El Grupo de Trabajo Desmemoriados está compuesto por personas comprometidas con la construcción y la preservación de la Memoria Colectiva de Cantabria. Desmemoriados trabaja de forma abierta y plural en proyectos que ayuden a difundir el legado común de la lucha por una sociedad digna, y aporta herramientas metodológicas y tecnológicas para la conservación y divulgación de las voces y los elementos documentales que conforman la memoria colectiva de Cantabria.
Desmemoriados aborda así proyectos concretos de recuperación, conservación y difusión de esa memoria así como alimenta y comparte una base de datos de acceso público con fotografías, documentos, testimonios, pegatinas, carteles… que documentan, siempre de forma incompleta, la trayectoria social y política desde la II República hasta los años 90 del siglo XX.
La II República y la modernización educativa: la creación de la Universidad Internacional de Verano de Santander
La vida académica de la institución se prolongó desde 1933 hasta el comienzo de la Guerra Civil y constituye el precedente de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo
La llegada de la II República en abril de 1931 no solo supuso un cambio de modelo de Estado sino también el compromiso de convertir España en una sociedad más justa e igualitaria, partiendo de la definición de nuestro país como una República de trabajadores, aceptando el estatuto de autonomía para algunas regiones y proclamando la aconfesionalidad del Estado.
Junto a estos principios básicos, otros de suma importancia eran el erradicar el analfabetismo que en un porcentaje muy alto sufría con especial incidencia la España rural, así como el fomento de la cultura en todos sus campos. En la práctica los presupuestos destinados a conseguir estos fines se incrementaron en un 50%.
Muchos de los protagonistas de este profundo cambio político y moral eran intelectuales formados en la Institución Libre de Enseñanza que habían mantenido vivo su espíritu crítico frente a la decadencia de la Monarquía alfonsina. Personajes como Azaña, Américo Castro, Pérez de Ayala, Blas Cabrera, Antonio Machado, Picasso y un largo etcétera, iban a alcanzar un notable protagonismo dejando su impronta en lo que muchos críticos han juzgado como una Edad de Plata en la historia creativa de nuestro país trágicamente zanjada por el golpe de estado de julio del 36.
En este contexto se iba a ir fraguando la creación de la Universidad Internacional de Verano en la capital de Cantabria aprovechando las magníficas circunstancias que la ciudad reunía. Menéndez Pelayo había legado a la ciudad su espléndida biblioteca, 40.000 volúmenes que versaban sobre Literatura, Historia, Ciencias o Filosofía, poniendo como una de las condiciones de su herencia a la ciudad que su extraordinaria colección bibliográfica estuviera bajo la dirección y cuidado de un bibliotecario perteneciente al cuerpo de archiveros y bibliotecarios, cargo que recayó en Miguel Artigas en 1915, turolense de nacimiento, el cual llegó a ser director de la Biblioteca Nacional en 1930 y miembro de la Real Academia de la Lengua en 1935, así como programador de los cursos para extranjeros que la Sociedad Menéndez Pelayo organizó en 1924 y que contaron con la docencia de Gerardo Diego, José María de Cossío y Pedro Salinas, entre otros nombres ilustres.
Con anterioridad la Universidad de Liverpool en 1921 ya había elegido la ciudad para dar sus clases de Lengua y Cultura española al igual que había hecho el Colegio Mayor Universitario, adscrito a la Universidad de Valladolid, ofreciendo cursos para extranjeros.
Respecto al campo científico, la Casa de Salud Valdecilla era una institución que se había convertido en un punto de referencia para las investigaciones médicas dónde acudían con asiduidad los mejores investigadores españoles y extranjeros.
La estación de Biología Marina fundada por Augusto González Linares, pionera en España, y en la que se habían formado profesores de la talla de Orestes Cendreros o Celso Arévalo, completaba una más que interesantísima oferta cultural a nivel local y que trascendía más allá de los límites provinciales.
