ENTREVISTA Autor de 'Crónicas pasiegas'

José Javier Gómez, escritor: “Lo pasiego vende por los contrabandistas, las nodrizas, los sobaos y su idiosincrasia”

Diego Cobo

Santander —
25 de enero de 2024 22:51 h

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Por las páginas de Crónicas Pasiegas II. Retazos de una gran historia (editorial Librucos) desfilan personajes fascinantes. Algunos son ilustres médicos, ingenieros o empresarios y otros anónimos vecinos imbuidos por el poder de estos montes ondulados. Por las venas de todos, sin embargo, corre sangre pasiega. El autor de estas crónicas en las que brillan tantas anécdotas es José Javier Gómez Arroyo, que después de muchos años regresó a la Vega de Pas con el amor a su tierra intacto. Desde entonces, ha hurgado en la memoria pasiega y ha sabido leer el inconsciente colectivo de un pueblo acostumbrado al silencio exuberante. Y al éxito: esa es una de las constantes de las casi 200 páginas de su último libro, que presenta este viernes, 26 de enero, a las 19.30 horas, en la sede de la Asociación para la Defensa de los Intereses de Cantabria (ADIC).

Gómez Arroyo baja a la ciudad como quien baja a por forraje para pasar el invierno. Dice que, como buen pasiego, aprovecha su estancia en Santander para hacer mil recados; lo dice y lo hace entre recuerdos y homenajes desaforados a los protagonistas de sus crónicas. Porque a este hombre de pasión intacta por sus vecinos le sigue deslumbrando el talento brotado de su comarca. “¿Por qué gusta tanto lo pasiego y no lo maño?”, se pregunta antes de responderse en voz alta: “No lo sé, y ya ves la cantidad de gentes impresionantes que salen. Hasta los más humildes tienen algo, como la Paca, que tuvo la osadía de pedirle y sacarle un duro a Alfonso XIII”.

En Crónicas Pasiegas aparecen reinas, médicos, ingenieros, nodrizas, curas, escritoras o nobles al tiempo que se celebran tradiciones, el patrimonio y la cultura, todo precedido de una introducción en la que vibra el amor a la Vega de Pas, donde Gómez Arroyo nació hace 60 años y hoy sigue contribuyendo a modelar su futuro. La conversación, después de un rato, comienza a deslizarse por los retos y las posibles soluciones de futuro, llega al teleférico proyectado en Estacas de Trueba –“la idea está concebida como una atracción de feria y, además, es un engaño”, dice– y sigue por la rehabilitación del túnel de La Engaña, a lo que muestra su apoyo. “Esto es distinto”, justifica. “El entorno ya está hecho y solo hay que restaurarlo. Y la gente ya va allí”. Entonces uno se da cuenta de que es hora de encender la grabadora.

Comienza el libro hablando de los desafíos en el territorio, como la ganadería o el relevo generacional. Pero todo acaba desembocando en turismo. ¿Por qué?

Es que hablar de turismo es lo más fácil porque es tangible. Sin embargo, creo que la economía de toda la comarca pasaría por potenciar los recursos gastronómicos y fomentarlos. Ahora se está derivando el ganado de leche, que no compensa, al de carne. Pues potenciar eso. Y sobre todo favorecer el teletrabajo. Hay público para todo. En la Vega de Pas, en los últimos años, tenemos un púbico, de clase media alta, que aboga por vivir en los pueblos.

Como el rockero madrileño Patacho, al que le dedica un capítulo.

Y llegó a componer Fuga de Vocales en un estudio de grabación que montó en una cabaña.

¿Por qué está en contra de la denominación 'Valles Pasiegos'? Siempre emplea 'Montes de Pas'.

Porque antiguamente se llamaban los Montes de Pas. No me gusta el término Valles Pasiegos porque no es real y existe una identidad del Valle de Toranzo, que se sienten toranceses, o del Valle de Carriedo, que se sienten carredanos. El problema de esta denominación es que es una marca comercial, como Ibiza. Lo pasiego vende, ha vendido desde hace siglos: por los contrabandistas, por las nodrizas, por lo sobaos, por los parajes o por la propia idiosincrasia de los pasiegos que atrajo a tantos escritores. Esa marca comercial es de lo que se quiere abusar en detrimento de otras identidades. Además, esa definición se extralimita cada día un poco más. A este paso, los pasiegos van a llegar hasta el Barrio Pesquero de Santander y van a venir de allí.

Lo pasiego vende, ha vendido desde hace siglos: por los contrabandistas, por las nodrizas, por lo sobaos, por los parajes o por la propia idiosincrasia de los pasiegos que atrajo a tantos escritores

Menciona el carácter “tan reservado como impulsivo” de los pasiegos. ¿Sigue siendo así?

Sí. El pasiego tiene un genio intelectual, por llamarlo de alguna manera, que lo hace ser reservado. Es algo hereditario: en los Montes de Pas se ha vivido muy recluido.

