Pocas cosas hay tan democráticas en una guerra civil como el sufrimiento. Quien más quien menos sufre, pero en el caso de la Guerra Civil en Cantabria, el sufrimiento de los derrotados no terminó con el conflicto, del mismo modo que los que se impusieron y apoyaron al régimen franquista no dejaron de pasar hambre y penalidades como el resto de la población hasta décadas después.
Este mes de agosto se cumplen 83 años del fin de la Guerra Civil en Cantabria. Fue el mes en el culminaron las operaciones del Frente Norte en la Comunidad Autónoma. El ejército sublevado al mando del general Francisco Franco había detenido su acometida sobre Madrid para acabar con la bolsa de resistencia en Euskadi, Cantabria y Asturias. Derrumbado el frente con la caída en Bilbao, la principal línea de penetración en Cantabria fue por el sur, tanto por El Escudo como por Campoo.
Con el objetivo de tomar Santander, fuerzas italianas y franquistas hubieron de rendir primero Reinosa y Torrelavega. En la prosecución de las operaciones hacia Asturias, tomado Santander entre el 26 de agosto, Potes fue la principal pieza a cobrar por el camino, cabecera del recóndito valle lebaniego, que no se podía dejar atrás sin rendir.
Si Reinosa caía el 16 de agosto y Torrelavega el día 25, un día antes que Santander, Potes dejó de ser republicano el último día del mismo mes. Pero si todos fueron igual en su derrota, no lo fueron en la forma en que cayeron. Reinosa pasó dos días de hambre antes de su toma y Potes quedó prácticamente asolada por una retirada republicana de tierra quemada.
Los registros del servicio de Prensa y Propaganda del ejército franquista, custodiados en la Biblioteca Nacional de España y accesibles online mediante la Biblioteca Digital Hispánica, recogen escenas de la entrada de las tropas sublevadas. En las imágenes de Reinosa se hace hincapié en el hambre de la población, con el corolario propagandístico del reparto de comida y 'dulces' (leche condensada) por las tropas victoriosas. En las imágenes se destaca cómo las “chicas” reciben con alegría estos 'dulces' después de haber estado “dos días sin comer”. Más allá del lema de las imágenes, estas reflejan alegría en algunos rostros pero también desesperación y miseria en los demás.
En el caso de Potes, los registros hacen hincapié en la destrucción con que se encontraron las tropas franquistas al entrar en Potes. 60 edificios habían sido volados o quemados supuestamente en la retirada republicana hacia Asturias, una práctica de 'tierra quemada' que sirvió a los Servicios de Propaganda para ilustrar lo que denominaban “la barbarie roja”. Potes había quedado prácticamente abandonada por unas fuerzas republicanas completamente desmoralizadas y a las que solo les quedaba la opción de ganar tiempo huyendo a Asturias y demorando por unas semanas su destrucción o encarcelamiento.