No hay dos voces iguales. Tampoco tres. Eso lo sabe La Surada Poética, el certamen de poesía de la conciencia crítica que, en su tercera edición, vuelve a enfrentar al público con unas voces diversas, provocadoras, reflexivas cuando menos. “Frente a un mundo en el que todo pasa muy rápido, la poesía es memoria; fija lo importante para que la marea de la actualidad no lo arrastre. También puede ofrecer profundidad, reflexión, crítica razonada. Y, por supuesto, hace propuestas, levanta espacios donde es posible vivir de otra manera”, explica Ana Pérez Cañamares.
La poeta madrileña, una de las voces más ágiles del momento, estará este sábado 22 de octubre en la explanada de Gamazo, donde se instalará la carpa poética de La Surada. “El primer verso puede que lo dicte el dolor, la queja, la indignación… pero si el punto y final lo pone la serenidad y la esperanza, es que somos capaces de, partiendo de esta realidad, abrirnos a la posibilidad de otras realidades, que ya están aquí pero apenas son visibles”.
“Eso es lo que intentamos construir”, abunda Carmen Alquegui, de la Asociación Cultural La Vorágine Crítica, organizadora de La Surada, un puente entre una realidad fantasmagórica y, muchas veces, dolorosa, y otras posibilidades de vivir. “La poesía que trae el viento sur es ese puente”. La propuesta es doble. El viernes 21, a las 19.30 horas, Ángel Calle presentará su poemario 'Aquí estamos (el baile de las ahogadas)' en la librería La Vorágine de la calle Cisneros. Después, unas horas después, la 'descarga'.
La de este sábado será la segunda 'descarga' de La Surada 2016. Este año, por primera vez, la vorágine poética viaja en carpa de circo. La primera fue en La Magdalena y ahora sigue recorriendo la Bahía. “Queríamos encontrar un espacio de encuentro singular, único, que nos permitiera, simbólicamente, tomarnos la ciudad”, explica Alquegui.
La cita es las 19.00 horas y combinará diferentes formas de transmitir la poética. Desde la poesía del cuerpo, con la danza contemporánea de Manuel Martín, de la compañía MyMadder, hasta la mezcla “canalla” y comprometida de las voces del poeta Ángel Calle y del histórico cantante de hip hop cordobés Río Muten.
El corazón de esta descarga tendrá además pálpito de mujer. De mujeres. No de mujeres musas, ni de mujeres divas. “Esa construcción de la mujer como objeto no se reduce al contexto poético, pues la mujer es convertida en objeto del deseo masculino y desposeída, por tanto, de sí, desde todos los discursos posibles: la fotografía, el cine, la literatura, la pintura, la publicidad... Por desgracia, ese inconsciente ideológico del poder que nos cosifica ha sido interiorizado, en muchos casos, por las propias escritoras”.
Olalla Castro es de Granada. Allá ha construido un universo poético capaz de hacer temblar los espacios complacientes y ahora lo transportará, empujada por el viento sur, hasta Santander. Junto a Ana Pérez Cañamares (Madrid) y a Marina Oroza (Barcelona), construirá un triángulo temporal que no dejará indiferente a nadie.
Pregunta: ¿Hay una poesía de mujer?
Olalla Castro: Ésa es una pregunta compleja que la crítica feminista lleva décadas debatiendo. Huyendo de visiones esencialistas y biologicistas, creo que existe una poesía escrita por mujeres que es, efectivamente, diferente, y en la que pueden observarse elementos comunes. Hay una escritura de mujer porque hay unas condiciones materiales y simbólicas de existencia concretas que las mujeres de casi todos los tiempos y lugares compartimos. El patriarcado ha sido un ‘continuum histórico’ que no podemos perder de vista. Teniendo en cuenta que, en el siglo pasado, las mujeres escritoras tenían que ocultarse bajo seudónimos masculinos para no ser repudiadas socialmente o que las mujeres hoy seguimos estando representadas en premios, festivales, antologías y revistas críticas en menos de un ridículo 10%, es obvio que sigue siendo mucho más difícil para una mujer obtener reconocimiento y visibilidad en el mundo literario. Los espacios con valor simbólico y prestigio siguen estando copados por los hombres. La ‘écriture féminine’, como la denominan las críticas francesas, se enuncia, en la mayoría de los casos, desde un lugar desposeído de poder, periférico e invisible. Ese espacio en el que surge la voz poética de las mujeres hace que, seguramente, nuestra escritura comparta más elementos con otras escrituras marginales (como las de los afroamericanos o los pueblos indígenas, por ejemplo) que con la escritura asentada en el centro del sistema.
