El 28 sale desde Martin Moniz y se interna por las callejuelas de Alfama en uno de los recorridos más bonitos que puedan imaginarse. Lisboa es una ciudad divina. Una ciudad que vale mucho más que sus grandes monumentos, sus edificios grandilocuentes o las piedras con historia. Una de las cosas que más nos gustan de Lisboa es que casi nada desentona. Todo parece que lo pusieron en su sitio. Y los famosos tranvías amarillos y rojos lisboetas (los carris) se suman al encanto de una capital única en Europa. La línea 28 es la más famosa de las rutas de los carris. Y lo es porque sirve para unir algunos de los puntos de máximo interés de la ciudad: tanto que no nos equivocamos al decir que si uno dispone de dos días para explorar el lugar, al menos uno de ellos debe ser el que marca el trazado de la 28. Mucho de lo que hay que ver en una primera visita a Lisboa se encuentra a tiro de piedra de las paradas del tranvía 28, que se convierte en una buena manera de hacer turismo a la vez de economizar tiempo en las idas y venidas por la ciudad.
La parada final del 28 es el Cementerio de Prazeres después de haber recorrido buena parte de Alfama, Baixa, Chiado, el Barrio Alto y Estrela. El precio del billete único no es barato, ya que sale la friolera de 3 eurazos (al contado y al cobrador). Pero hay maneras de economizar. La primera es sacar alguna de las tarjetas de transporte que pone a disposición la ciudad. La más accesible es la Tarjeta Viagem o 7 Colinas. El costo de la tarjeta es de 0,50 euros y puedes optar por recarga sencilla (con lo que cada viaje te saldrá 1,50 euros) o la recarga 24 horas con viajes ilimitados (sólo para tranvías y metro) por poco menos de siete euros. Los nenes viajan gratis así que sin problema. La Lisboa Card permite el uso de la red de transporte público de la ciudad y la entrada a las atracciones turísticas y lugares de interés patrimonial más importantes de la ciudad (por 48 horas el precio es de 35 euros).
Alfama tiro del 28.- Desde la Plaza de Martin Moniz, el 28 sube por la Rua da Palma y Almirante Reis hasta unas cuadras antes de la parada de metro de Anjos (Rua María Andrade). Aquí da un giro hacia la derecha para internarse en el laberinto de Alfama. Es un recorrido precioso que conviene hacer varias veces porque es divino. La primera parada puedes hacerla en la Rua da Graça, justo una parada antes de la Plaza da Graça. De ahí tienes a tiro de piedra lugares emblemáticos como el Mirador de la Señora del Monte (Largo do Monte) y la capilla del mismo nombre –a la que se llega por una callejuela preciosa –Rua da Nossa Senhora do Monte-. Estamos en pleno corazón de Alfama. Siguiendo por el Jardim da Cerca da Graça llegamos al Mirador da Graça (uno de los más famosos de Lisboa) que está junto al Monasterio da Graça (llenos de Gracia por todos lados). La iglesia de este cenobio es una de las grandes obras del barroco portugués. Merece la pena entrar y mirarla.
Próxima parada Largo Portas Sol. Desde Graça hasta aquí hay apenas tres paradas, pero conviene hacer el trayecto en el tranvía por dos razones. La práctica es que los desniveles en esta parte de la ciudad son más que notables y llegar de un lado a otro es un verdadero rompe piernas. Y la otra es que estamos en uno de los tramos más bonitos de la línea 28. El Mirador de Portas Sol es el mirador en mayúsculas de Lisboa. Aquí está la foto que todo el mundo quiere llevarse de la ciudad. Aquí te vas a topar con la fachada elegante del Palacio Azurara, sede del magnífico Museo de Artes Decorativas de Lisboa (Largo do Portas Sol, 2). Si sólo vas a ir a un museo de la ciudad, vete a éste. El edificio que lo alberga es sublime y su contenido (una colección gigantesca de muebles y pequeñas obras de arte suntuarias) es digno de verse. Desde aquí hay un paseo precioso hasta el Castelo de San Jorge (Rua de Santa Cruz do Castelo), otro de los lugares que hay que ver sí o sí en la ciudad. Esta imponente fortaleza medieval es de origen andalusí aunque antes fue fortaleza romana y hasta fenicia. Más allá de la importancia histórica de la plaza, desde aquí se domina toda la ciudad.
El último tramo de la Línea 28 por Alfama desciende hacia Baixa por la Rua Limoeiro. Conviene hacer este pequeño trecho de camino a pie para dejarse caer por alguno de los lugares de interés de la Alfama más pintoresca antes de darse un paseo por las inmediaciones de la fantástica Plaza do Comercio. Pero antes de acercarte a la ribera del Tejo puedes ver lugares como el entorno de las Escadinhas de Sao Miguel (unas escaleras preciosas) o importantes edificios históricos como la Casa dos Bicos (Rua dos Bacalhoeiros, 14) las ruinas del Teatro Romano (Rua de São Mamede, 3) o la fantástica Se de Lisboa (Largo da Sé), una de las catedrales más lindas (pese a la sencillez rotunda de su románico) de toda Europa. Espera un poquito frente a la portada de la Se a que aparezca el tranvía. Es una de las fotos emblemáticas de Lisboa.
