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El abandono de la casona de Santander en la que el lehendakari Aguirre vivió sus últimos días en el exilio en la Guerra Civil

La conocida como 'Casa Rosales', en Santander.

Javier Fernández Rubio

Santander —

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Ha tenido muchos nombres y mucha historia. Se la conoce como 'El Bohío', 'La filipina' o 'Las hiedras', pero más comúnmente es llamada 'Casa Rosales', en referencia al apellido del que fuera su propietario. Ubicada en el pueblo de Cueto, en Santander, cubierta de hiedra y en estado de semirruina, se ubica en una finca del entorno de Mataleñas entre los cabos Mayor y Menor de la capital y junto a una de las playas más espectaculares de Cantabria. Pero lo que pocos recuerdan es que en esa vivienda, durante dos meses de 1937, se refugió el Gobierno vasco en el exilio tras el derrumbe del frente Norte con la caída de Bilbao en manos de las tropas franquistas.

En esa casa vivió una figura mítica del momento, el lehendakari José Antonio de Aguirre, antes de partir definitivamente fuera de la Península ante el avance imparable de las tropas sublevadas, que en aquel año acabarían engulléndose toda la bolsa republicana de resistencia junto al Cantábrico.

De todo ello ha dado cuenta recientemente el político Iñaki Anasagasti (PNV) en su blog 'Diario de un senador'. El exdiputado jeltzale, a propósito de los debates entablados en el Ayuntamiento de Santander recientemente sobre el futuro de la casona, da cuenta de cómo las gestiones para visitar el lugar por el actual lehendakari Iñigo Urkullu (PNV) se toparon con las “largas” dadas por la Alcaldía, y acto seguido se pregunta por qué no se rehabilita una casa con tanta historia. Anasagasti llega incluso a sugerir que la rehabilitación reserve un espacio para rendir tributo al paso del lehendakari vasco por el lugar, camino de su exilio.

Pero ¿qué pasó exactamente en ese lugar de Mataleñas ese verano de 1937? Bilbao había caído y Aguirre había firmado en Trucíos un mensaje de despedida antes de refugiarse en Santander, acogido por la dirección del frente republicano. El Consejo Interprovincial de Santander, Palencia y Burgos había dispuesto que la casona acogiera al Gobierno vasco. Existe una imagen en la que el lehendakari posa en el porche de la vivienda junto a sus consejeros Aznar, Nardiz y Monzón. El lehendakari estuvo de este modo casi dos meses en la 'Casa Rosales', primero contento por la acogida, y al poco molesto: la casa estaba cerca de la batería de Cabo Mayor y, por lo tanto, de un objetivo preferente de la Legión Cóndor que regularmente bombardeaba la capital de Cantabria.

El propio Anasagasti relata el deterioro de las relaciones entre las autoridades republicanas y las vascas: “En este contexto de guerra y adversidad extrema, las máximas autoridades de Santander, encabezadas por el socialista Juan Ruiz Olazarán (1901-1999), consideraron una obligación facilitar en lo posible el acomodo a los numerosísimos ciudadanos vascos que habían llegado huyendo de la guerra y, por supuesto, proporcionar a su Gobierno un lugar digno donde poder establecerse. A pesar de la intensa campaña informativa que impulsó el Consejo Interprovincial a través del diario 'República' y de la única emisora radiofónica existente, EAJ 32-Radio Santander animando a la población a que recibiera fraternalmente a los recién llegados, y de la puesta a disposición de sus dirigentes políticos de la finca y casa situadas en la carretera de acceso al faro de Cabo Mayor, lo cierto es que la convivencia entre los miembros de las comunidades montañesa y vasca iba a ser muy difícil y, en algunos aspectos, conflictiva y muy dura”.

Tras unos primeros momentos de buena relación, el desabastecimiento de alimentos de la provincia afectó también a los miles de refugiados vascos y a ello se sumó la exposición de su Gobierno a los ataques de la aviación alemana. “Así se lo hizo saber el propio Aguirre a Manuel Azaña, presidente de la Segunda República, durante una entrevista personal celebrada el 19 de julio de 1937 en Valencia, ciudad a la que se había desplazado Aguirre en el avión 'Negus', propiedad del Gobierno vasco”, relata Anasagasti.

En el olvido

Fue el exportavoz regionalista en Santander, José María Fuentes-Pila (PRC), el que llevó al pleno de la Corporación en 2022 una moción para rehabilitar esta casona y que no corriera la suerte que habían tenido el Teatro Pereda, la muralla carlista de la Calle Alta, el Cabildo de Arriba, el Castillo de Corbanera y la batería de Cabo Menor, ya desaparecidos o en avanzado estado de descomposición tras muchos años de desatención por parte de las autoridades municipales.

La moción fue aprobada por unanimidad, pero no se ejecutó. El actual portavoz del PRC, Felipe Piña, ha recogido el testigo de Fuentes-Pila y ha llevado al pleno hace un mes la cuestión, recordando que la propuesta estipulaba la recuperación y puesta en valor del edificio y la finca colindante, con un concurso de ideas previo para decidir el uso cultural que se le daría. Piña recordaba que “el Consistorio es el propietario y, por tanto, máximo responsable” del mantenimiento y recuperación de este edificio, que es historia de la ciudad“.

El programa electoral con que la alcaldesa de Santander, Gema Igual (PP), se presentó a las elecciones de mayo recogía en su punto 15 del capítulo de Infraestructuras el siguiente compromiso: “Rehabilitaremos la 'Casa Rosales' ubicada en Mataleñas, con la finalidad de dotarla de un uso público acorde con el entorno”. Siete meses después de las elecciones, no ha habido noticia al respecto sobre un edificio que está llamado a ser incluido en el Plan Especial del Hipódromo Bellavista, “que definirá su posible utilización y posterior renovación”, según el Ayuntamiento. El concurso para la redacción del citado plan fue convocado en agosto de este año y todavía no se ha fallado.

La casona

Ubicada en la actual avenida del Faro, número 22, la finca de Mataleñas amenaza ruina como gran parte de la memoria de Santander previa a la llegada de la democracia. La construcción data de 1933, cuando el director de la Compañía General de Tabacos de Filipinas, José Rosales (1867-1950), presentó ante el Ayuntamiento de Santander una solicitud para construir una casa de campo u hotel para la familia.

La edificación fue obra de Valentín Ramón Lavín Casalís (Santander, 1863-Santander, 1939), un arquitecto y urbanista que firmó el edificio de Bomberos Voluntarios, la ampliación de la ciudad hacia El Sardinero, la Quinta Los Pinares o la Casa Santos. Con una parcela de más de 6.000 metros cuadrados, el gran salón de la casona recibía a los contactos y colaboradores de Rosales, fallecido en Barcelona en 1950, y de ahí que en Cueto fuera conocida popularmente como la 'casa del filipino'.

La casona consta de dos cuerpos unidos por otro de enlace y con dos plantas generales, más una de ático para las habitaciones de la servidumbre y otra de sótano para la caldera de calefacción y lavaderos, planta baja, hall-comedor, despacho, tocadores, dormitorios y sala de costura: 1.000 metros cuadrados de una casa que fue pasando por varias manos hasta ser definitivamente adquirida por el Ayuntamiento de Santander, que nunca hasta la fecha la ha dotado de utilidad para los vecinos.

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