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Raquel García Ceballos, la mujer que camina cordilleras: “No puedo hacer un reto deportivo sin añadir componente social”

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Poco hace falta para darse cuenta de que una persona siente lo que cuenta y disfruta con lo que hace. Raquel García Ceballos es un claro ejemplo y tan solo basta una conversación distendida con ella para cerciorarse de ello. Y es que para definirse a sí misma enseguida menciona la montaña, su principal pasión, como si de una extremidad vital de su cuerpo se tratara, y para narrar sus aventuras y expediciones entre picos no se deja detalle y pone énfasis en cada anécdota, como si quisiera que estuvieras allí, viendo y sintiendo lo mismo que ella.

Raquel es natural de Torrelavega, aunque lleva viviendo 20 años en Suances: “Vivo en la playa y adoro la montaña”, reconoce en conversación con elDiario.es. Asegura que es “un poco contradictorio” que todos los lugares en los que ha vivido sean zonas de costa, pero dice tener claro que su destino son los Picos de Europa.

Y es que Raquel es la primera mujer española en atravesar el Himalaya de Nepal a pie. Fueron más de 1.000 kilómetros con un desnivel acumulado de 35.780 metros en 66 días, conectando el Kangchenjunga y el Dhaulagiri, y pasando por el Makalu, Everest, Lhotse, Cho Oyu, Manaslu y Annapurna. “Fue bastante más puro mentalmente, aparte de que era mi primera relación con Nepal, no había estado nunca”, explica, mientras relata que pasaron por aldeas por las que nunca había pasado un extranjero.

No se puede decir nunca lo que no harás, pero yo creo que no podría hacer una expedición o un reto deportivo sin añadirle el componente social o solidario, quedaría un proyecto cojo

Pero es que además, sus expediciones albergan siempre un carácter social mediante iniciativas educativas o sanitarias. “No se puede decir nunca lo que no harás, pero yo creo que no podría hacer una expedición o un reto deportivo sin añadirle el componente social o solidario, quedaría un proyecto cojo”, reconoce.

Y es que en Nepal impulsó un proyecto de educación y de igualdad, entregando material escolar por las escuelas públicas. “Cuando digo escuela hay que cambiar un poco la idea que tenemos porque allí la mayoría son aulas donde en la misma habitación se encuentran niños de cuatro hasta 12 años, aprendiendo todos lo mismo sentados en el suelo. En la mayoría de los casos el único material que disponen es de cuadernos y lapiceros, en otros ni siquiera tienen luz y aprenden hasta que la luz natural se va”, expone esta deportista, tras añadir que en las aldeas remotas había más igualdad de género que en las ciudades.

“En las aldeas, el hombre hacía las mismas labores que la mujer, pero luego ibas a la ciudad y las mujeres seguían teniendo el papel de realizar las labores de la casa y el cuidado de los niños”, recuerda.

Otro de sus retos deportivos reseñables con marcado componente social fue la subida al Pisang Peak de Nepal con más de 6.000 metros de ascensión. Y aunque se quedaron a escasos 600 metros de alcanzar la cima, la experiencia fue tan enriquecedora que le sirvió para publicar un libro de fotografías, ‘Nepal, el país de los sentidos’.

La parte sanitaria de este reto fue la más novedosa de esta expedición, a través de campamentos médicos en las aldeas por las que iban pasando. “Ellos saben lo que son médicos y medicamentos, pero no tienen acceso ni rápido ni fácil a ello. Nosotros hacíamos esos campamentos itinerantes sanitarios, donde el médico o nosotros mismos avisábamos a la gente de la casa en la que estábamos para que corrieran la voz por la aldea”, explica Raquel.

Así, según su testimonio, invertían horas en el mismo lugar atendiendo a gente con tratamientos que no requerían de un seguimiento médico. “Eso es imposible, a no ser que te quedes unos meses o a vivir. Por eso llevábamos paracetamol, colirio, antibiótico, ibuprofeno…lo más básico para nosotros”, señala, al tiempo que subraya la “gratitud” con la que lo reciben. “Me marcó la mirada de la gente, cómo actúan, cómo te miran y con qué gratitud reciben un paracetamol o que les tomes la tensión o que les digas que tienen que ir al médico a que les miren la artrosis”, resalta Raquel.

Según esta montañera, la visita a un orfanato en Katmandú, donde todos los niños y niñas que residían habían sido rescatados de la cárcel donde su padre o madre, y en algún caso los dos, estaban presos fue “la parte social y educativa más dura”. Como duro fue para ella no poder culminar el reto deportivo.

“Ha sido de las cosas más duras que he hecho”, reconoce. “Yo me enfrentaba a algo que no conocía, que era la altitud. A esos fríos me había enfrentado y he comprobado que mi cuerpo lo soporta, en ese caso es mucho cuestión de cabeza, pero hay cosas que físicamente, por mucha cabeza que tengas, si tu cuerpo dice basta, es basta”. Y así fue como tuvo que tomar la decisión de dar media vuelta antes de tocar cima.

“Podíamos haber hecho cima, pero íbamos fuera de tiempo. Yo no estaba llegando a los 150 metros a la hora que se hacen en esas altitudes, por lo que no salían los cálculos. Si no llegas a la hora prevista y te arriesgas a subir a esa cima lo más probable es que no bajes”, sentencia.

Pese a ello, la expedición le ha servido, además de para sacar un libro -cuya recaudación también tiene un fin social-, para realizar conferencias por toda España, y como inspiración para otra de sus pasiones: la pintura, para la que se inspira en la montaña.

“Tengo tanta inspiración de todo lo que he visto que estoy saturada. Me pongo delante del lienzo y es como si viera un cuadro encima de otro. Es una cosa curiosa, ahora me sobra inspiración”, concluye.

Poco hace falta para darse cuenta de que una persona siente lo que cuenta y disfruta con lo que hace. Raquel García Ceballos es un claro ejemplo y tan solo basta una conversación distendida con ella para cerciorarse de ello. Y es que para definirse a sí misma enseguida menciona la montaña, su principal pasión, como si de una extremidad vital de su cuerpo se tratara, y para narrar sus aventuras y expediciones entre picos no se deja detalle y pone énfasis en cada anécdota, como si quisiera que estuvieras allí, viendo y sintiendo lo mismo que ella.

Raquel es natural de Torrelavega, aunque lleva viviendo 20 años en Suances: “Vivo en la playa y adoro la montaña”, reconoce en conversación con elDiario.es. Asegura que es “un poco contradictorio” que todos los lugares en los que ha vivido sean zonas de costa, pero dice tener claro que su destino son los Picos de Europa.