Fin de viaje en Bath. La mayoría de los planes de viaje por la comarca de las Cotswolds incluyen una visita a esta pequeña localidad famosa desde hace muchos siglos por las propiedades curativas de sus aguas. Bath. Ningún nombre le podría venir mejor a este lugar que ese: Baño. Las aguas de Bath son el resultado de un viaje de ida y vuelta que se produce gracias a la combinación de dos particulares geológicas y una climática. Casi nada. El agua la aporta el lluvioso clima de la zona en la que suelen caer unos 1.000 litros de agua al año por metro cuadrado. Ésta se filtra en la tierra gracias a la configuración calcárea del suelo y se almacena a profundidades donde el calor de la tierra no sólo hace que vuelva a la superficie a una temperatura de casi 70 grados sino mezclada con multitud de minerales que la convierten en una fuente de salud (exactamente 42 componentes). ¿Termas romanas? Sí, pero este lugar ya era ‘sagrado’ por sus aguas desde mucho antes de que Roma pusiera el pie en estas tierras. La tradición asegura que un rey bretón llamado Bladud tuvo la suerte de curarse de lepra en el lugar y que desde entonces los baños se consideraron sagrados. Según la arqueología , los humanos llevan frecuentando el lugar desde hace más de 8.000 años. Esto es, mucho antes de que Bladud se curara de la lepra (en torno al IX AC).
Los Baños Romanos (Abbey Churchyard, sn)son el epicentro sobre el que pivota toda la ciudad. La gran natatio (piscina) central de las termas romanas de la antigua Aquae Sulis (nombre latino de la ciudad) y las basas de las columnas son de tiempos de Roma. Las obras de este gran SPA de hace 2.000 años (hay que recordar que este acrónimo alude a la expresión latina Salus Per Aquam –salud por acción del agua-) se iniciaron en el siglo I. El manantial fue consagrado a la diosa celta Sulis y casi desde s inauguración se convirtió en un centro de peregrinación para enfermos y ociosos de todos los rincones del imperio. Las canalizaciones y la gran pileta romana sirven de corazón a un suntuoso edificio de estilo Georgiano (siglo XVIII) que ‘redescubrió’ las termas y creó una verdadera fiebre de viajes de salud entre los aristócratas del país y más allá. Los baños cuentan con un museo que exhibe interesantes colecciones romanas entre las que se cuenta una buena porción del frontón del templo dedicado a la diosa Sulis, una de las mejores maquetas que vimos jamás (del complejo termal en sus días de gloria) y las curiosas tablillas de ‘maldición’, escritos de viajeros y viajeras en tablillas de plomo que eran arrojadas a las aguas para pedir favores o causar el mal a otras personas. Y también están los baños, claro está.
En torno a los baños recuperados en el siglo XVIII se desarrolló una activa ‘ciudad de vacaciones’ para visitantes de lujo que llenó la localidad de apabullante arquitectura georgiana y, posteriormente, victoriana. Un balneario a lo bestia. Pero Bath es también famosa (era antes de que las señoras y señores vinieran a mojarse los ‘pieses’) por su fantástica iglesia gótica. La Abadía de Bath (Abbey Churchyard), una de las obras maestras de la arquitectura normanda en el país. La conquista del país por parte de Guillermo el Conquistador (1066) provocó una fiebre constructora que pretendía borrar la huella sajona e importar, a lo bestia, las modas francesas en cuanto a la construcción de catedrales. Y la espectacularidad de la Abadía de Bath pone de manifiesto la importancia de la ciudad en esa época. Sólo para ver la famosa bóveda de las conchas (una de las filigranas en piedra más brutales del mundo) entrar al templo merece la pena (además es gratis; lo único que se paga es el acceso a la torre). En torno a la catedral y el edificio de los baños puedes ver lo poco que queda en la ciudad anterior al boom inmobiliario del siglo XVIII. Un ejemplo de esta Bath desaparecida es el edificio del XVII que alberga el Sally Lunn’s (North Parade, 4), un restaurante que lleva abierto desde 1680 y que es el lugar donde se cocino el primer Bath Bunn, un panecillo dulce que, por ejemplo, volvía loca a la escritora Jane Austen.