Marina Oroza, escritora, poeta y actriz (ha participado en películas de Bigas Luna, Ramón Colomina o Juan Antonio Bardem) prefiere apuntar al hecho poético en sí: “Lo difícil es que sea poesía. En cualquiera de los casos habría que preguntarse, y ese es para mi el único rigor, si es poesía”. Si realmente es poesía, hecha o no por mujeres, “la palabra bien aplicada funciona como un fármaco y vivimos en una sociedad enferma. Así que la poesía puede ofrecer una esencia de la libertad. La poesía solo es incompatible con el pensamiento único, porque genera diversas interpretaciones. La poesía sobrevive a cualquier soporte o formato porque es una esencia intemporal y libre”.
Explica Ana Pérez Cañamares que “independientemente de la calidad, ser mujer y poeta se ha considerado una rareza, ya que durante mucho tiempo la mujer que escribía ha estado oculta y silenciada. La forma de hacer justicia, de compensar ese desequilibrio, ha sido ponernos en un capítulo aparte, dedicarnos un espacio específico”. A ella le parece esta opción como una “visibilización paternalista”. “No quiero que se me lea en una categoría distinta por cuestión de género. Escribo desde mi ser mujer y desde otras muchas circunstancias que también me marcan y no creo que haya que estar haciendo categorías para encerrarnos. Donde me gustaría que se pusiera la atención es en la discriminación que seguimos sufriendo en antologías, editoriales, eventos, premios, manuales, etcétera. Es triste, es desesperante saber que todavía, aún escribiendo con la misma pasión y solvencia que los hombres poetas, nuestra poesía sigue teniéndolo más difícil para ser tenida en cuenta”.
Quizá por eso, Olalla Castro, que no disimula su voz feminista, cree que “para pasar a ser sujeto poético, las mujeres tenemos que subvertir, deconstruir, reapropiarnos y reformular toda una tradición poética que nos ha ignorado y despreciado históricamente y de la que, sin embargo, se nos ha dicho siempre que era la nuestra. Ha de haber una conciencia de género (y un deseo explícito de no asumir esa imagen de mujer generada desde la literatura masculina) en la mujer-sujeto para poder llegar a escribir como tal y cada una ha de hallar sus estrategias para lograrlo”.
Estas tres poetas se encontrarán con el público de Santander en La Surada y será en este certamen donde siembren sus voces para que nazcan nuevos lectores y lectoras porque, como explica Oroza, “los festivales aglutinan público. Hay mucho mas publico que lectores. Sin embargo, entre el público nacen lectores naturales que entran a la poesía escrita desde la emoción, personas de todas las edades, estratos sociales y culturales que empiezan a leer poesía gracias a esa vivencia”.
Vivencia atravesada ahora por una crisis sostenida –o como diría Alberto Santamaría, un sistema crisis– que “se ha reflejado en la poesía de la misma forma que en el resto de ámbitos: ha precarizado y dejado sin recursos a quienes menos teníamos de antemano, mientras otros ni siquiera se han despeinado”, denuncia Castro.
En La Surada, este sábado a la las 19.00 horas, se hablará de amor, de vida, de alternativas a la vida –“de todo lo que nos hace ser más humanas”, explica Carmen Alquegui– y de crisis... Ana Pérez Cañamares aterriza a las y los poetas en la realidad y defiende que “si la poesía actual habla de la crisis es porque los poetas viven la crisis. El poeta quizá da un paso atrás para escribir, porque la escritura se da en un espacio de soledad y reflexión; pero para todo lo demás no es diferente a nadie. La palabra no es de quienes la envilecen y manipulan; pero tampoco es más de los poetas que de los lectores u oyentes. Puede que escribamos de nosotros; pero no debemos olvidar que nosotros somos cualquiera”.