Encaramada a una colina en la orilla norte del río Arade, Silves ha jugado un papel fundamental en la historia del Algarve portugués. Ocupada desde tiempos paleolíticos, la colina ha visto pasar mil pueblos desde romanos a suevos, desde árabes a vikingos hasta quedar integrada en la corona portuguesa tras un breve periodo de dominación castellana. La Silves de hoy es una pequeña ciudad de poco más de 10.000 habitantes que mira con orgullo un pasado glorioso en el que se erigió como capital de la Sura de Al-Garb. El país de Occidente; así podría traducirse del árabe la palabra que derivó en el nombre actual del sur portugués que, en aquellos tiempos, fue una de las provincias del Califato de Córdoba.
Antes fue ocupada por los romanos, que llegaron a esta parte del Sur de la actual Portugal atraídos por la riqueza minera de la zona, y después de esto, antes de la invasión musulmana de la Península Ibérica, estuvo en manos de los visogodos y, durante un breve periodo de tiempo, por los bizantino (siglo VI). Durante la ocupación musulmana de la Península quedó sujeta a los avatares de los sucesivos estados musulmanes que se establecieron en Al-Andalus. Dentro de la órbita cordobesa fue la capital del Algarve; tras la desintegración del Califato (siglo XI) fue Taifa independiente y, posteriormente, parte de la taifa de Sevilla. Fue parte de los imperios Almorávide y Almohade hasta su conquista definitiva por parte de los portugueses en 1247. Pero vivió su época de máximo esplendor durante la dominación musulmana, cuando llegó a tener una población superior a los 30.000 habitantes (hay un centro de interpretación que explora la herencia islámica de la ciudad).
El casco histórico es un reflejo de ese urbanismo islámico en apariencia caótica que aquí se mezcla con esa arquitectura popular portuguesa que tan bien alterna la piedra, la cal, la teja y la madera. Un buen puñado de edificios notables y el entorno son la excusa más que suficiente para dar un paseo por el corazón del Algarve. Pero si por algo es famosa la ciudad es por su Castelo Castelo (Tel: (+351) 282 445 624; Horario: LD 9.00 – 19.30). Una fortaleza imponente de color rojo que hunde sus raíces más profundas en tiempos de romanos. Pero el edificio que hoy podemos ver data de época califal con profundas transformaciones realizadas por los almohades y, posteriormente, los cristianos (se acometieron importantes obras en los siglos XIV y XV).
El Castelo es un polígono irregular de algo más de una hectárea de superficie con once torres. En el interior de la fortaleza se ha excavado una pequeña medina y dos cisternas de tiempos musulmanes. La más grande es un aljibe abovedado que se cree podía abastecer de agua a toda la población durante un año entero; más pequeña, pero más interesante, es la Cisterna do Caes, que tiene más de 70 metros de profundidad y se cree fue un pozo de extracción de cobre de época romana. Posteriormente se añadieron unos jardines de inspiración andalusí y una estatua de bronce de Sancho I, primer rey portugués que logró tomar la ciudad a finales del siglo XII. Desde las murallas del Castelo se disfruta de maravillosas vistas sobre la ciudad y los alrededores.
La fortaleza es desproporcionada si uno la compara con el tamaño de la población. La Puerta de Loulé o Porta da Cidade (Rua da Porta de Loulé) es una vieja torre del siglo XII y, también, uno de los escasos restos de la muralla que aún quedan en pie. Hasta hace poco fue la sede del ayuntamiento de la ciudad y hoy forma parte del más que interesante Museo Arqueológico (Rua da Porta de Loulé, 14; Tel: (+351) 282 444 832). Pero más allá de su historia reciente y su uso actual, es testigo de la importancia que la ciudad tuvo en tiempos pasados. Antes y después de su conquista por parte de los portugueses. La Se Velha (catedral) fue hasta el traslado del obispado a Faro el templo más importante del Sur luso. Se edificó sobre los cimientos de la vieja mezquita y el resultado fue un bello templo de estilo gótico al que se añadió una portada barroca tras el terremoto de 1755 (aunque se respetó la portada apuntada medieval). El edificio tiene planta de cruz latina y tres naves con arcadas góticas y espectaculares bóvedas ojivales. Imprescindibles el ábside con tres capillas construido con preciosa cantería roja y la capilla de Joao de Rego, que cuenta con las tumbas del obispo Don Rodrigo Joao Gramazo y de Gastón de la Ylha, ambas de estilo gótico. Otro punto a destacar son los azulejos y la bóveda del transepto. Desde el principio, la Se fue sede de la diócesis algarvia, privilegio que perdió en 1577 a favor de Faro.
