Milagros, Goya, Julia y Carmina son cuatro mujeres que comparten una historia común: son víctimas del franquismo. Tienen 84, 83, 82 y 80 años y quieren seguir contando. Sus padres fueron arrancados de sus casas cuando solo eran unas niñas y sus restos yacen en fosas comunes que, probablemente, jamás serán rescatadas. Sus progenitores fueron represaliados durante la dictadura por defender ideas contrarias al régimen y ellas tuvieron una infancia marcada por el estigma y la vergüenza en una sociedad que miró para otro lado, también cuando alcanzó la democracia y no hizo nada por reparar el sufrimiento acumulado después de cuatro décadas de violencia y de silencio cómplice.
“Mi padre lleva 80 años en una cuneta. Hablaré de su asesinato tantas veces como sea necesario para que se haga justicia. Es imprescindible que en los colegios se estudie la verdad y no la historia que escribieron los vencedores”, cuenta a eldiario.es Julia Merino, que se quedó huérfana cuando solo era un bebé. A sus 81 años es miembro de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica de Valladolid y una de las cuatro protagonistas de 'Exhumación, Materia cruda', una obra de teatro documental que acerca al público el trasfondo de la memoria colectiva de la Guerra Civil.
“El espectáculo es un homenaje a estas mujeres, representantes de muchas personas que realmente son tan enterradas como sus familiares desaparecidos, ya que en vida no son reconocidas ni acompañadas con dignidad en su constante espera”, explica Mercedes Herrero, directora de la compañía palentina Pez Luna Teatro, que presentó esta obra en febrero de 2013 como trabajo de fin de carrera y de la que se han llevado a cabo una decena de representaciones en ciudades como Palencia, Valladolid, Bilbao y Madrid hasta su llegada este jueves al Teatro Municipal Concha Espina de Torrelavega (Cantabria).
Julia Merino ha ido a declarar al Senado, a exponer su caso al Parlamento Europeo, a denunciar su situación a Naciones Unidas... Sigue protestando y reivindicando sus derechos, ahora también desde el escenario a modo de actriz improvisada. “Los crímenes de lesa humanidad no prescriben. Nuestro sufrimiento está sin resolver y tenemos derecho a enterrar a nuestros muertos”, repite a todo aquel que la quiera escuchar.
A través del teléfono relata que su familia vivía en un pueblo castellano cuando los falangistas se presentaron en su casa. Fue un 19 de julio de 1936 y lo que ocurrió cambió su destino: “Llegaron en una camioneta llena de vecinos del pueblo. Llamaron a la puerta y dijeron que mi padre tenía que declarar en el cuartelillo. Fue la última vez que lo vimos. Lo llevaron a Valladolid, a unas cocheras, donde estuvo preso en condiciones inhumanas cerca de tres meses. Una mañana lo sacaron, junto a otros prisioneros, hasta los Montes Torozos. Allí los fusilaron a todos”. Cuando fue asesinado por militar en la UGT no superaba los 30 años.
Las historias, con pequeños matices, se repiten cuando las protagonistas de este 'experimento' de teatro documental se ponen a hablar al público: “Llegaron cuatro falangistas en un descapotable y se llevaron a mi padre. Lo sentaron entre dos de ellos en la parte trasera del coche”. Era un 26 de julio de 1936 por la tarde, ocho días después de la sublevación militar en España que desencadenó la Guerra Civil, y la que lo cuenta es Goya Bravo, de 82 años, que entonces era una niña que vivía con su familia en Valladolid. Su madre estaba embarazada, pero ese bebé nunca llegó a conocer a su progenitor, que no regresó a casa y cuyo cuerpo no ha aparecido.
Recuerdos muy dolorosos
No todas rememoran con la misma entereza unos recuerdos muy dolorosos, tristísimos, pegados a su memoria desde que perdieron a sus seres queridos siendo unas simples niñas. Es el caso de Carmina Alonso, que ahora tiene 83 años. Era muy pequeña cuando se llevaron a su padre y todo lo que sabe de él es lo que le contó su abuela, que fue la responsable de criarla ante tal tragedia. Fue un amigo íntimo el que lo denunció por un motivo que todavía escandaliza: por ser de izquierdas.
