Cantabria Opinión y blogs

Sobre este blog

La portada de mañana
Acceder
Sánchez rearma la mayoría de Gobierno el día que Feijóo pide una moción de censura
Miguel esprinta para reabrir su inmobiliaria en Catarroja, Nacho cierra su panadería
Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Criaturas celestiales: el caso Parker-Hulme

22 de junio de 1954, ciudad de Christchurch, Nueva Zelanda. Dos adolescentes sin aliento emergen de Victoria Park. Sus nombres son Pauline Parker, de dieciséis años, y Juliet Hulme, de tan sólo quince. La primera en hablar es Parker: «Por favor, ayuda. Madre se ha caído y se ha golpeado la cabeza con una roca y está cubierta de sangre. Creo que está muerta.»

SANGRE EN VICTORIA PARK

El cadáver de Honora Parker yacía a apenas unos cientos de metros, abandonado al sol del mediodía en una de las sendas que recorrían Victoria Park. La escena era estremecedora. Su cráneo estaba destrozado, el rostro desfigurado. A su lado, podía observarse medio ladrillo teñido de sangre. No muy lejos de allí, las autoridades hallaron una media desgarrada con un lazo en el extremo superior. El tejido desprendido presentaba restos de sangre y cabello.

Los detectives partieron de inmediato a Ilam, residencia de los Hulme, adonde habían sido conducidas las chicas tras el macabro incidente. Su propósito era interrogarlas por separado. El primer turno le correspondió a Pauline Parker, que insistió en que su madre había resbalado y se había golpeado la cabeza con una roca en lo que no había sido más que un terrible infortunio. En lo relativo a la media ensangrentada, la joven explicó que había empleado una vieja prenda que llevaba consigo en aquel momento con el único objeto de limpiar la sangre del cuerpo de su madre. Acto seguido, Juliet Hulme ofreció la misma versión de los hechos que su amiga: la muerte de Honora Parker había sido consecuencia de un fatídico accidente.

Insatisfechos con los resultados obtenidos en la primera ronda de preguntas, los investigadores sometieron a Parker a un segundo interrogatorio. Durante su transcurso, Parker se confesó única autora del crimen: había asesinado a su madre golpeándola repetidas veces en la cabeza -hasta cuarenta y cinco- con medio ladrillo contenido en una media, si bien remarcó que su amiga Juliet no había tomado parte en lo sucedido. Pauline Parker fue trasladada a la comisaría de Christchurch y acusada de asesinato. Su habitación fue registrada, y en ella se descubrió su diario del año 1954. Al día siguiente, con motivo de un nuevo interrogatorio, Hulme proporcionó un testimonio muy distinto:

«En el camino de vuelta, me encontraba caminando al frente. Estaba esperando a que la señora Parker fuera atacada. Escuché ruidos tras de mí. Era una conversación ruidosa y violenta. Vi a la señora Parker como en cuclillas. Estaban peleando. Me di la vuelta. Vi a Pauline golpear a la señora Parker con el ladrillo en la media. Tomé la media y la golpeé también. Estaba aterrorizada. Pensé que una de ellas tenía que morir. Quería ayudar a Pauline. Fue terrible. La señora Parker se movía convulsivamente. Las dos la sujetamos. Aún estaba viva cuando la dejamos. El ladrillo se había salido de la media con la fuerza de los golpes.»

ANTECEDENTES                                       

Juliet Hulme nació en Inglaterra en 1938, hija del reconocido físico Henry Rainsford Hulme y de su esposa Hilda. La delicada salud de Juliet, aquejada de problemas respiratorios desde la niñez, obligó a ésta a pasar largas temporadas alejada de su familia en regiones de clima más apacible, como las Bahamas. En 1948, la familia al completo se mudó a Nueva Zelanda, en donde el doctor Hulme asumió el cargo de rector del Canterbury College de Christchurch. Los Hulme se instalaron en la espléndida Ilam y no tardaron en adquirir un rol prominente en la vida de la comunidad.

Pauline Parker, también nacida en 1938, era hija de Herbert Rieper, propietario de una pescadería, y de Honora Parker, quien regentaba una pensión en la que residía toda la familia. Rieper había abandonado a su mujer y a sus dos hijos para huir con Honora a Christchurch. La pareja vivía como un matrimonio, razón por la que pocos eran los que imaginaban que no estaban casados. Al igual que Juliet, Pauline había padecido serios problemas de salud, en este caso derivados de la osteomielitis que contrajo a la edad de cinco años.

