'Cántabros con Historia' es un blog en el que intentaremos sacar brillo a los logros de todos esos personajes ilustres por cuyas calles paseamos a diario sin tener ni idea de cuáles fueron sus méritos. En los textos que siguen intentaremos trazar la biografía de unos hombres y mujeres que, desde una pequeña tierra en el norte de España, contribuyeron con sus aportaciones al desarrollo de la ciencia, la literatura, la política o el arte. Este blog, patrocinado por la Consejería de Cultura del Gobierno de Cantabria, está escrito por el periodista Miguel Ángel Chica y tiene como única pretensión reivindicar su memoria, para que sus nombres permanezcan en el recuerdo. Los estudiantes del Ciclo Formativo de Técnico Superior en Ilustración de la Escuela de Arte número 1 de Puente San Miguel son los encargados de retratar, a través de distintas técnicas pictóricas, a todos los protagonistas.
Josefina Aldecoa, historia de una maestra
La vida se recuerda a saltos, a golpes. Lo dice Gabriela López Pardo, la protagonista de Historia de una maestra, la novela que Josefina Aldecoa escribió como regalo para su madre. También como homenaje a los maestros de la República que cruzaron montañas y secarrales de camino a pueblos perdidos donde esperaban niños perdidos a los que nadie, hasta entonces, se había preocupado de enseñar a leer y escribir.
La vida se recuerda a saltos, a golpes. Josefina Aldecoa nació en La Robla, León, en 1926. Hija de maestra, nieta de maestra. Conoció desde joven los principios del krausismo y la Institución Libre de Enseñanza que profesaban su madre y su abuela. Sobre ellos fundó el Colegio Estilo, en 1959, en la colonia del Viso, en Madrid. Lo explicaba así: “Quería algo muy humanista, dando mucha importancia a la literatura, las letras, el arte; un colegio que fuera muy refinado culturalmente, muy libre y que no se hablara de religión, cosas que entonces eran impensables en la mayor parte de los centros del país”.
Aldecoa fue maestra por vocación y escritora por accidente, según confesión propia. Estudió Filosofía y Letras y se doctoró en Pedagogía. En 1960 una editorial la animó a publicar su tesis doctoral, El arte del niño. Un año después apareció una colección de relatos, A ninguna parte. Casi una década antes, en 1952, se había casado con Ignacio Aldecoa, un joven escritor vasco al que todavía le quedaban dos años para publicar su primera novela.
Josefina Aldecoa estableció contacto con la literatura en León. Por entonces todavía se llamaba Josefina Rodríguez. En la revista Espadaña sintió por primera vez el vértigo de asomarse al público. La vida se recuerda a saltos, a golpes. En 1944 Josefina Rodríguez se trasladó a Madrid. La imagen de la ciudad en aquellos años nos la proporciona un verso de Dámaso Alonso que recogía elogios por entonces: Madrid es una ciudad de un millón de muertos.
Entre aquel millón de muertos se conocieron Josefina Rodríguez e Ignacio Aldecoa. Madrid en los años cincuenta era un hervidero de escritores recientes con estudios universitarios -“señoritos de nacimiento, por mala conciencia escritores de poesía social”, según la definición de Jaime Gil de Biedma, que se incluía a sí mismo en el grupo y en el objeto definido- y muchos formaron parte del círculo privado de Ignacio Aldecoa y Josefina Rodríguez. Nacidos en los años veinte, niños durante la guerra, adolescentes en la posguerra, adultos en un país desangrado, la mayoría de aquellos jóvenes aparecen hoy en día en los manuales de literatura: Rafael Sánchez Ferlosio, Carmen Martín Gaite, Alfonso Sastre, Jesús Fernández Santos, Ana María Matute, Rafael Azcona.
La Revista Española que dirigían Ignacio Aldecoa, Sánchez Ferlosio y Alfonso Sastre publicó el primer cuento de Truman Capote que se leyó en España. El relato había sido traducido por Josefina Rodríguez. La vida se recuerda a saltos, a golpes. Los recuerdos no siempre son agradables. Ignacio Aldecoa murió en 1969. Una úlcera que nunca se preocupó de cuidar. Como homenaje póstumo Josefina Rodríguez recogió de la muerte el apellido de su marido. En adelante firmó como Josefina Aldecoa.
La literatura quedó en segundo plano, al fondo de la habitación, puede que alojada en el cuarto de las visitas. Josefina Aldecoa se centró en su vocación pedagógica y durante una década volcó todos sus esfuerzos en el Colegio Estilo. Quizás porque más allá de la escritura, para Aldecoa la enseñanza fue siempre la actividad fundamental de su vida.
