A principios de la Primavera austral llegan los primeros manutaras que revolotean ruidosos en torno a Motu Nui a la espera de que el instinto les haga tomar tierra y aparearse. Ese era el gran momento del año. El momento en el que los diferentes clanes se preparaban para la carrera que definiría la estabilidad de la isla por otro ciclo más; justo hasta que los manutaras (gaviotín apizarrado, un ave marina del Pacífico sur) volvieran de su viaje por ese mar inacabable del que Rapa Nui, el ombligo del mundo, y sus pequeños islotes, eran el único trozo de roca seca. La carrera ceremonia del Tangata Manu, el ‘hombre pájaro’ se iniciaba en las alturas del cráter del Rano Kau. Desde la aldea ceremonial de Orongo se ven, algo más de cien metros más abajo y a un par de kilómetros de la costa, los islotes Motu Nui, Motu Ito y Motu Kau Kau.
Es un lugar especial. Casas de piedra y numerosos grabados y bajo relieves forman este complejo vinculado con la carrera del hombre pájaro representado en las piedras, junto a complicados dibujos curvos, como encarnación del dios Make Make, el dios creador mitad hombre mitad pájaro. Desde aquí, los representantes de cada clan partían hacia el pie del acantilado en un viaje peligroso de ida y vuelta que incluía nadar hasta Motu Nui y volver a escalar hasta Orongo con un huevo intacto de mana tara. El clan que vencía ostentaba el poder político de la isla hasta la temporada siguiente. Fascinante. Como toda la isla.
No es difícil entender el mito del hombre pájaro ni tampoco la cultura que los hombres y mujeres de esta porción minúscula de tierra desarrollaron en un completo aislamiento. Dicen que Rapa Nui, o Isla de Pascua, es el lugar más alejado de cualquier otro pedazo de tierra del mundo. Los que llegaron olvidaron como salir y ese encierro creó un microcosmos humano propio basado en la idea de que eran los únicos pobladores del planeta; los únicos supervivientes tras una gran inundación. Cuando los primeros europeos llegaron a sus costas, en el siglo XVIII, se encontraron con una isla escasamente poblada y plagada de grandes estatuas derribadas: los famosos moai. Algunos hablan de cplapso ambiental; otros de anarquía tras una revuelta; otros combinan ambas hipótesis como la causa y efecto que terminaron con un modelo social único, enigmático y atrayente.
Hoy en la isla viven unas 8.000 personas; la gran mayoría en Hanga Roa, su capital, única población del territorio y el lugar en el que se concentran los hoteles, los restaurantes y la mayoría de los servicios. También es el sitio dónde los casi 100.000 viajeros que llegan al año a la isla tienen su primer encuentro con la cultura rapa nui. Basta con caminar un poco junto a la costa y dirigir los pasos hacia el norte ara encontrarse con los primeros moai en Ahu tahai y Ahu y, de paso, visitar el Museo Antropológico Padre Sebastián Englert (Calle Tahai sn; Tel: (+56) 32 255 10 20; Horario: M V 9.30-12.30 y 14.00-17.30; S, D y F 9.30-12.30; E-mail: mapse@mapse.cl) y así empezar a comprender lo que veremos. Sabremos, por ejemplo, que todos los moai miran hacia el interior de la isla, menos los siete de Ahu Akivi , que según la tradición representa a los siete exploradores que descubrieron la isla; o que los moai inacabados de las canteras de Ranu Raraku (como 400) dan a entender que algo traumático pasó para que todo ese trabajo quedara interrumpido así de golpe. Y es eso lo que más sorprende. Estamos acostumbrados a ver culturas que evolucionan y cambian poco a poco; y aquí nos topamos con una fotografía fija de un momento muy concreto en el que todo se derrumbó.
En un momento dado, los escultores abandonaron sus herramientas y alguien derribó las enormes estatuas que, según todos los estudiosos, representan a los antepasados y protegían a las aldeas con su ‘maná’ (su nombre completo es Moai Aringa Ora, que significa rostro vivo de los ancestros). Según parece, la ceremonia del hombre pájaro surgió como respuesta a este periodo de inestabilidad como mecanismo de control social y de equilibrio para evitar la violencia. Hoy los bosques vuelven a asomarse a las montañas y hasta los cocoteros nos recuerdan que estamos en la Polinesia en lugares como la Playa de Anakena (que lujo de playa con sus moai incluidos). Pero cuando los holandeses llegaron un día de Pascua de 1722 se encontraron una isla completamente deforestada en la que sólo crecían hierbas y tubérculos. En los últimos años, los esfuerzos de los rapa nui, orgullosos, únicos y hospitalarios, han devuelto el esplendor a su ombligo del mundo. Se han levantado los moai; se han excavado y restaurado los ahu y se han habilitado para la visita los lugares que explican el por qué y cómo de esta cultura fascinante.
