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El hombre que pudo reinar: auge, caída y retorno a la política de Íñigo de la Serna, repescado por Feijóo

Íñigo de la Serna, durante su etapa como ministro de Fomento.

Javier Fernández Rubio

11 de enero de 2023 21:35 h

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Íñigo de la Serna (Bilbao, 1971), exministro de Fomento, exalcalde de Santander, expresidente de la Federación de Municipios y Provincias (FEMP), regresa a la política por encargo del presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, y con ello da un paso más para cerrar su etapa en la empresa privada, alejado de los focos de los medios de comunicación, aunque nadie daba por descartado que algún día pudiera volver a la primera línea.

Como ha ocurrido. El Partido Popular ha encomendado a De la Serna que sea el coordinador del programa electoral para los comicios municipales y autonómicos del 28 de mayo. El líder nacional del partido, con el que mantuvo una buena relación cuando este era el presidente de Galicia, recupera así y sitúa en primera línea política a una figura que, primero en Santander y después en el ámbito nacional, pudo ser el exponente de futuro de una derecha plenamente europea y moderna, alejada de veleidades ultras y miradas nostálgicas a glorias imperiales de la dictadura... pero De la Serna se quedó por el camino.

Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos por la Universidad de Cantabria, Íñigo de la Serna tiene ese perfil moderno, carismático y ambicioso que lo identifica con una derecha que no tolera ciertas cosas y es capaz de llegar a pactos de Estado. Sin embargo, la ambición personal del que fuera primero concejal en 2003 y luego alcalde de Santander entre 2007 y noviembre de 2016 quedó truncada por la corrupción de la trama Gürtel, si no personal sí de su partido, y la erradicación de cualquier vestigio 'sorayista' que aplicó la entonces figura emergente en el PP de Pablo Casado. Quien parecía llamado a reinar, quedó apeado de forma abrupta en su ambición de desempeñar altas responsabilidades de Estado.

Hasta ahora, en que con 52 años, joven en términos políticos, Núñez Feijóo ha rescatado a quien fuera ministro de Fomento de Mariano Rajoy entre noviembre de 2016 y junio de 2018, presidente de la FEMP entre 2012 y 2015 y diputado autonómico en el Parlamento de Cantabria.

De la Serna se había ido a la empresa privada, no sin escándalo por aquello de las puertas giratorias, después de haber sido jefe de gabinete del consejero de Medio Ambiente, José Luis Gil; concejal durante el mandato de Gonzalo Piñeiro en Santander, alcalde y ministro, en una carrera política que se prolongó de manera ininterrumpida durante más de 20 años y que tiene ahora un nuevo capítulo.

Tras iniciarse en la política en el Gobierno de Cantabria como asesor, De la Serna asumió el cargo de concejal en el Ayuntamiento de Santander en 2003, aunque rápidamente fue apadrinado como candidato a la Alcaldía. La campaña electoral de aquel año 2007 no se ha vuelto a repetir en la ciudad. El anterior alcalde, Gonzalo Piñeiro, dio un paso atrás y dejó la exposición mediática a quien a la postre sería su delfín.

No solo hizo eso en el último año de aquella legislatura: la privatización del Servicio Municipal de Agua a Aqualia reportó 70 millones de euros a las arcas municipales, buena parte de los cuales se destinaron a enjugar una deuda municipal galopante y también a un programa de reurbanización de calles como no se ha visto igual en Santander: la mayoría absoluta estaba hecha.

Pero, en una línea inalterada de continua gobernanza de la derecha en Santander durante los últimos 40 años, se producen altibajos. El alcalde Íñigo de la Serna, igual que ocupó el sillón presidencial del Consistorio con una mayoría absoluta, se tuvo que resignar a perderla, aunque siguió gobernando gracias a dos tránsfugas de Ciudadanos, en la legislatura de la capitalidad, la tan deseada capitalidad europea de la cultura, que tampoco alcanzó.

El deterioro progresivo de una legislatura de una mayoría inestable y marcada por los escándalos y las protestas ciudadanas fue evitado dando el relevo a la actual alcaldesa, Gema Igual, y propiciando el salto al Ministerio de Fomento, de la mano del presidente Rajoy.

Un punto y aparte, que no final

La carrera del entonces exalcalde y expresidente de la FEMP parecía ascender meteórica como un cohete en Madrid, aunque duró poco más de un año, antes de que el cohete se trocara más bien en fuego de artificio y estallara por los aires con la moción de censura del PSOE a Mariano Rajoy que le daría la presidencia de España a Pedro Sánchez.

De la Serna fue de este modo, como tantos otros, víctima colateral de la trama Gürtel, la que se había cobrado a decenas de imputados y un Gobierno nacional. Aunque De la Serna nunca se vio inmerso en ello, no se salvó de pagar la factura política que pagó el PP con la moción de censura subsiguiente a la condena de los principales imputados por la Audiencia Nacional, incluido su propio partido.

La travesía del desierto que iniciaría entonces hasta que ha sido rescatado por Feijóo fue doble: no solo fue defenestrado del último Gobierno Rajoy (a quien él precisamente en su campaña de 2015 tampoco citó en demasía dado el desprestigio de la marca PP con el caso Gürtel y otros escándalos en candelero), sino que también cayó en desgracia junto a los partidarios de la vicepresidenta y aspirante a sucesora de Rajoy, Soraya Sainz de Santamaría.