En los años sesenta Estilo era una pequeña revolución que recuperaba el espíritu de otras experiencias previas, principalmente la Institución Libre de Enseñanza, pero también la Academia de Matilde de la Torre y tantos otros centros que intentaron aplicar los principios del krausismo durante la II República. España era una dictadura. Cuando uno cruzaba las puertas del Colegio Estilo la dictadura se evaporaba.
Aldecoa estuvo cincuenta y dos años al frente del centro. Solo la muerte, en 2011, le apartó de una tarea a la que dedicó dos terceras partes de su vida. Desde un barrio de Madrid impulsó una educación laica y moderna, potenciando el sentido crítico y la creatividad de los estudiantes. El centro sigue en funcionamiento bajo la dirección de su hija, Susana Aldecoa. Acoge a doscientos alumnos que estudian en inglés, apenas tocan un libro de texto e ilustran sus propios cuadernos.
A principios de los años ochenta Josefina Aldecoa tomó la decisión de regresar a la literatura. Había pasado una década desde la muerte de su marido y la escritora rebuscó en sus recuerdos para escribir Los niños de la guerra, una crónica de la generación literaria de los cincuenta. El libro, que surgió a raíz de un encargo editorial, se publicó en 1983. Aldecoa tenía cincuenta y seis años. Durante las tres décadas siguientes publicaría más de una veintena de obras y se convertiría en una de las voces más reconocibles de la literatura española.
La vida se recuerda a saltos, a golpes. Josefina Aldecoa escribió la mayor parte de sus obras en una casa en Mazcuerras. En los descansos que le permitía su labor al frente del Colegio Estilo, Aldecoa se trasladaba a Cantabria, desde donde proyectó los cimientos de su obra. Aseguraba que Mazcuerras era su “lugar en el mundo”. Allí murió en 2011, a los 85 años de edad, a causa de una insuficiencia respiratoria.
Un vistazo a la bibliografía de Aldecoa nos informa de su actividad en Mazcuerras: La enredadera (1984) Porque éramos jóvenes (1986) El vergel (1988) Cuento para Susana (1988). En 1990 publicó Historia de una maestra. El libro no ha dejado de publicarse y leerse desde entonces. Pocos profesores y estudiantes de Magisterio desconocen la obra, el mayor éxito editorial de Josefina Aldecoa, basada en las experiencias de su madre durante la República.
Historia de una maestra es la primera parte de una trilogía que completó con Mujeres de negro (1994) y La fuerza del destino (1997). En el prólogo de la edición de 2006 Josefina Aldecoa escribió: La historia es ficticia, pero todo lo que ocurre en ella es real, es un testimonio histórico que sirve además para conocer las durísimas condiciones de trabajo de los profesores rurales y el papel tan importante que desempeñaron haciendo gala de una constante vocación.
Un párrafo de cinco líneas sirve para fijar en la memoria el país que recorrieron aquellos profesores: En el rompecabezas no encajo unas piezas con otras. Salto de la posada a la escuela. El primer día tenía preparado un discurso pero no me salió. Únicamente dije: “¿Quién sabe leer?” Y un niño menudito y rubiaco dijo: “Yo”. “¿Y los demás?, insistí. ”Los demás no saben“, contestó él. ”Si supieran no estarían aquí...“ ”¿Dónde estarían?“, pregunté estúpidamente. Y él sonrió lacónico y dijo: ”Trabajando“.
Durante los últimos años de su vida, Aldecoa siguió escribiendo con regularidad. En 1998 publicó Confesiones de una abuela. En 2001 Fiebre. En 2002 El Enigma. En 2004 publicó sus memorias con el título de La distancia. En 2005 La Casa gris. Recogió premios y homenajes. En 2003 recibió el Premio Castilla y León de las Letras. En 2006 la Medalla de Oro de las Bellas Artes. En 2008, a los 82 años, publicó Hermanas, su última novela.
En 2001 fue elegida pregonera del Día de Cantabria. Durante su discurso pronunció las siguientes palabras: “Es mi tierra elegida”.
Sobre este blog
'Cántabros con Historia' es un blog en el que intentaremos sacar brillo a los logros de todos esos personajes ilustres por cuyas calles paseamos a diario sin tener ni idea de cuáles fueron sus méritos. En los textos que siguen intentaremos trazar la biografía de unos hombres y mujeres que, desde una pequeña tierra en el norte de España, contribuyeron con sus aportaciones al desarrollo de la ciencia, la literatura, la política o el arte. Este blog, patrocinado por la Consejería de Cultura del Gobierno de Cantabria, está escrito por el periodista Miguel Ángel Chica y tiene como única pretensión reivindicar su memoria, para que sus nombres permanezcan en el recuerdo. Los estudiantes del Ciclo Formativo de Técnico Superior en Ilustración de la Escuela de Arte número 1 de Puente San Miguel son los encargados de retratar, a través de distintas técnicas pictóricas, a todos los protagonistas.