De Baixa al Chiado.- El tranvía 28 atraviesa Baixa por la Rua Conceição, la calle que pare por la mitad el antiguo barrio comercial que daba soporte al puerto lisboeta. Imprescindible hacer la Rua Augusta de cabo a rabo; aunque tengas que pasar dos veces por el mismo sitio. Para economizar pasos baja hasta la Plaza de Comercio pasando bajo el Arco de la Rua Augusta. Este es el corazón histórico de la ciudad más allá de iglesias, castillos o palacios. Desde aquí se accede al puerto histórico (la Rivera das Naus y el Muelle de las Columnas), verdadera razón de ser de Portugal durante siglos. Aquí está el Museo de Historia de Lisboa (Praça do Comércio, 78). Si vas con más de tres días en la ciudad, pues es un lugar que merece la pena. Pero si vas con poco tiempo lo mejor es volver a subir por la Rua Agusta hasta la Plaza de Dom Pedro IV, el popular Rossio lisboeta.
El Rossio es otro de los aglutinantes de patrimonio de la ciudad. Esta plaza forma, junto a la vecina Praça Figueira el contraforo de la Plaza de Comercio a las puertas de las cuestas que dan acceso al mítico Chiado. Aquí hay varios lugares que hay que visitar: la Estación de tren de Rossio (Rua 1º de Dezembro, 125) con sus preciosos azulejos, la Fuente de Rossio en el extremo sur de la plaza, la Iglesia de Santo Domingo (Largo São Domingos) y la Plaza de Los Restauradores, dónde reina con absoluta rotundidad el Palacio Foz (Praça dos Restauradores, 13), una maravilla del siglo XVIII que nos habla de la segunda edad de oro de Portugal, una centuria que inundó el país de oro brasileño.
Otro clásico lisboeta. El Elevador de Santa Justa (Rua do Ouro). Es mucho más que un ascensor histórico que sirve para salvar el escalón que hay entre Baixa y las alturas de Chiado. También es un mirador impresionante sobre los tejados del entorno de la Rua Augusta y Alfama. Es uno de los lugares más intensos de la capital. Una gozada desde la que harás mil fotos. Pero lo importante es que sirve para subir hasta Chiado sin derramar una gota de sudor. Para volver hasta el trazado de la Línea 28 hay que ir bajando hasta la Plaza de Plaza Luís de Camões. Aprovecha para callejear por el barrio y visitar lugares emblemáticos como el Museo del Carmo (Largo do Carmo), el esqueleto de un convento medieval que quedó en ruinas por el famoso terremoto de 1755. Chiado es el barrio bohemio y cultural de Lisboa por antonomasia. Y cuenta con varios puntos de interés literario. El más famoso es el Café a Brasileira (Rua Garret, 122), el lugar preferido del genial Fernando Pessoa. Pero también muy cerca de aquí está la librería más antigua del mundo, la Librería Bertrand (Rua Garret, 73), que fue fundada por dos franceses a finales del siglo XVIII. Para volver al 28 pasa de largo de la Plaza de Luís Camoes hasta Calhariz para ver el famoso tranvía de Duarte Belo, una de las cuestas más bonitas de la ciudad. No te prives de hacer el recorrido de esta línea de ida y vuelta. Son apenas diez minutos y merece la pena.
Camino de Prazeres.- Desde Calhariz, el 28 recorre transversalmente Alto y se interna en Estrela. Si eres de los que gusta de visitar cementerios, el tranvía va a morirse junto a la puerta principal del Cementerio de Prazeres, uno de los más antiguos y señoriales de la ciudad (aprovecha para darte una vuelta por la Iglesia de Santo Condestável y tomar algo en el Mercado de Campo de Ourique -Rua Coelho da Rocha 104- que se ha convertido en una de las joyas gastronómicas de la ciudad). El otro punto de interés de esta última parte del recorrido es el entorno de la Basílica da Estrela (Praça da Estrela) otro de esos templos fastuosos y recargados del barroco portugués. Ahí al lado tienes el Jardín da Estrela, el Cementerio Inglés y la Casa Museo de Fernando Pessoa (Rua Coelho da Rocha, 16). Y a dos pasos el Jardim das Francesinhas un pequeño parque que sirve de acceso a los jardines del Palacete de Sao Bento (R. Imprensa à Estrela, 6), la sede del parlamento portugués. Y a lo tonto, en un solo día ya conoces más de la mitad de lo que tienes que ver de Lisboa si visitas la ciudad por primera vez y no tienes mucho tiempo.