Un paseo por las calles de Silves ofrece otras muchas sorpresas. Uno de los símbolos de la grandeza de la antigua capital del Algarve es el llamado Ponte Velha, un paso sobre el río Arade y sobre el que no hay acuerdo en cuanto a su origen. Muchos dicen que su primera fábrica data del periodo romano, mientras que la mayoría coincide en que se trata de un puente medieval construido tras la toma de la ciudad por las tropas cristianas. Hoy está en malas condiciones y requiere de una urgente restauración. Ya en el casco de la ciudad podemos acercarnos al Pelourinho (Rua do Pelourinho), una columna del siglo XV en la que se ajusticiaba a los condenados y que fue el símbolo del poder real sobre la ciudad. Otros edificios destacados son laIglesia de la Misericordia (frente a la catedral) y la Ermita de Los Mártires, un edificio del siglo XIII que sufrió una reestructuración integral tras el terremoto de 1755. Destacan su fachada barroca y la capilla manuelina del siglo XVI. Pese a la contundencia de la portada rococó, en su interior dominan los arcos apuntados típicos del gótico y en su exterior aún se conservan gárgolas de este estilo arquitectónico. Aún así, las líneas barrocas dominan casi por entero el exterior del edificio.
La Cruz de Portugal es uno de los mejores ejemplos de escultura manuelina del sur del país. La cruz de este crucero está protegida por un pequeño templete y presenta dos caras independientes donde se representan al crucificado y al descendido en el regazo de la Virgen María. Destaca la calidad del trabajo del escultor y la profusión de elementos decorativos, una constante en la escultura manuelina. Desde 1910 está considerada como monumento histórico nacional. Pero más allá de su importancia artística es un buen mirador desde el que ver la ciudad.
Alrededores de Silves
ALCANTARILHA : El pequeño pueblo de Alcantarilha se encuentra a escasos 15 kilómetros de Silves y merece una visita. El principal atractivo turístico de esta población es la conocida como capela dos Ossos, una pequeña ermita adosada a la Iglesia Matriz de Alcantarilha que tiene la particularidad de tener sus paredes y techo cubierta con más de 1.500 calaveras humanas. La Iglesia Matriz es un sencillo templo de estilo manuelino de tres naves separadas por columnas. La capilla mayor está abovedada y cuenta con un interesante retablo barroco. En Alcantarilla también destaca el Castelo medieval y la iglesia barroca de La Misericordia.
SAO BARTOLOMÉ DE MESSINES : Uno de los principales atractivos de Sao Bartolomé de Messines es su iglesia matriz del siglo XVI. Como otras construcciones religiosas de la zona fue construida en estilo manuelino, aunque tras el terremoto de 1755 sufrió importantes modificaciones que le dieron su aspecto actual barroco. Sirva como ejemplo su disposición interior, con tres naves separadas por impresionantes columnas salomónicas. En la misma población también destaca el monumento a Joao de Deus, una estatua monumental que rinde homenaje a uno de los mejores poetas del siglo XIX en Portugal. A las afueras de la ciudad, en el lugar conocido como Monte Boi hay un interesante conjunto megalítico con tumbas formadas por menhires neolíticos.
SIERRA DE MONCHIQUE : Situada al norte de Silves, la Sierra de Monchique es uno de los espacios naturales más interesantes del Algarbe, aunque la plantación masiva de eucaliptos ha acabado con gran parte de los ecosistemas originales. Visitas obligadas son, en primer lugar, el Balneario de Caldas de Monchique, una pequeña ciudad dedicada casi por entero a las aguas medicinales que atrajo, ya desde el siglo XVIII, a la alta burguesía lusa e, incluso, española. Los edificios del siglo XVIII y XIX y los numerosos jardines le dan al lugar un agradable aspecto. Más al norte hay que detenerse en el pueblo de Monchique. De aquí parten las rutas más utilizadas por los senderistas para acceder al pico Foia, que con sus 902 metros sobre el nivel del mar es la altura máxima de la sierra. En el pueblo destacan las ruinas del monasterio franciscano del siglo XVIII o la iglesia parroquial, que cuenta con una de las mejores portadas manuelinas de la región.
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