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Las cuevas de El Castillo, Las Monedas y Covalanas siguen los pasos de Altamira y restringen sus visitas

La consejera Eva Fernández y el responsable de las cuevas de Cantabria, Roberto Ontañón, explican con  un gráfico la evolución de las visitas a las principales cavidades desde 2020 y los cambios que se introducirán.

Javier Fernández Rubio

Santander —

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La cueva rupestre de El Castillo, en Puente Viesgo, verá recortada la afluencia de visitantes sustancialmente a partir del 15 de septiembre, ya que así lo aconsejan los estudios para la sostenibilidad de los vestigios prehistóricos ante el deterioro que se ha constatado en los paneles rupestres desde 2020.

El Castillo, Las Monedas y Covalanas siguen así los pasos de Altamira y restringirán las visitas, en distinto grado. El Castillo, la más valiosa, que ha llegado a tener 60.000 visitas anuales, con las nuevas medidas introducidas por la Consejería de Cultura de Cantabria solo admitirá 1.000. La afluencia semanal establecida se ha recortado drásticamente. En Las Monedas tendrán recortes parejos.

Así lo han comunicado públicamente este viernes la consejera de Cultura, Eva Fernández, y el responsable de las cuevas de Cantabria, Roberto Ontañón.

Aunque no corran peligro, la presencia humana ha supuesto un deterioro de los vestigios prehistóricos en estas cuevas Patrimonio de la Humanidad. El nuevo régimen de visitas pretende minimizar así el impacto humano y que las mismas sean sostenibles.

Se han establecidos varias fases, una transitoria y otra permanente, manteniéndose las reservas hechas hasta ahora. La transitoria se ha iniciado ya y concluye el 15 septiembre. Pretende reducir el número visitantes para observar cómo afecta a los parámetros microclimáticos y hacer ajustes. A partir de septiembre solo podrán entrar 384 personas a la semana (2.336 actualmente) en El Castillo (hasta el 15 de septiembre se reducen hasta 780 semanales). En las Monedas se pasará de las 1.236 actuales a 240 (624 hasta septiembre); y en Covalanas, de 102 a 90 (no hay grandes diferencias por fases al tener ya las visitas muy ajustadas).

“Tienen un ecosistema muy frágil y cualquier cambio puede modificar las condiciones y hay que estar vigilantes para tomar las medidas oportunas. La Universidad de Almería y el CSIC han realizados estudios desde 2020 y hemos llegado a un punto en que hay que restringir las visitas para proteger el entorno. Los últimos años observado que visitas afectan al microclima de estas cuevas y debemos corregir el régimen actual. No es una emergencia inmediata, pero hemos visto señales que no podemos obviar”, ha declarado la consejera de Cultura.

“No están en riesgo inminente de deterioro e irreversible -ha comentado por su parte Ontañón-. No se cierran al público, como cuando el País Vasco decidió cerrar todas sus cavidades al público”; pero “nuestros conocimientos nos dicen, con estudios de tres años y mediciones cada pocos minutos, que hay que minimizar los riesgos de deterioro.

En estos tres años, se ha comprobado en momentos de cierre de las visitas que la presencia de biofilm (comunidades de organismos) no solo no desaparecía, sino que proliferaba coincidiendo con las visitas, que producen una elevación de la temperatura y de la emisión de CO2, caldo de cultivo propiciatorio para los micrroganismos orgánicos. Los hallados hasta ahora se han reiterado por procedimientos mecánicos, pero de lo que se trata es de que no vuelvan a aflorar, de ahí las restricciones.

También se ha comprobado por las mediciones hechas con sensores que el calentamiento del planeta está afectando a las cuevas al elevarse el registro de temperaturas, toda vez que la humedad del interior de las cavidades es prácticamente del 100%. Aparte del efecto del cambio climático, la temperatura de las cuevas se ve afectada por el cambio de las estaciones y fenómenos atmosféricos como el viento sur.

La política regional en la gestión de las cuevas experimenta así un giro radical, pasándose de la apertura prácticamente sin límites a una restricción seria.

El “turismo subterráneo” hizo acto de aparición en Cantabria en los años 50, cuando el Patronato de las Cuevas Históricas acometió trabajos “faraónicos” para la accesibilidad del público. En aquel momento, según ha relatado Ontañón, la Diputación Provincial no tenía conciencia de los grandes peligros derivados de la entrada de público.

A principios de los 60, sobre todo después de que Lascaux en Francia fuera cerrada “a cal y canto”, comienza a existir una preocupación por la sostenibilidad de las pinturas y vestigios rupestres. En Cantabria, la cueva de Altamira, dependiente del Estado, ha experimentado una restricción prácticamente total de visitas, que se reducen en la actualidad a cinco semanales durante media hora. Ahora las restricciones llegan a las cuevas del ámbito autonómico.

“Nuestras cuevas están abiertas desde los años 50, con variaciones. El régimen 'tradicional' contemplaba dos días de cierre a la semana y el resto de la semana admitía cifras elevadas. Se varió en 2007, en que llegaron a estar abiertas todos los días. En 2011 se volvió a régimen anterior y luego al cierre de un día a la semana”, ha relatado Ontañón, quien ha dejado claro que “la 'capacidad de carga' de una cueva se define no por capricho, sino por su fragilidad ante la presencia de visitantes”. Tras la pandemia, desde mayo 2021 se reabririeon por fases las cuevas hasta su reapertura plena en julio de 2022.

El proceso técnico de medición

Las cuevas tienen equipos de medición con sensores que ofrecen una visión de la dinámica ambiental, básicamente dos: temperatura y CO2. Sobre esa base, se observan los cambios que produce la presencia de personas.

Cada parámetro ambiental se contrasta con las cifras de visitantes (años 2021 y 2022) en cuanto a número y horario de visita. Se obtiene así analíticas que plasman la variación según las entradas y número de personas cada día. “Hemos hecho gráficas anuales en donde se ve cómo varían según las épocas del año”, ha dicho. Y se comprueba “la alteración por las visitas”.

“Hacemos modelos estadísticos que nos sirven para definir los umbrales, como los que tiene Altamira, a partir de los cuales se conoce el número de visitas que superan la variación natural. Por otro lado, hemos comprobado que se produce un sobrecalentamiento, un efecto acumulativo. Con estos modelos matemáticos hemos puesto cifras, con máximos de admisión para mantener la dinámica natural ”.

Para Ontañón, las restricciones, paradójicamente, van a suponer un incremento en la calidad de la visita. “A partir de ahoras, las visitas van a ser un lujo, para la gente verdaderamente interesada”, ha concluido.

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