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Laura Nicholls, una campeona asimilando sus logros: “Nunca decidí que quería dedicarme al baloncesto”

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Las medallas de oro y plata que acumula tanto en campeonatos europeos como en mundiales son probablemente lo primero que asocia la gente al nombre de Laura Nicholls. Su carrera en el deporte está a la altura de las mejores. Ha formado parte de la que se conoce como la mejor generación de baloncesto femenino en la Selección Española, con la que ha jugado desde su debut en 2008, y ha participado también en dos Juegos Olímpicos alcanzando el segundo puesto en el podio durante la competición de Río de Janeiro en 2016.

Con una trayectoria profesional remarcable no es de extrañar que se ensalce su faceta de jugadora, si bien, como referente en el ámbito del deporte, le gustaría “que conozcan a la persona antes que a la deportista”. Ya retirada, Nicholls habla con elDiario.es para rememorar su trayectoria, echar un vistazo al futuro y redescubrir a la mujer inquieta tras la jugadora, todo ello en el pabellón donde comenzó todo: la Asociación Deportiva Amide, en el municipio cántabro de Camargo.  

Cabría esperar que se hubiese acostumbrado a las medallas y a las victorias, pero Nicholls reconoce que “es curioso porque cuando consigues un triunfo o una medalla lo que piensas es que te quieres ir a casa”. El esfuerzo, el sacrificio y la presión que conlleva cada competición hace que, aunque en el momento se celebre, “no lo valoras y no sabes realmente lo que significa”, cuenta. Es ahora, tras algo más de un año alejada de la cancha, cuando ha comenzado a asimilarlo todo. Casi una década después de su primer oro europeo empieza “a disfrutarlo y a ser consciente de lo que he hecho”, explica la jugadora.

Lo hace ahora porque para Nicholls mantenerse en la élite implicaba meterse en una “noria” en la que “no te paras a pensar porque, si no, al día siguiente tropiezas”. A esa realidad se añade que ella es de por sí una persona ambiciosa y, como tal, “siempre se quiere más. Tienes una medalla, bueno, ¿Y la siguiente, qué? En qué puedo mejorar, qué puedo trabajar, que puedo entrenar...”. Esos eran los pensamientos que formaban la noria y que la enfocaban siempre en el siguiente paso que debía dar.

Sin embargo, no siempre fue así. Antes de trabajar para mantenerse en lo más alto del baloncesto, tuvo que llegar. Cuando comenzó a jugar en el pabellón de Amide no se imaginaba en ningún momento dónde acabaría. Recuerda esos años con cariño y quizá por eso no puede evitar que se le escapé alguna lágrima mientras recorre con la mirada la pista de baloncesto durante la sesión de fotos previa a la entrevista. “Yo vengo de una familia humilde, mi madre tenía pocos recursos en ese momento y yo jugaba al baloncesto porque no me aguantaban en casa”, bromea.

Todavía tiene cierta energía de la niña hiperactiva que era en ese entonces y que empezó en el baloncesto “casi por error”, después de intentar otros deportes. Mantiene que, de no ser por las relaciones que forjó durante su etapa en el equipo y los valores que se desprenden del deporte, no hubiera seguido en el juego. “Gracias a las amistades que hice jugando aquí, llegué a ser quien soy. Si no, no hubiese visto que el deporte era la herramienta más bonita o eficaz para ser feliz, para conocer gente y para pasármelo bien. Y esto empezó aquí, en el Amide, aunque yo era muy mala”, desvela entre risas. Por suerte, era un “portento físico”, lo que sumado al trabajo que realizó después le llevó a destacar.