Al igual que otros dirigentes del PP cántabro, como la actual presidenta, ya ratificada, María José Sainz de Buruaga, el astro ascendente de Pablo Casado en el partido no dio pábulo a veleidades pasadas. No eran tiempo en que soplara el aire a favor de De la Serna, como tampoco ahora son tiempos para aquellos que entonces controlaban con arrogancia los designios de la derecha española.

Ahora parece que los vientos soplan en la dirección correcta para De la Serna, siempre una sombra latente sobre la política municipal y regional, a la que no tiene aspiraciones, dado que los candidatos ya están elegidos y no ha habido la ya tradicional crisis interna como se ha producido en anteriores ocasiones. Su reincorporación ha sido al carril de la política nacional, no local.

Después de más de cuatro años sin actividad, la cuenta de Twitter de Íñigo de la Serna recogía este momento en el que consideraba el periplo de estos años como un “punto y aparte”, no como un “punto final”.

Esplendor y oscuridad

Parecía que al que fuera regidor de Santander todo lo que tocaba trocaba oro y que, en apariencia sin pretenderlo, una mano invisible lo elevaba a altas esferas. Sin embargo, no todo le salió bien y fue la experiencia fallida de la candidatura de Santander a ser Capital Europea de la Cultura 2016 la mejor prueba de ello.

Después de años, y de cientos de titulares y fotografías, la pérdida de la candidatura que finalmente se llevó San Sebastián no era algo atribuible a él. La decisión política de que la candidatura fuera otorgada al País Vasco, con un programa donostiarra difuso en su transversalidad de discurso pacifista, de la no violencia, no evitó que el fracaso fuera estrepitoso. La mirada perdida con que fue fotografiado cuando supo de la derrota alimentó esa imagen kennediana de quien aspira a lo alto y sabe perder, al menos delante de los focos.

La apuesta de Santander había sido espectacular, con el respaldo económico de un Banco Santander que, si hubiera prosperado la candidatura, se había comprometido a invertir en la ciudad varios millones de euros. Algo de eso quedó: quedó el Centro Botín, entorno al cual se armó la candidatura y cuyo principal valedor fue Íñigo de la Serna, y quedó una fundación cultural que recogió el testigo, con muchos menos recursos y mucha menos visibilidad, de aquella Fundación Santander 2016 que llegó a dirigir el comisario de arte y gestor cultural Rafael Doctor Roncero.

Tampoco fue afortunado con el Plan General de Ordenación Urbana (PGOU) de Santander de 2012, un documento que llevó una década armar y que la Justicia tumbó. Ese PGOU de 2012, anulado en 2016, fue la mayor erosión en su aura gestora que tuvo y coincidió en el tiempo prácticamente con su elevación a las alturas ministeriales. Fue su cénit y su nadir.

A finales de 2018, el exalcalde y exministro fichó por NEC, una decisión cargada de polémica, toda vez que al final de su mandato como alcalde, De la Serna había adjudicado un contrato de dos millones de euros a la compañía tecnológica japonesa. El fichaje fue precisamente por la experiencia habida en la implantación de la plataforma Smart City Santander, a través de un polémico contrato que se adjudicó en la recta final de su mandato.

Pero la realidad era mucho más prosaica que la pompa de la propaganda: la implantación de la smartcity y la configuración de Santander como un laboratorio mundial del desarrollo del 'internet de las cosas' había producido cientos de titulares en prensa, cientos de sensores instalados por la ciudad (y que actualmente hay que reponer en buena medida ya que no hubo mantenimiento) y una plataforma que estaba llamada a ser el gran “centro de mando” para una gestión “integrada y eficiente” de los servicios públicos y que nunca funcionó o no funcionó como debiera.

Ese fue el caso de la recogida de basura, otro de los grandes problemas de gestión que dejó en herencia a su sucesora, dado que la plataforma apenas fue operativa, se generó un descontrol de la actividad del adjudicatario durante años que a día de hoy ha desembocado en reclamaciones millonarias del Ayuntamiento.

La travesía empresarial

¿A qué ha dedicado Íñigo de la Serna estos casi cinco años de ostracismo? A ser discreto, lo primero, algo raro en la política española. De tan discreto que apenas ha trascendido su peregrinar por empresas. En cuanto a su actividad, puede definirse como de servicios profesionales, especialmente relacionados con la ingeniería.

Aparte de su fichaje por Nec, fue incorporado como cazatalentos o 'headhunter', socio en Seeliger y Conde, a la búsqueda y evaluación de directivos en distintos sectores. En términos generales, ha sido consultor profesional de empresas y organizaciones multilaterales en proyectos de infraestructura, tecnología, sostenibilidad y medio ambiente, movilidad y gestión urbana, áreas en las que está especializado por su formación y por el desempeño de su actividad política como gestor.

Sin embargo, cabría destacar sus desempeños como consejero Independiente de TYPSA, una gran empresa de ingeniería de ámbito internacional, y del Banco Caminos, una entidad financiera creada por ingenieros de Caminos en 1977. Asimismo, actualmente es director general de Madrid Green Urban Mobility Lab, la plataforma del Ayuntamiento de Madrid para impulsar todo lo relacionado con la movilidad y la tecnología.

Banca Caminos tiene por eslogan “Somos los caminos que elegimos”, lo que podría aplicarse al propio exministro, y la entidad ofrece productos de inversión, ahorro, financiación, tarjetas y seguros.

En Madrid Green Urban Mobility Lab acaba de ser nombrado director del proyecto. Este organismo depende del Ayuntamiento de la capital de España, que dirige José Luis Martínez-Almeida, y es una asociación sin ánimo de lucro creada en 2021 por la Empresa Municipal de Transportes de Madrid (EMT) y otras instituciones de enseñanza.

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