Parker y Hulme se conocieron durante el primer curso de ésta en la Christchurch Girls’ High School. En cuestión de unas pocas semanas, las adolescentes forjaron una sólida amistad que fue celebrada por sus respectivas familias. Poseídas por un mismo frenesí creativo, Parker y Hulme alumbraron todo un universo de fantasía al que dieron forma a través de novelas, poemas y piezas dramáticas que confiaban en publicar en alguno de los grandes sellos editoriales de la ciudad de Nueva York. Tal era la fe que tenían en su inapelable éxito que creían que sus obras literarias serían adaptadas al cine con Hulme como protagonista y Parker detrás de las cámaras. La fama las aguardaba.

«La señora Hulme me dijo que habían descubierto hoy que Juliet tiene tuberculosis en un pulmón. ¡Pobre Giulietta! Sólo ahora soy consciente del afecto que siento por ella. Casi me desmayo cuando lo escuché. Tuve dificultades para no llorar. Sería maravilloso si yo contrajera la tuberculosis también.»

En 1953, debido a la tuberculosis, Juliet Hulme fue internada en un sanatorio durante tres meses que sus progenitores pasaron en Inglaterra. Parker aprovechó cuantas oportunidades se le presentaron para visitar a su amiga, con la que mantuvo un contacto fluido por correspondencia. Con el retorno de los Hulme, Juliet recibió el alta y regresó a casa, aunque no se reincorporó a las clases. Las visitas de Parker a su amiga convaleciente en Ilam se hicieron si cabe más frecuentes, lo que contribuyó al fortalecimiento de los lazos existentes entre ellas. La creciente intensidad de su relación, que parecía haber adquirido un matiz romántico, suscitó los recelos de Honora Parker, quien advirtió de ello a los Hulme. El doctor Hulme recomendó que Pauline fuera examinada por el doctor Bennet, psiquiatra y amigo del académico, y ambas familias comenzaron a poner trabas a sus encuentros, circunstancia que no pasó desapercibida para las chicas.

A comienzos de 1954, los padres de Juliet le anunciaron su inminente divorcio. Su madre, Hilda, había iniciado una nueva relación con un hombre llamado Walter Perry, al que había conocido en el ejercicio de su labor como consejera matrimonial. Henry Hulme firmó su renuncia al cargo de rector del Canterbury College y resolvió volver a Inglaterra acompañado de su hija, a la que dejaría en Sudáfrica. Parker, devastada por la noticia, expresó su firme deseo de seguir los pasos de su amiga, que chocó con la firme oposición de sus padres. Las partes enfrentadas en el juicio coincidirían a la hora de identificar la amenaza de separación de las chicas como el móvil del asesinato.

EL PROCESO

El juicio por asesinato arrancó el 23 de agosto de 1954 y se prolongó hasta el día 28 del mismo mes. Para entonces, el caso había recibido tal cobertura mediática -nacional e internacional- que el fiscal Brown intervino para prevenir al jurado de toda opinión que pudiera haberse formado en las semanas previas al proceso. Dado que Parker y Hulme habían firmado sendas confesiones de culpabilidad antes de recibir asesoramiento profesional, la estrategia de la defensa estuvo orientada a evidenciar la supuesta demencia de la que aquéllas habrían sido víctimas en el momento del crimen.

El eje de su argumentación les fue proporcionado por el doctor Reginald Medlicott, psiquiatra que tuvo la oportunidad de entrevistarse con las jóvenes y accedió a la lectura de sus escritos. La conclusión de Medlicott fue que Parker y Hulme habían sufrido un episodio de paranoia conocido como folie à deux, caracterizado por un profundo extrañamiento de la realidad. El trastorno había sido motivo de atención internacional a raíz del Caso Leopold-Loeb de 1924, cuyos protagonistas se habían propuesto perpetrar el «crimen perfecto» con el asesinato de Bobby Franks. El propio término hacía alusión a un estadio de «locura comunicativa». Por otro lado, su completa inmersión en un mundo de fantasía de su propia génesis distó de favorecerlas. En palabras de Medlicott:

«La muerte repentina, el suicidio y el asesinato asumían proporciones extravagantes. Estaban preocupadas por ideas de gran poder, especialmente la de asesinar sin represalia, y los personajes depravados eran ampliamente respetados.»

