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Claves para planear un viaje por Serbia: un destino desconocido y fascinante en la Europa balcánica

La primera vez que pisamos suelo serbio (de manera física) fue durante una escala de varias horas en la Estación de Beograd Centar cuando nos dio la venada de emular el recorrido del Orient Express en trenes de ‘mala muerte’ desde París a la mítica estación estambulí de Cirkesi. Fue en la única oportunidad en la que pudimos echar pie a tierra y apenas dos horas que no dieron más que para hacer papeleo y seguir viaje. Eran tiempos muchos más difíciles que los actuales. La guerra balcánica aún estaba próxima en el tiempo y cada frontera, cada estación, eran un verdadero parto de pasaportes y permisos. Hoy las cosas han cambiado, pero no ciertos prejuicios y perjuicios hacia un país que forma parte de ese puzle complicado de idas y venidas que son Los Balcanes. Hoy, Croacia y Eslovenia son verdaderas potencias turísticas y Albania se ha posicionado muy bien como destino europeo alternativo.

Pero, ¿qué pasa con Serbia? Es la gran desconocida de la región y pesa sobre ella un ‘sambenito’ que deriva de la guerra y que crea cierta animadversión. Pero desterremos el mito. Serbia es un país bellísimo con mucho que ver. Su gente es extremadamente amable y se desvive por hacer sentir bien al viajero; a la vez son férreos defensores de sus costumbres e identidad, lo que convierte al destino en muy auténtico. Como sucede en toda la región balcánica, Serbia ha sido un territorio de mestizaje y cruce de culturas. Y eso se nota en su patrimonio histórico, en su cultura, en su gastronomía… Pero también cuenta con monumentos naturales imponentes amparados por el mítico Danubio y el extremo oeste de la Cordillera de los Cárpatos. Castillos, monasterios, viejas mezquitas otomanas, ciudades barrocas, art nouveau…

Belgrado, una joya a orillas del Danubio.- A la altura de Budapest, Bratislava o la misma Viena. Y no exageramos. Y con el aliciente de la escasa masificación y precios muy bajos. La capital del país es un centro patrimonial importante con joyas como la Fortaleza de Kalemegdan, la Catedral de San Sava, la Mezquita Bajrakli –siglo XVII- y el conjunto arquitectónico de su centro urbano o el conjunto histórico artístico de Zemun, un pequeño pueblo a pocos kilómetros de la ciudad con una arquitectura tradicional bellísima. Belgrado es una ciudad muy bonita y sorprendente. Cuenta con un listado de monumentos que no tiene nada que envidiar a otras grandes capitales europeas y su oferta cultural es más que notable. Otro de los puntos fuertes de la ciudad es su animada vida nocturna y hasta su playa fluvial de Ada Ciganlija donde hay un rollito marchoso notable.

Novi Sad y el Parque Nacional de Fruška Gora.- Novi Sad es una pequeña ciudad a orillas del Danubio a apenas una hora en autobús de Belgrado con un interesante legado histórico. Aquí vas a encontrar una colección de arquitectura que va desde el gótico al neoclásico con una buena representación del barroco centroeuropeo. El Castillo Petrovaradin, a orillas del río, es su icono más representativo, pero hay mucho más que ver en Novi Sad. Viejos palacios, iglesias, museos… Pero es que Novi Sad también sirve como base para explorar el Parque Nacional de Fruška Gora. Aquí puedes alternar naturaleza (bosques, cascadas y aguas termales) con la visita a viejos monasterios con el de Krušedol como punto culminante de la ruta.

La mayor colección de arquitectura Art Nouveau de Los Balcanes en Subótica.- Una auténtica maravilla. El Palacio Raichle es el icono de una colección de edificios magnífica. Hay que tener en cuenta que la frontera del antiguo Imperio Austrohúngaro llegaba a las puertas de Belgrado, por lo que el norte del país cuenta con ciudades que aún tienen la huella de ese pasado reciente (hasta 1914) y que son bellísimas. Subótica es un ejemplo. Sólo aquí se concentran hasta doce de las construcciones modernistas más importantes de toda Europa en un entorno urbano muy bonito y cuidado (impresionantes edificios como el Ayuntamiento, la Sinagoga. La ciudad es pequeña y se puede explorar fácilmente en una jornada tranquila. Un consejito si vienes en viaje desde Budapest.- Empezar tu viaje por aquí. Esta ciudad se encuentra muy cerca de la frontera con Hungría en la vía de comunicación directa con la capital.