Milagros Martín también supera los 80 años y su pérdida fue doble. En pocos días fueron asesinados su padre y su hermano mayor. Ambos fueron acusados por el cura del pueblo de haber incendiado una iglesia, a pesar de que había testigos suficientes que los situaban muy lejos del suceso en el momento en el que comenzó el fuego. Ocurrió en los primeros meses de la Guerra Civil, cuando el bando sublevado se cobró la vida de todos aquellos que no comulgaban con las ideas fascistas que se impusieron en España con mano de hierro durante toda la dictadura franquista.
Lágrimas que siempre vuelven
“La sociedad española carece de coraje, tiende a la cobardía. Siento que tenemos una herida y que no nos atrevemos a tocarla, lo que impide que se cierre definitivamente. A poco que rascamos, surgen dos bandos”, lamenta Mercedes Herrero. La dramaturga está sorprendida por el éxito de la obra, que fue pensada para interpretarse una sola vez y que sigue teniendo peticiones para recorrer media España. “Lo seguiremos haciendo mientras ellas -Milagros, Goya, Julia y Carmina- quieran. Creo que les ha supuesto un desahogo”, subraya.
Dice que 'Exhumación. Materia cruda' se dejará de poner en escena el día que sus protagonistas ya no tengan fuerzas para contar o el día que dejen su empeño por razones naturales. Recuerda que son personas viejas, lúcidas, luchadoras, divertidas, generosas y grandes. “Son grandes por su coraje de subir a escena desde hace tres años para desvelar su verdad a cara descubierta. Una verdad de la que se sienten orgullosas, aunque no felices de tenerla que contar. La realidad que les sucedió en la infancia y 80 años después les continúa palpitando: la desaparición y asesinato del padre en paradero desconocido”, explica su mentora en el mundo del teatro. En estos 80 años han crecido silenciando el dato, han formado familias, han educado hjios, han cuidado madres y familiares y su verdad se mantiene viva.
Hay que tener humor para subirse a la furgoneta e irse de actuación, llegar al teatro, repasar las acciones, respirar hondo, lanzarse al escenario y contar su historia. Después, para escuchar al público, compartir, hablar, emocionarse. “Goya dice siempre que no quiere llorar, pero las lágrimas vuelven, continúan habitadas de contenido, son muchos años de silencio adquiriendo voz en escena. Contar al mundo una verdad, desvelar el tupido velo. Para que los espectadores gestionen la información, nombres, años, lugares”, comenta.
Cerrar el círculo
La obra, que apenas tiene texto, se apoya en unas proyecciones en las que las cuatro protagonistas cuentan sus historias. Como si se tratara de un acto ritual, la idea de la función es “cerrar un círculo para poder descansar en paz”, explica la directora. La pieza está dentro del género de teatro documental y cuenta con la participación del arqueólogo Julio del Olmo, que explica el aspecto científico que supone una exhumación.
En cuanto al aspecto artístico, además de estas intervenciones, destaca la participación del músico Carlos Herrero Pérez, cantando una nana popular interpretada con pandero cuadrado acompañando el rito del desenterramiento; del artista plástico Francisco Vallés Moratinos, realizando la labor del enterramiento como acción vertebradora de la obra, y del videocreador e iluminador Alex Rodríguez, que aporta la proyección de los testimonios.
Para la directora, “hay una generación que se va en silencio, sin hacer ruido. La democracia no ha mirado por ellas, ha olvidado su sufrimiento”. Y es que, según recalca la creadora de 'Exhumación, Materia cruda', “no hemos sabido enfrentar el dolor y las heridas que nos dejó el franquismo. No hemos construido un país adulto. La Guerra Civil no ha terminado: sigue viva en nuestras cunetas”.