“Nunca he decidido que quería dedicarme al baloncesto”

El trabajo duro también llegó para Laura Nicholls más adelante. De hecho, afirma que “nunca decidí que quería dedicarme al baloncesto”. Cuando la llamaron de la Universidad Siglo 21 en Barcelona para ficharla ella “ni siquiera sabía que se podía dedicar uno al baloncesto, no había visto baloncesto en mi vida por la tele”. “A mí me dijeron: te vas fuera de casa sin tus padres, y yo dije, ¡Hombre, claro!”, cuenta Nicholls. Cuando llegó allí empezó a entrenar cuatro horas diarias, durante cuatro años, hasta que la ficharon en un equipo de Vigo. Sería la primera vez que cobraría por jugar.

En ese momento, “no quería ser deportista de élite, quería ser Laura la que se divirtiese jugando, y eso me llevó a donde me llevó. A lo mejor si no lo hubiese hecho así no hubiera llegado”, se plantea. Luego, cuando tenía alrededor de 20 años, el baloncesto se convirtió en algo que hacia casi por inercia. Jugaba, la llamaban y la pagaban. “Me levantaba sin ninguna motivación, hacía mi trabajo como mucha gente en la vida. Es totalmente respetable, pero a mí me llevaba la corriente”, recuerda Nicholls.

A ello se sumaba el hecho de que “esa Laura Nicholls no me terminaba de gustar del todo porque yo notaba que quería ser algo más que jugadora de baloncesto en mi vida. Me pesaba mucho no poder estudiar, solo meter el baloncito por el aro”, cuenta. El punto de inflexión fue cuando se planteó que quizá por esa visión “no estaba siendo feliz”, y a partir de ese momento decidió dar un paso y se dijo: “Hay que ser más competitiva, ponte metas, entrena más, tómatelo al 200%”. Ese año pasó de no jugar ni un minuto con la Selección Española a ser la jugadora con más minutos, pero eso solo fue la parte visible del verdadero cambio que se dio en su forma de pensar. “Al final, yo me quería sentir orgullosa cuando me fuese a dormir y así lo fui consiguiendo”, afirma Nicholls.

“Prefiero ser una persona de la que mi abuela siempre esté orgullosa”

Al mismo tiempo, le permitió convertirse en el referente que es hoy en día el mundo del deporte con el escrutinio público que eso conlleva y con el que lo pasó “muy mal”, sobre todo, al principio. Ahora dice que la gente en Cantabria ya se ha “cansado” de verla, pero antes, el sentir que la gente pensaba que la conocía y que podía valorar sus decisiones le hacía sentir que “perdía la capacidad de pensar por mí misma sin que te juzguen”. Un choque de realidad para una persona que es “de bajar en pijama a la calle”, bromea.

“Me costó aprenderlo y lidiar con ello, pero algo positivo que tiene al final es que tengo la capacidad de poder hacer cosas buenas por los demás. Por eso ahora ya lo llevó bien, pero me sigue pasando lo que decíamos antes: me gusta que conozcan a la persona antes que a la deportista”, asegura. Le parece especialmente importante en los más jóvenes. Siente la necesidad de ser un modelo que muestre a los niños la realidad de los deportistas de élite y que desmienta a lo que califica como “referentes de mentira”.

Estas figuras que “ocupan las redes sociales, con estímulos de la televisión que están vendiendo a la juventud algo que es ficticio y que viene siendo el ser famoso”, omiten que la mayoría del tiempo los deportistas son “personas normales” con una gran cantidad de trabajo detrás. “Todos los niños quieren ser Cristiano Ronaldo o Messi, tener sus novias, su dinero, pero cuando les preguntan: cuántos de vosotros entrenáis seis horas al día. Ah, ninguno. Claro. Pues es que, si realmente lo quieres, es lo que cuesta. Ya no en el deporte, en general, siempre le digo a los niños: mira tú siempre que hagas algo que no te gusta y acabes haciéndolo no solo te acabará gustando, sino que además acabarás siendo mejor persona”, defiende.

Ella misma sostiene haberse visto muy influenciada por los valores que inculca el deporte. El que más destaca es el respeto al rival “casi más” que a su propia persona, pero hay otros muchos que “no somos capaces de verlos cuando estás dentro” del deporte de élite. Por ejemplo, “una resistencia al fracaso muy alta, al que te da igual lo que te digan. Tú sabes que tienes que trabajar, que te tienes que levantar”, valora la jugadora.

