En el siglo XII, la cultura caballeresca europea vivió una honda transformación. En el contexto de un renacimiento que resultaría crucial para la consolidación de la identidad occidental, el rol social de la caballería se vio sometido a un riguroso cuestionamiento por parte algunos de los más grandes eruditos del momento. El propósito de sus reflexiones no fue otro que resolver las obvias contradicciones entre las exigencias de la vida militar y el servicio a Dios. La Primera Cruzada (1096-1099) proporcionaría el pretexto por el que dotar de un sentido trascendental a la labor de un gran número de caballeros, que pondrían sus armas al servicio de la cristiandad para la conquista de Tierra Santa y la salvaguardia de los peregrinos que a ella acudieran.
La literatura medieval no permanecería al margen de estos cambios, y valores como el amor cortés o la defensa del cristianismo tendrían su plasmación en la denominada épica cortesana. Sus obras quedarían agrupadas en tres grandes ciclos, a saber: la Materia de Roma, la Materia de Francia y la Materia de Bretaña. La Materia de Bretaña, que versa sobre las hazañas del rey Arturo y los caballeros de la Mesa Redonda, acogería el desarrollo de uno de los grandes mitos de las letras europeas: el Grial.
Su génesis literaria se remonta a una de las novelas en verso del clérigo francés Chrétien de Troyes, conocida como El Cuento del Grial o Perceval y redactada en la segunda mitad del siglo XII. En sus obras hay un claro predominio de la temática artúrica, en la que pudo haber incursionado gracias a la traducción al francés de la Historia Regum Britanniae, sobre la que se asienta el ciclo. Como autor sujeto a mecenazgo, Chrétien de Troyes cultivó el nuevo ideal caballeresco para deleite de sus patrocinadores sin por ello descuidar una intencionalidad didáctica.
El Cuento del Grial tiene por protagonista a un joven aristócrata galés llamado Perceval. Por deseo de su madre, la Dama Viuda, temerosa de que corra la misma e infausta suerte que su marido y sus otros dos hijos, Perceval vive aislado del mundo en el feudo de la Yerma Floresta Solitaria. Sin embargo, la contemplación de cinco caballeros cerca de su hogar convence a Perceval de tomar la espada y salir en busca de aventuras, aun al precio de abandonar a su madre, que se desploma a sus espaldas. El remordimiento por esta acción no cesará de atormentar al héroe en su accidentado periplo.
Llegado el episodio central del relato, Perceval es convidado al castillo y a la mesa del Rey Pescador, postrado en un lecho a causa de una antigua herida. Durante el transcurso de la cena, los comensales tienen el privilegio de presenciar una extraña procesión. Sus integrantes son un paje, que sostiene una lanza de cuya punta mana una gota de sangre; dos sirvientes con sendos candelabros forjados en oro; y, cerrando la procesión, una doncella que porta «un grial» del que emana una luz deslumbrante. Intrigado, Perceval evita preguntar por el sentido del grial para no pasar por un ignorante. Pero a la mañana siguiente, el caballero despierta en el castillo y lo encuentra desierto. Apenas lo ha abandonado, una doncella -su prima hermana- lo aborda para reprocharle el no haber inquirido en el papel del grial pues, de haberlo hecho, el Rey Pescador habría sanado al instante. Por la gravedad de su falta, en adelante será conocido como Perceval el Desdichado.
Sentadas las bases del misterio, Chrétien de Troyes abandona a su protagonista de forma repentina para ocuparse de las aventuras de otro caballero artúrico, Gauvain. Sólo en la recta final de la narración retoma las andanzas de Perceval: después de cinco años como caballero andante, un ermitaño -su tío- revela al héroe la razón de su maldición -el pecado de la muerte de su madre- y le indica que el grial contenía una hostia, único alimento del Rey Pescador desde hacía años. Perceval habrá de perseverar en su búsqueda del grial para, de este modo, salvar al Rey Pescador.