El boom georgiano; una nueva ciudad para la élite inglesa de los siglos XVIII y XIX.- Hablábamos antes de Jane Austen. Muy cerca de Queen Square, una coqueta plaza dedicada a la Reina Victoria, podemos visitar The Jane Austen Centre (Gay Street, 40) un centro que aúna su papel de museo con el de salón de té y gira en torno a las estancias de la escritora en la ciudad. Austen era una asidua de la localidad y como cronista de las élites de la época de ‘The Regency’ vivió el esplendor de Bath a la que convirtió, prácticamente, en su casa entre los años 1801 y 1806. El centro está en una soberbia residencia georgiana e la que vivió la autora adelantando el alarde arquitectónico de The Circus y Royal Crescent, dos urbanizaciones de lujo diseñadas por el arquitecto John Wood que fueron creadas como un homenaje a las glorias de Roma. El Número 1 de Royal Crescent es ahora un museo en el que puedes echar un vistazo a la vida opulenta de aquellos hombres y mujeres que convirtieron Bath en su lugar de descanso en aquellos años. La residencia es preciosa y su decoración nos transporta de manera inmediata a las páginas de Austen.
Esta acumulación de lores y ladys hizo que Bath se convirtiera en un lugar animado y con infraestructuras a la altura de la calidad de sus vecinos y visitantes. Ejemplos claros son el Theatre Royal (Saw Close), con una programación que presumía traer lo mejor de Londres durante las temporadas altas, y la Victoria Art Gallery (Bridge Street) que es digna de verse por dos motivos: el primero es por su extensa colección de artistas británicos desde principios del XVII y artes decorativas y, la segunda, por el magnífico edificio victoriano que sirve de continente al contenido. Visitar el Museo de Arquitectura de Bath (The Paragon, sn).- Si te interesa el proceso que desembocó en la Bath georgiana (hay que recordar que la ciudad forma parte del listado del Patrimonio Mundial de la Unesco) tienes que visitar este museo donde hay maquetas muy logradas, planos, herramientas y objetos relacionados con la revolución urbana de Bath. A dos pasos de este museo está la Iglesia de St. Swithin's (The Paragon), un bonito templo del XVIII muy vinculada a la familia de Jane Austen.
El Avon y Great Pulteney Street.- El Río Avon parte la ciudad en dos a través de una preciosa rivera por la que es un gustazo pasear. El mejor lugar para cruzarlo es Pulteney Bridge (Bridge Street) una especie de ‘Ponte Vecchio’ (el de Florencia) pero construido en el omnipresene estilo georgiano de la ciudad. El puente conecta de manera directa con Great Pulteney Street, otra de las grandes arterias históricas y monumentales de Bath. Esta vía de más de 300 metros de largo es otra lección magistral de arquitectura georgiana que, además, alberga la que fue la primera residencia de Jane Austen en Bath (una sencilla casa en el número 4 de Sydney Place que ahora es una vivienda vacacional). Great Pulteney culmina en una sucesión de jardines muy cuidados (Sydney Garden) donde podemos visitar The Holburne Museum. El edificio fue diseñado como hotel y ahora alberga un museo de artes decorativas centrada en la época dorada de Bath. Este ‘palacete’ georgiano ha sido uno de los escenarios habituales de la serie de televisión The Bridgerton.
Un paseo hasta Prior Park.- El corazón de Prior Park es la enorme casona nobiliaria de estilo neorenacentista (Palladiano) que, curiosamente, sirvió de residencia a un cartero. Sí, a un cartero. Ralph Allen empezó su carrera profesional como cartero de Bath y su capacidad de organización le sirvió para convertirse en uno de los padres del servicio postal británico moderno. Con el dinero que ganó adquirió varias minas y se hizo inmensamente rico, Prior Park es el ejemplo de su prosperidad. La casa es imponente pero la mayoría de los que llegan hasta aquí lo hacen para ver sus jardines y, sobre todo su curioso puente palladiano que ha sido escenario de multitud de películas y series de televisión (incluyendo la adaptación cinematográfica de Orgullo y Prejuicio –de Jane Austen- y la serie The Bridgerton). Muy cerca de este palacio ‘postal’ se encuentra el Cementerio de Smallcombe (Widcombe Hill, 6) que más allá de su carácter histórico destaca por las impresionantes vistas sobre el ‘skyline’ georgiano y gótico de la ciudad.
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