua casona-torreón de origen medieval que pone de manifiesto el carácter de frontera que tuvieron estas tierras hasta la consolidación del dominio cristianos sobre la Meseta. Aquí no sólo podrás comprender las complejidades naturales del lugar (es una región dónde se mezcla lo atlántico y lo mediterráneo) sino también la relación de las gentes con este ecosistema único a lo largo de los siglos.
Fotos bajo Licencia CC: Anselmo; Roberto Latxaga; Raúl Hidalgo; Santiago López-Pastor