El plan de viaje acá es sencillo. Hacer kilómetros para ir descubriendo los secretos de la isla; cuevas escondidas dónde las mujeres se sometían a complicados rituales de purificación (como Ana O Keke), estaciones con grabados rupestres, pinturas, grandes rocas pulidas que representan al centro del universo mismo… Pero la vista siempre se vuelve hacia el moai. El eterno moai. El omnipresente moai. En la isla hay unos 900. Algunos son de ‘apenas’ tres metros pero algunos superan los diez. Y en la cantera de Rano Raraku hay uno sin terminar de más de 20 metros de longitud. De estos 900 moai, sólo 288 están asociados a algún ahu, las plataformas ceremoniales con varias estatuas (la más espectaculares es Ahu Tongariki, con quince moai). Más de la mitad cayeron durante el camino o no se terminaron de hacer. ¡Más de la mitad! Se transportaban de pie y si caían perdían el maná del ancestro al que representaba. El cómo lo hacían es aún un misterio.
Consejos y Guía útil
La distancia más grande (desde Hanga Roa) apenas supone 25 kilómetros y las carreteras, en general, son buenas (aún las de tierra que se adentran hacia el interior de la isla). Lo mejor es alquilar un coche o una motocicleta para poder acceder rápidamente a los diferentes yacimientos y lugares. Tres días bastan para volver con una buena idea de lo que es la isla, pero lo ideal es estar aquí cinco o seis días. Eso sí no es un destino barato; el alquiler de un coche ronda los 40 euros al día (15 euros para los valientes que se atrevan con las bicicletas) y los hoteles más baratos están sobre los 80-100 euros por noche. A continuación te ofrecemos una guía completa de la isla con tres rutas propuestas y una pequeña reseña histórica con información útil. En cada link podrás leer un artículo pormenorizado de cada zona de la isla.
GUÍA DE PASCUA I: HANGA ROA Y RANO KAU GUÍA DE PASCUA I: HANGA ROA Y RANO KAU
GUÍA DE PASCUA II: RUTA SUR GUÍA DE PASCUA II: RUTA SUR
GUÍA DE PASCUA III: RUTA NORTE GUÍA DE PASCUA III: RUTA NORTE
BREVE HISTORIA DE LA ISLA DE PASCUA BREVE HISTORIA DE LA ISLA DE PASCUA
COMER EN LA ISLA DE PASCUA
La Kaleta (Dirección: C/ Policarpo Toro junto a la Caleta de Hanga Roa; Tel: (+56) 322 552 244; E-mail: reservas@lakaletarestaurant.com). Para nosotros, la mejor opción para comer pescados y mariscos en Hanga Roa. Impresionante el ceviche de atún fresco y la tabla de frutos del mar. Su ubicación, junto al mar, es otro aliciente. Ideal para cenas románticas.
Kotaro (Dirección: Avda Hotu Matua junto a la cabecera del Aeropuerto de Mataveri; Tel: (+56) 966 443 068; E-mail: izakayakotaro@hotmail.com). Una rareza maravillosa. Auténtica comida japonesa preparada por un verdadero chef japonés. La calidad de los pescados de la isla hace el resto. Impresionante.
Te Ra’ai (Dirección: C/ Kaituoe sn; Tel: (+56) 322 551 460; E-mail: reservas@teraai.com). Otro de los imprescindibles para los que gusten de comer bien. Comida tradicional y curantos (asado de pescados y verduras que se hacen en un hoyo. Los Lunes, miércoles y viernes (a partir de las 19.30 horas), hay espectáculo de música y danza tradicional polinesia. ¡Es toda una experiencia!
Kaloa (Dirección: C/ Pont en el Hotel Hanga Roa) Un local con un punto especial. Cocina internacional, buenos platos marineros y algunas especialidades italianas. Dicen que es la mejor cocina de Pascua.
Haka Honu (Dirección C/ Policarpo Toro) Cocina local. Calidad más que aceptable y buenos precios.
Fotos bajo licencia CC: Mayumi Ishikawa ; David Berkowitz ; Ik T ; Tristan Smith ; anoldent ; Pablo Rodríguez ; Elsie Lin