Entre las posibles causas de esta condición, Medlicott privilegió la de su aparente homosexualidad, de la que los diarios de Parker ofrecían -desde su perspectiva- indicios más que suficientes:

«No es una relación saludable por sí misma, y lo que es más importante, previene el desarrollo de relaciones sexuales adultas. Con ello no quiero decir relaciones físicas, sino interés por gente del sexo contrario. La homosexualidad está frecuentemente relacionada con la paranoia.»

No en vano, el asesinato fue ejecutado en plena ola de «delincuencia sexual» adolescente, lo que ha llevado a ciertos autores a hablar de un ambiente de «pánico moral» que alcanzó sus más altas cotas aquel año de 1954. La respuesta del gobierno consistió en la publicación del Mazengarb Report. En dicho informe, se establecía un nexo entre el crítico repunte de la «delincuencia juvenil» y el incremento del número de «madres trabajadoras», prescribiendo la permanencia de éstas en el hogar como remedio. La influencia de grupos de presión asociados a distintas confesiones religiosas tuvo un impacto decisivo sobre el desarrollo y las conclusiones del estudio, que ignoraba algunas de las más recientes investigaciones en la materia. El informe se hizo eco del Caso Parker-Hulme e insinuó una relación causa-efecto entre homosexualidad y asesinato. Esta visión fue apuntalada por la prensa, que se recreó en la descripción de una apasionada relación lésbica entre las chicas.

Sus argumentos fueron rebatidos por la acusación, que se apoyó en los testimonios de los doctores Kenneth Stallworthy, James Saville y James Hunter. Así pues, el fiscal Brown acusó a las jóvenes de ser las autoras de un asesinato premeditado. Las entradas del diario de Pauline Parker avalaban esta idea: «¿Por qué no puede morir madre? Docenas de personas están muriendo, miles están muriendo todos los días. ¿De modo que por qué no madre y padre también?» (13 de febrero); «No quiero crearme muchos problemas, sino que parezca una muerte natural o accidental» (29 de abril); «Lo hemos resuelto y ambas estamos emocionadas con la idea. Naturalmente nos sentimos algo nerviosas, pero la expectación es enorme» (19 de junio). En la víspera del asesinato, Parker escribió:

«Deborah [su apodo para Hulme] llamó y decidimos utilizar un ladrillo en una media en lugar de una porra. Discutimos el asesinato en profundidad. Me siento muy emocionada, como si estuviera planeando una fiesta sorpresa. Así que la próxima vez que escriba en el diario, madre estará muerta. Qué extraño, y sin embargo qué agradable.»

Tras apenas dos horas de deliberación, Parker y Hulme fueron declaradas culpables de asesinato. Demasiado jóvenes para la horca, las adolescentes fueron encarceladas «a voluntad de Su Majestad», noción jurídica referida una condena de duración indefinida. Juliet Hulme fue enviada a la cárcel de Mount Eden, y Parker a la de Paparua. No se les permitió mantener ningún tipo de contacto entre sí. En los cinco años que duró su confinamiento, ninguna de ellas recibió tratamiento psiquiátrico.

EPÍLOGO

Hulme fue la primera en dejar la prisión. En los días que siguieron a su liberación, abandonó Nueva Zelanda para reunirse con su madre y su nuevo marido en Reino Unido. Bajo la nueva identidad de Anne Perry, Hulme se convirtió en una autora superventas de novelas de misterio. Por lo que respecta a Pauline Parker -en adelante Hilary Nathan-, permaneció en libertad vigilada en Nueva Zelanda hasta 1966 y se convirtió en una católica devota.

Se cree que nunca han vuelto a verse.

22 de junio de 1954, ciudad de Christchurch, Nueva Zelanda. Dos adolescentes sin aliento emergen de Victoria Park. Sus nombres son Pauline Parker, de dieciséis años, y Juliet Hulme, de tan sólo quince. La primera en hablar es Parker: «Por favor, ayuda. Madre se ha caído y se ha golpeado la cabeza con una roca y está cubierta de sangre. Creo que está muerta.»

SANGRE EN VICTORIA PARK