RECETAS DEL MUNDO: Gazpacho de Remolacha, la reinterpretación de un clásico

Clásico entre los clásicos, el gazpacho también se ha convertido en el blanco del boom de la cocina creativa española. Los hay para todos los gustos y con todos los colores. Todos tienen como base la interacción perfecta de las verduras con el aceite de oliva y el vinagre de vino. Viajar Ahora te propone esta receta fácil y barata de uno de los ‘nuevos gazpachos’ más interesantes. El de remolacha.

INGREDIENTES

1 kilo de tomates maduros

250 gr de remolacha

Pan blanco duro

Un diente de ajo

Un pimiento verde mediano

Sal

Dos cucharadas de Vinagre de vino

50 ml de Aceite de oliva virgen extra

Agua fría

PREPARACIÓN

Asamos las remolachas.- El gazpacho se puede hacer con remolacha cocida o asada. Nosotros preferimos esta segunda opción que suaviza y, a la vez, resalta el sabor de la remolacha eliminando el matiz terroso. Para ello hay que empezar con la remolacha una hora antes. Las limpiamos muy bien, las pelamos y las cortamos en rodajas de unos dos dedos de grosor. Precalentamos el horno a 180 grados. Ponemos las remolachas en papel aluminio (previamente lo aceitamos para evitar que se peguen) salamos al gusto, añadimos un chorrito de aceite de oliva virgen extra y cerramos el papel aluminio para que la remolacha se cocine bien. En unos 40 minutos debe estar lista. Mira a ver si se pinchan con facilidad con un tenedor.

Vamos preparando los tomates.- Mientras tanto vamos pelando los tomates. Una buena fórmula es escaldarlos. Practica un corte en cruz en la parte inferior y sumérgelos durante unos 30 segundos en agua hirviendo. Interrumpe la cocción metiendo los tomates en agua con hielo. Espera unos segundos y pela los tomates con la mano. Ya verás que la piel sale sin dificultad con la mano. Corta los tomates en trozos medianos.

Hacemos el gazpacho.- Ponemos en el vaso de la procesadora (batidora, licuadora) los tomates y la remolacha. Añadimos unos 100 gramos de pan duro ligeramente humedecido con agua fría, el pimiento cortado en trozos pequeños, el diente de ajo, el aceite y el vinagre. Picamos hasta lograr una pasta fina. Añadimos el agua que sea necesaria para que la pasta se convierta en una sopa fría. Probamos y rectificamos de sal.