María José Iriarte, profesora de la Universidad del País Vasco, ha sido la encargada de analizar los restos de polen fosilizados hace ya más de 16.000 años que han aparecido en la tumba de la Dama Roja de la cueva de El Mirón, en Ramales de la Victoria. Los resultados obtenidos tras el análisis determinan que “se depositaron flores completas en la tumba”, aunque no se ha podido asegurar con certeza que el objeto de esta acción sea una ofrenda ritual a la fallecida o un fin más sencillo, como el de evitar malos olores asociados al enterramiento.
La tumba de la Dama Roja se remonta a la época del Paleolítico superior y fue descubierta en 2010. La revista Journal of Archaeological Science dedica un número especial que reúne todos los estudios realizados al respecto. Se trata de una de las pocas tumbas de la época que se encuentra intacta y no contaminada. El nombre de la misma viene dado por la coloración roja que presentan los huesos y el sedimento en el que reposan, lo que hace indicar la utilización del ocre como parte del ritual de inhumación.
Esta cavidad estuvo habitada desde el Paleolítico medio hasta la Edad del Bronce, y contiene, por tanto, un importante depósito arqueológico. Descubierta en 1903, las primeras investigaciones sistemáticas no se realizaron hasta la campaña del año 2010, momento en el que se descubrió esta importante fosa.
La tumba contiene los restos óseos de una mujer con una edad comprendida entre los 35 y los 40 años. La misma está situada al fondo de la cueva, en un espacio comprendido entre la pared y un bloque desprendido del techo. Además, en esta zona se pueden contemplar grabados de la época.
El grupo de investigadores, que ha sido liderado por Iriarte y por el profesor Álvaro Arrizabalaga, se ha encargado del estudio de las condiciones medioambientales en las que fue llevado a cabo el enterramiento. Para ello, han realizado un pormenorizado análisis de las esporas y los pólenes conservados en el sedimento junto con los restos de microfauna recuperados.
Las condiciones eran muy frías y relativamente secas algo que influyó en el paisaje vegetal de la zona. Para ellos, “la hipótesis más verosímil es que se depositaron flores completas, pequeñas, de un tono blanco o amarillento en la tumba”, ha explicado Iriarte, aunque se desconoce el propósito.