Scorpions clavó su aguijón en Torrelavega
Las inmediaciones del estadio de la Gimnástica de Torrelavega ya auguraban a las seis de la tarde el éxito que supondría la noche. Las terrazas estaban llenas de gente que se aferraba a sus cervezas y las sonrisas de sus rostros intuían el nerviosismo propio de quien va a ver a sus ídolos. Sabían que aquella noche era una oportunidad única de ver a Scorpions, que únicamente tiene previstas dos citas en España.
Una hora después se abrieron las puertas y el recinto comenzó a recibir a los primeros curiosos, quienes corrían a aferrarse a la valla de la primera fila, enfundados con sus banderas y camisetas del grupo: “¿¡Aquí estamos bien!?”, gritaba uno de los fanáticos al hacerse con la esquina de la pasarela que horas después pisarían Klaus y los suyos. Eran el fervor en persona.
A las ocho, Aranea Adventus subió al escenario. Para ellos aquella tarde suponía una oportunidad excepcional en su carrera. Acostumbrados a tocar en pequeños locales, ante un grupo reducido de espectadores, los cántabros demostraron que también pueden tomar escenarios mayores y hacer justicia a sus temas. El público disfrutó de sus cuatro canciones (tocaron apenas tres cuartos de hora), respondió ante las llamadas del vocalista a vivir el heavy metal y se asombró cuando el grupo aumentó en nueve voces para interpretar su ópera rock 'El llanto del lábaro'.
Cerveza, cigarros y cajas de pizza inundaban la pista más cercana al escenario. El reloj marcaba las nueve y la expectación iba en aumento, con cada vez más personas buscando su hueco en el césped. Y es que ahora tomaba el escenario Avalanch, el grupo asturiano que lidera el panorama heavy nacional.
Avalanch calentó los motores para Scorpions, animó al público, que coreaba los estribillos de temas como 'Ángel caído', que recibió la primera gran ovación. Israel Ramos ofreció un espectáculo él solo: Recorrió todo el escenario, presidido por una batería de platos blancos, reclutando aliados para su actuación entre el público; hizo del pie de micro su juguete predilecto y dejó patente la confianza que tiene con el resto de los integrantes, quienes no pararon de menear sus largas melenas, incluso encaramados a los amplificadores.
Los saltones ojos azules del vocalista de Avalanch se clavaban en cada uno de los asistentes, como si quisiera grabar en su retina todas sus facciones. Se despidió dedicándoles unas últimas palabras que anunciaba la inminente llegada de “una banda referente, mítica... ¡Scorpions!”.
El sol se escondía y la hora de los alemanes cada vez estaba más cerca. El espacio en la pista se reducía y es que han sido alrededor de 9.000 personas las que se han reunido para celebrar la noche del heavy metal de Torrelavega.
Por fin, Scorpions
Un telón negro, que leía el nombre de la banda en azúl eléctrico, reinaba ahora en el escenario. Eran las diez y media, Scorpions estaba a punto de aparecer y se podía respirar la emoción que embriagaba la atmósfera.
Pasaban seis minutos de la hora fijada para el comienzo de la banda principal. El telón cayó y las pantallas que llenaban los laterales y la parte trasera del escenario reproducían un vídeo en el que cinco hombres aterrizaban, deslizándose con cuerdas, desde un helicóptero hasta las azoteas de los rascacielos de una ciudad desconocida.
Klaus Meine, Rudolf Schenker, Matthias Jabs, Pawel Maciwoda y Mikkey Dee se presentaron como una gran explosión de energía. 'Going out without a Bang', el single de 'Retur to Forever', abría el concierto retumbando en el estadio.
Meine paseó por la pasarela, hizo vibrar su pandereta y bromeó sacando su lengua a los presentes. Schenker y Jabs volaban por el escenario, manejando sus guitarras en trucos imposibles, como tocar con una sola mano que se alza tras la espalda, utilizando el otro brazo, cuyos dedos terminan haciendo el símbolo de la victoria, como apoyo. Dee era el cómplice principal del grupo, desde la lejanía de una imponente batería que hacía las delicias de sus seguidores. Por su parte, Maciwoda fue quien comenzó con los obsequios a los seguidores, lanzando púas de incalculable valor sentimental hacia las primeras filas.
Durante más de dos horas, Scorpions revalidó su posición privilegiada de referencia en el sector del heavy metal. Defendieron, con una acústica que los asistentes agradecieron, 23 de sus temas. Además de presentar su nuevo álbum, incluyeron clásicos como 'Send me an angel', 'Big city nights' o 'Bad boys running wild'.
La puesta en escena también impresionó a los asistentes. El alarido de una sirena de ambulancia alertaba sobre las llamas, que prendían las pantallas durante algunas de las canciones. Uno de los momentos favoritos del público fue el interminable solo de batería de Dee; mientras él y su batería ascendían hacia el techo de la escena gracias a una grúa, las portadas de los discos de la banda se iluminaban en las pantallas del escenario, formando un collage que conmemora los más de 40 años de carrera del grupo.
También hubo un hueco para el homenaje. El batería alemán dedicó parte de su intervención en solitario a Lemmy Kilmister, el líder de Motörhead que falleció hace dos años, cuya imagen invadió las pantallas al tiempo que recibía los cuernos metaleros de los asistentes, como muestra de veneración, además de un aplauso unánime.
Scorpions son los reyes de las baladas. No necesitan más parafernalia que sus instrumentos y la voz, impresionante en directo, de Meine, para llenar cualquier estadio con ellas. Por eso, el escenario se desvistió para que todos los allí presentes ayudasen al vocalista con los coros y entonasen 'Wind of change' y, no podía ser otra, 'Still loving you'.
Los alemanes sintieron el cariño de un público entregado y lo devolvieron tirando al público púas, baquetas y toallas, como si de caramelos en una cabalgata se tratase. Se despidieron agradeciendo el calor de un público que ya tenían en el bolsillo antes de tocar, abrazados a la bandera de España y, también, a la de la Gimnástica. Pusieron punto final rompiendo las cuerdas vocales de sus seguidores con 'Rock you like a hurricane'.