Pero El Cuento del Grial quedó inconcluso y, en consecuencia, el significado de los elementos que intervienen en el cortejo permaneció sin aclaración. En origen, el vocablo graal -empleado en el texto- designaba una fuente o plato hondo, de modo que la apariencia de este grial primigenio no se correspondería con la del cáliz de la iconografía cristiana. No obstante, el autor lo describe como un recipiente forjado en oro y ornamentado con piedras preciosas, que harían de él un objeto singular con un cometido extraordinario. Por otro lado, la inclusión de una lanza de la que brota sangre podría vincularse con determinados pasajes de la tradición apócrifa cristiana y de los cantares de gesta, en los que es alusiva a Longinos, soldado romano que habría atravesado el costado de Jesucristo con este instrumento. Las élites cultas del período, familiarizadas con estos referentes, no habrían tenido dificultad en identificar el sentido del conjunto procesional sin necesidad de una explicación por parte del escritor.
Por esos mismos años, un noble borgoñón llamado Robert de Boron, autor de una serie de obras en verso conocidas como Los libros del Grial, realizó la que sería la primera interpretación en clave cristiana -con carácter explícito- del Grial. La primera de las partes, José de Arimatea, cuenta cómo su protagonista recoge las últimas gotas de la sangre de Jesucristo tras la crucifixión, que deposita en el cáliz utilizado para la consagración del vino en la Última Cena. Tras esto, José es conducido a prisión, en donde subsiste durante años sin otro sustento que el cáliz de la Eucaristía -un veissel, es decir, un vaso-, el cual le es entregado por Jesuscristo en una epifanía. Liberado por el general romano Vespasiano, José abandona Judea, y bajo la inspiración del Espíritu Santo, dispone la mesa del Santo Grial, a la que invita a sus seguidores con el propósito de discernir entre justos y pecadores. Un espacio queda reservado para su cuñado, Bron, que a continuación parte a Occidente en posesión del Grial. Allí será conocido como el Rey Pescador por ser él quien aporta el pescado en la cena. Asentado en los valles de Avalón, aguarda la llegada del tercer heredero del cáliz.
En el segundo libro de la serie, Merlín, Robert de Boron enlaza la trama con el mundo artúrico a través del personaje que da título a la obra, quien promueve la constitución de la Mesa Redonda y eleva a Arturo al trono; en el tercero, Perceval-Didot -cuya autoría ha sido puesta en entredicho-, narra la historia de Perceval, nieto de Bron, y su recuperación del Grial tras innumerables avatares.
El fenómeno literario del Grial gozaría de continuidad en la obra de diversos autores a lo largo de las décadas siguientes. En los años inmediatamente posteriores a su aparición, tres nuevas novelas -Peredur, Perlesvaus y Parsifal- retomarían la historia de Perceval desde enfoques distintos. Con la excepción de Peredur, de origen galés, en la que bandeja y lanza procesionales se erigen en símbolo de un crimen que el protagonista debe vengar, la dimensión cristiana del Grial se mantuvo intacta. De entre estas novelas sobresale Parsifal, la obra de Wolfram von Eschenbach, cercana a los 25.000 versos. Con la novela de Chrétien de Troyes como punto de partida, Eschenbach efectúa un amplio número de innovaciones argumentales al tiempo que ahonda en la caracterización de Parsifal, desgarrado por el conflicto entre sus ambiciones terrenales y la obediencia debida a Dios.
Ya bien entrado el siglo XIII, dos nuevos ciclos de novelas, la Vulgata -o Lanzarote en prosa- y la Post-Vulgata, vendrían a incrementar el corpus narrativo desarrollado en torno al Grial. Redactadas en prosa, estas novelas, aunque de inferior factura que sus predecesoras, apuntalarían la interpretación de la materia artúrica desde una perspectiva cristiana.
El Grial es ante todo un mito cristianizado, una creación literaria de raigambre medieval. Su eje es la búsqueda, pero no la exaltada desde el amor cortés, en el que la fuerza y el amor del caballero son sometidos a examen, sino la de un conocimiento y una identidad redentores de los que el Grial es elemento indispensable como expresión material de un valor espiritual. En este sentido, el mito del Grial representa un hito dentro la historia de la literatura universal que justifica su ulterior vigencia.