Todos estos elementos hacían viable la creación de una Universidad santanderina como ya habían solicitado Don Marcelino y el profesor González Linares. El primero echaba en falta la creación de una Facultad de Filología y estudios clásicos y el segundo pidió un centro universitario enfocado a la Biología, sugerencias que hasta el día de hoy el campus de la Universidad de Cantabria ha ignorado haciendo gala de un clamoroso olvido.
Por si fuera poco, la ciudad contaba con la biblioteca que Benito Pérez Galdós había reunido en San Quintín, su residencia veraniega, dónde albergaba interesantísimas obras que las autoridades locales intentaron sumar al patrimonio santanderino y que la Guerra Civil y el desprecio de los triunfadores por los escritos de un viejo republicano frustró definitivamente.
La iniciativa de creación de la Universidad Internacional de Verano en la capital cántabra correspondió al mencionado Pedro Salinas, secretario de su Patronato y destacado miembro de la Generación del 27, que contó con el apoyo fundamental del ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes, Fernando de los Ríos, que supieron apreciar y aprovechar los medios citados anteriormente y el interés de personajes como Ortega y Gasset, Menéndez Pidal, Unamuno, Ramón Carande y otros muchos.
El Palacio de La Magdalena, hasta 1930 sede de veraneo regio, debidamente acondicionado, así como su parque, era el lugar idóneo para iniciar en el verano de 1933 la actividad universitaria. La celebración de reuniones científicas, los distintos cursos universitarios, las enseñanzas de francés, inglés, italiano y alemán, además de los cursos para extranjeros, fue el programa educativo con el que nació la Universidad incluido la búsqueda de la convivencia entre profesores y alumnos en la vida cotidiana dentro y fuera de las aulas.
Las actividades que hoy conocemos como extensión universitaria enriquecieron el ambiente universitario. La presencia de la compañía lorquiana de teatro La Barraca, los recitales poéticos de escritores de la Generación del 27, las excursiones a Altamira y otros yacimientos arqueológicos, así como otras muchas actividades, acompañaron la estancia de profesores y alumnos.
De forma paralela, pero con diferente planteamiento, orientación y contenidos, el 1 de julio de 1933 dieron comienzo, en la sede agustiniana del Colegio Cántabro (ubicada frente al Hospital Marqués de Valdecilla, al lado de la Ciudad Jardín), los Cursos de Verano de la Universidad Católica. De hecho, su impulsor fue la Asociación Católica Nacional de Propagandistas, cuyo presidente era Ángel Herrera Oria, futuro cardenal de la Iglesia.
La llegada al poder en 1934 del gobierno pactado entre radicales y cedistas supuso una amenaza para la continuación de la Universidad Internacional. La considerable reducción presupuestaria, las críticas de la derecha y el apoyo que ésta brindaba a la Universidad Católica de Verano crearon una seria polémica política avivada por las protestas del consistorio santanderino, que veía poner en peligro la continuidad del proyecto. Solventadas buenamente las estrecheces económicas, el centro prosiguió con su labor permaneciendo como lugar de reunión y trabajo para profesores españoles y extranjeros, que veían en La Magdalena una institución a la altura de otras grandes citas culturales europeas.
El inicio de la Guerra Civil sorprendió en el Palacio a numerosos estudiantes y profesores extranjeros, que fueron rescatados por buques de sus nacionalidades que arribaron al puerto santanderino. Los estudiantes españoles organizados por una comisión de profesores fueron evacuados hacia Francia con el compromiso de volver a la España gubernamental.
La llegada de la II República en abril de 1931 no solo supuso un cambio de modelo de Estado sino también el compromiso de convertir España en una sociedad más justa e igualitaria, partiendo de la definición de nuestro país como una República de trabajadores, aceptando el estatuto de autonomía para algunas regiones y proclamando la aconfesionalidad del Estado.
Junto a estos principios básicos, otros de suma importancia eran el erradicar el analfabetismo que en un porcentaje muy alto sufría con especial incidencia la España rural, así como el fomento de la cultura en todos sus campos. En la práctica los presupuestos destinados a conseguir estos fines se incrementaron en un 50%.