Quizá esta visión del deporte y de su propia figura sea lo que le haya permitido escapar de la egolatría que a veces alcanza a los deportistas reconocidos para continuar manteniéndose cercana y natural. “Yo me considero una persona muy afortunada. He trabajado, he metido mucho esfuerzo, pero también he tenido mucha suerte y no me creo mejor que nadie porque somos personas ¿no? Yo soy nieta, soy hija, soy hermana y no veo más allá. No he sido capaz de ver a Nicholls la jugadora en mi vida”, confiesa.

Matiza, sin embargo, que si bien el ego es contraproducente en el deporte porque “al final hace que tropieces”, lo que sí hay que tener es “orgullo”, afirma contundente Nicholls. “Me considero más persona que jugadora de baloncesto y doy gracias a ello. Creo que es muy importante. Si lo hubiese perdido creo que lo hubiera dejado antes. El día que yo me hubiese sentido que era egocéntrica o que me lo tenía muy creído no me lo hubiera perdonado, prefiero ser una persona de la que mi abuela siempre esté orgullosa”, reflexiona Laura.

Sin embargo, pudo seguir en el baloncesto hasta el pasado mes de mayo. Desde que se retiró no ha vuelto a jugar, porque reconoce que lo que le gustaba era competir, “la sensación de responsabilidad”. “Lo que más me gustaba de mi trabajo era que yo, antes del partido, tenía la equipación ‘estiradita’ y me ponía el uniforme. Ese momento de ponerte el peso de la camiseta, porque yo notaba que pesaba kilos. Era mi parte favorita de ser deportista”, recuerda. No se ve echando una pachanga o entrenando con un equipo porque cree que le haría echarlo de menos.

En su futuro tampoco contempla volver a jugar profesionalmente, aunque si algún día se lía la manta a la cabeza lo haría en el Fenerbahçe, único equipo por el que fichó dos veces en sus 14 temporadas como profesional. “Les tengo mucho cariño, es un club que respeto muchísimo, que si en algún momento tuviese que volver a jugar sería la meta que me pondría: volver a ese equipo porque es admirable el trabajo que hacen allí”, afirma Nicholls.

“Mi vida a partir de ahora quiero que gire en torno a ayudar a aquellos jóvenes que no tienen tantos recursos como yo tengo ahora o como otros niños”, cuenta. “Creo que el deporte es un factor para igualar a todo el mundo y al final si hubiese hecho un equipo los niños que podría entrenar con ellos sería un número bastante reducido, así que estoy sacando un proyecto adelante, uno muy bonito con el que quiero llevar el baloncesto a todos los rincones de Cantabria”. Para Laura Nicholls, lo principal es que “hay que devolver lo que se ha recibido y yo tengo la creencia de que, si puedo, debo”, concluye. 

Las medallas de oro y plata que acumula tanto en campeonatos europeos como en mundiales son probablemente lo primero que asocia la gente al nombre de Laura Nicholls. Su carrera en el deporte está a la altura de las mejores. Ha formado parte de la que se conoce como la mejor generación de baloncesto femenino en la Selección Española, con la que ha jugado desde su debut en 2008, y ha participado también en dos Juegos Olímpicos alcanzando el segundo puesto en el podio durante la competición de Río de Janeiro en 2016.

Con una trayectoria profesional remarcable no es de extrañar que se ensalce su faceta de jugadora, si bien, como referente en el ámbito del deporte, le gustaría “que conozcan a la persona antes que a la deportista”. Ya retirada, Nicholls habla con elDiario.es para rememorar su trayectoria, echar un vistazo al futuro y redescubrir a la mujer inquieta tras la jugadora, todo ello en el pabellón donde comenzó todo: la Asociación Deportiva Amide, en el municipio cántabro de Camargo.