El tren Ocho de Šargan.- El Tren Ocho de Šargan se construyó en los años 20 para comunicar la aldea de Mokra Gora con la estación de Šargan Vitasi (línea Sarajevo – Belgrado) con un desnivel de 300 metros. Para salvar esta distancia se diseñó un trazado en forma de ocho que literalmente se mete en la montaña t vuela sobre los abismos a través de túneles (22) y puentes. El paisaje es muy bonito de ver, pero lo que de verdad impresiona es el trazado infernar de estos apenas 15 kilómetros de vía estrecha que supusieron todo un alarde de ingeniería de principios del siglo XX.

El Parque Nacional de Djerdap.- Esta zona del país está marcada por el dominio de un Danubio que marca la frontera entre Serbia y Rumanía. Del lado rumano se extienden las llanuras agrícolas pero del lado serbio manda la montaña y el bosque. Este lugar tuvo desde siempre una grandísima importancia estratégica. Aquí uno puede venir a disfrutar de la naturaleza a través de rutas de senderismo o carreteras panorámicas, pero la gran atracción de la región es el Castillo de Gobulac, una fortaleza del siglo XIII a orillas del rio que es uno de los castillos más impresionantes de Europa.  A esta parte del país la llaman la Puerta de Hierro del Danubio.

Studenica, el corazón espiritual del país.- El Monasterio de Studenica marca el pulso espiritual del pueblo serbio desde el siglo XII. Estamos ante un conjunto monumental que incluye tres grandes iglesias y estancias que suponen uno de los cúlmenes del arte bizantino en Europa. La joya de la corona es la Iglesia de San Nicolás, la más pequeña de las tres pero también la que guarda los frescos más antiguos y bonitos de todo el conjunto (siglo XII). También puedes visitar restos de los otros seis templos que formaban parte del monasterio y las dependencias monásticas (siglo XVIII) que guardan los tesoros artísticos del lugar. Studenica es mucho más que un lugar de culto. Tras la llegada de los turcos en el siglo XV, este lugar se convirtió en un reducto de la cultura serbia cristiana y, de facto, en el corazón latente de la nación durante siglos. Un poco más al sur (cerca de la conflictiva frontera con Kosovo) se encuentra otro monasterio famoso y digno de verse: el de Sopochani.

El Cañón del Río Uvac.- Un paisaje alucinante. El Río Uvac ha ido excavando pacientemente las paredes calizas de las montañas para crear un paisaje de meandros imposibles y gran belleza. Este es uno de los lugares más bonitos del país y merece la pena viajar desde aquí. Aunque el río es el gran protagonista del paraje, aquí se pueden ver sistemas de cuevas kilométricos y observar una de las colonias de buitre leonado más importantes de Europa.

La marca del Danubio en Felix Romuliana.- Durante siglos, el Danubio se convirtió en la frontera norte del Imperio Romano. Pero con la conquista de la Dacia en el siglo I el limes se trasladó hacia el norte y las comarcas cercanas a la orilla sur del gran río europeo se convirtieron en tierras agrícolas de gran riqueza. Felix Romuliana se empezó a construir a finales del siglo III de nuestra era como residencia palaciega del emperador Galerio, que fue máximo mandatario de Roma durante la Tetrarquía, un sistema que dividía el poder entre cuatro personas: dos augustos y sus subalternos (césares). Galerio, que nació en la actual Bulgaria, fue César y Augusto gobernando las provincias de Moesia, Macedonia, Tracia, Ponto y Asia entre el 285 y el 311 y se hizo construir una fortaleza palaciega enorme que aún hoy es una de las mejores y mejor conservadas ciudadelas tardo romanas de Europa. Un lugar imprescindible para los amantes de la historia y la Arqueología.

Fotos Bajo Licencia CC: Fred Romero; Philippe Le Moine; s@e; Franco Pecchio; Geri; Srdjan Stojiljkovic; Carole Raddato