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Notas para un viaje al Rosellón: Perpiñán y la frontera de los Países Catalanes

Justo en el centro de la ciudad de Perpiñán se yergue el majestuoso Palacio de los Reyes de Mallorca (Rue des Arches). Es un soberbio palacio-fortaleza que se erigió a mediados del siglo XIII cuando toda esta zona al norte de los Pirineos formaba parte de los territorios del Reino de Mallorca, una entidad que estaba integrada en régimen de vasallaje en las tierras del Reino de Aragón. El palacio es de estilo gótico civil y fue testigo de todas las idas y venidas de un territorio que sufrió las consecuencias de ser tierra en disputa perpetua durante siglos. El viejo palacio medieval (de los mejores y mejor conservados de esta zona del sur de Francia) se rodeó de capillas y jardines. Eran tiempos de paz. Aragón mandaba y la frontera se mantenía estable y relativamente alejada de Perpiñán, una de las grandes capitales del reino junto a la mismísima Zaragoza, Barcelona, Valencia o Palma. Los siglos posteriores no fueron tan tranquilos. Y las inmediaciones del palacio son testigo del esfuerzo inversor en murallas, baluartes, torres artilleras y fosos que se construyeron durante los reinados de Carlos I, Felipe II y sus descendientes. Este lugar es un libro abierto de arquitectura militar desde el siglo XIII hasta prácticamente antes de ayer. También es el mejor de los lugares para acercarse a la historia de una región que fue parte de España hasta el siglo XVII (pasó a manos francesas en 1659).

Perpiñán es la gran ciudad de esta parte del país y aunque se queda lejos del potencial patrimonial de vecinas como Carcasona (con uno de los castillos medievales más importantes de Europa -115 kilómetros-) o la espectacular Narbona (y su casco histórico con la Catedral de  Saint-Just et Saint-Pasteur como emblema -65 kilómetros-). Pero aún así la antigua capital del Rosellón Español tiene un par de lugares para ver: El Castillet (Plaza de Verdun) una fortaleza renacentista (siglo XIV) que formaba parte de las murallas y nos recuerda a las construcciones toscanas –y que hoy alberga una exposición sobre etnografía y costumbres catalanas en la región-; la Catedral de San Juan Bautista (Rue de l'Horloge, 1) que es un bonito templo gótico repleta de bellas obras de arte y un claustro muy interesante; la Capella del Terç (Plaza de la Révolution Française), un antiguo convento convertido en sala de arte, o el Hotel Pams (Emile Zona, 18), una verdadera maravilla modernista que también emparenta a la ciudad con sus vecinas catalanas.

El casco histórico se articula en torno a la Plaza de La República y el Canal de la Basse, que sirven de desahogo en un casco medieval de calles estrechas a las que la luz del sol apenas llega al suelo en forma de rendijas. Un casco donde se pueden ver viejas iglesias medievales (Saint-Matthieu -Rue Grande la Monnaie, 12-; Notre Dame de la Real -Rue de l'Église la Réal, 7-; Saint Jacques –Carrer de La Miranda-), viejos palacios, casonas y colores pastel que adelantan lo que se van a encontrar los que avancen hacia la mítica Provenza. Es una ciudad poco valorada, la verdad. Y sólo está a dos horas en coche de Barcelona. Un casco que tiene algunos buenos museos, centros de arte, murales, buenos restaurantes… El otro polo de atención de la ciudad es el entorno moderno y vanguardista del Teatro de l'Archipel (Av. Lecrerc) ya en las orillas del río La Tet el torrente que baja desde los Pirineos que sirvió de frontera durante siglos. Para amantes de la arqueología están los restos de la ciudad romana de Ruscino, situados a poca distancia del centro (la verdad es que hay bastante poco que ver, apenas los restos del foro, muros del anterior oppidum íbero y nada más).

Hacia la frontera de los Países Catalanes.- Hacia el norte de Perpiñán se encuentra uno de esos castillos medievales que bien merecen una visita. El Castillo de Salses (Le Portichol) se encuentra situado en un punto estratégico crucial para el Roselllón: justo en el lugar por el que un gran ejército podía internarse en el país entre las montañas de La Serra y las orillas del Etang de Leucate (uno de los lagos salobres que jalonan la costa mediterránea francesa desde la frontera con España hasta Marsella). Este castillo de finales del siglo XV constituía, de facto, la frontera norte de los reinos hispánicos y de ahí la calidad de su diseño y construcción. Fue el primer castillo de Europa diseñado ex profeso para usar y defenderse de la artillería. Esta fortaleza se complementaba con una red de castillos y atalayas que se situaban en puntos estratégicos de La Serre.

El pueblo que hay junto al castillo merece un paseo y a pocos kilómetros al norte siguiendo la autovía A-9 hay un monumento que simboliza La Puerta de los Países Catalanes que es obra del escultor Emili Armengol i Abril. Un espacio para la memoria.- Al sur de la fortaleza de Salses se encuentran los restos del Camp de Rivesaltes, un lugar íntimamente relacionado con la Guerra Civil española. En este campo de concentración se internó por la fuerza (y en condiciones infrahumanas) a miles de refugiados españoles tras la caída de la República. Hoy es un espacio para la memoria que no sólo recuerda a los exiliados españoles: aquí también fueron internados prisioneros durante la ocupación alemana y en las guerras de descolonización.

La ruta hacia las abadías pirenaicas.- Desde Perpiñán se puede uno acercar a las alturas modestas de los Pirineos orientales. La carretera N-116 sigue el cauce ascendente del Tet en busca el enclave de Livia (una isla española en territorio francés) y la frontera con el vecino del sur. Este camino va conectando varios pueblos y aldeas en las que uno puede ver viejos castillos (como el Castillo de d'Évol o la impresionante Ciudadela de Mont Louis) y bonitas iglesias románicas (muy linda de ver la de Sant Valentí de Rodès). Pero, en nuestra opinión, las verdaderas joyas de la corona (en esta parte del Rosellón) son dos abadías románicas que se encuentran entre los bosques de las montañas pirenaicas: El Monasterio de San Miguel de Cuixá (Route de Taurinya), una maravilla de los primeros tiempos del románico aunque con algunos edificios anteriores y la Abadía de San Martín del Canigó (Chemin de San Martin –Castell del Vernet-) que es uno de los monumentos medievales más bonitos de Europa; por su preciosa arquitectura románica y el espectacular entorno natural. También hay que aprovechar la excursión para ver Les Orgues d'Illa (Chemin de Regleille), unas curiosas formaciones rocosas que reciben el apelativo de ‘Capadocia en miniatura’.

Fotos bajo Licencia CC: Josep Bracons; Pernmith; Jorge Franganillo; Jean-Pierre Dalbéra; Damien RAMOS