Una misión jesuita, de hecho, llegó para evangelizarlos, ¿no?

Sí, en 1598 hubo una campaña de jesuitas en el Pas. Eso lo recogió el padre Juan de Villafañe en un libro de 1723, donde dice que se encontraron con unas gentes reservadas que adoraban a un árbol en torno a una mesa. Eso demuestra la reminiscencia celta y no judía que a veces se atribuye a los pasiegos. Los padres jesuitas colocaron una tienda de campaña junto a ese gran roble junto a una mesa de piedra que se conserva en la Vega, que es donde celebraban los concejos, para absorber ese culto. Pero aun así el carácter del pasiego no es muy católico, aunque sí es cierto que gastan en médicos, veterinarios, abogados y curas para los entierros.

¿Cree que es el pueblo más icónico de Cantabria?

Sí, de siempre lo ha sido. Viene desde antiguo debido a ese carácter extraño que descubrieron los grandes escritores del siglo XIX, y posteriormente, cuando en 1908 se celebró el acto conmemorativo de la Guerra de la Independencia y pidieron un traje a cada provincia. El pueblo de Cantabria estuvo representado por trajes de pasiegos. En la visita de Evita Perón a España en 1947, también se piden trajes de todas las provincias, y Cantabria volvió a ser representada por un traje de pasiega. Es cierto que los pasiegos, y nada más que los pasiegos, se convierten en los representantes de Cantabria. En las publicidades de finales del siglo XIX y principios del XX, especialmente cuando se hizo la zarzuela de El Salto del Pasiego, cantidad de comercios de la península e incluso de Cuba se representaban con un pasiego saltando con el palo.

Goya ya tenía un grabado de una pasiega un siglo antes...

Una pasiega con su cuévano, su caperuza y sus botas, aunque previamente lo había hecho Lorenzo Tiepolo, al que encargaron unos dibujos al pastel para las habitaciones de los infantes. Entonces ya pintó a una pasiega con los collares de coral, los pendientes de plata y careta, el típico pañuelo pasiego y el cuévano, que Emilia Pardo Bazán llamaba “la prolongación de la mujer pasiega”.

Pardo Bazán era una de las enamoradas de la Vega.

Ella vino en 1894, justo una semana antes de que el doctor Madrazo abriera el sanatorio. Había hecho unas descripciones muy bonitas de la mujer pasiega, pero cuando llegó aquí se encontró a una pobre mujeruca cargada con el cuévano y se le cayó la imagen que tenía. A cambio, encuentra una figura masculina, que es el doctor Madrazo. Era una de esas mentes de las que se saca provecho. En ese sentido, Pardo Bazán adoraba Vega de Pas, igual que la condesa de Yebes, que le decía a su hija que la Vega era como “un lecho de manto verde para el descanso”. Toda esta alta sociedad se enamoró de estos valles.

¿Tiene que ver ese estereotipo pasiego con la imagen de las amas de cría y sus trajes deslumbrantes?

Sí. El traje de pasiega es muy vistoso, entre otras cosas porque las mujeres tenían acceso a las mejores telas de contrabando de muchos maridos. Eran unas panas, muselinas y ricas telas que luego hicieron de la mujer pasiega un orgullo: muchas familias nobles paseaban a sus nodrizas vestidas de pasiega porque eran un adorno de la clase social.

En el libro menciona que el pasiego contrabandista “jamás sacó otro lucro que el necesario sustento”. ¡Qué códigos!

El pasiego ha sido muy austero, ya que la propia orografía de los Montes de Pas lo pide: no se puede ir con un camión de mudanzas de cabaña en cabaña, sino con solo lo necesario. El hecho es que el contrabando les servía de apoyo para comprar vacas o fincas, de la misma manera que la mujer, que es la gran trabajadora de los valles, incluso la más modesta nodriza, ahorraba el dinero que obtenía de la lactancia porque no tenían lujos. El hecho de ser austeros es lo que les ha convertido en ahorradores y triunfadores.

Esa es otra de las constantes en sus páginas: una sucesión de ilustres ingenieros, médicos o empresarios de ascendencia pasiega. Usted habla de una Academia de Sangre Pasiega.

El nombre surgió cuando hice el artículo de Gregorio Marañón, que perteneció a cinco reales academias [y tenía sangre de San Roque de Riomiera]. Es uno de los intelectuales más grandes del mundo. Existe una especie de Academia de Sangre Pasiega, que es la que hace que todas estas grandes figuras hayan sido muy destacadas. Porque no olvidemos que Manuel Ruiz Zorrilla nació en Burgo de Osma, pero sus padres, abuelos y bisabuelos eran de San Pedro del Romeral, donde se crio. Gabino Diego, por ejemplo, tiene doble ascendencia, porque el abuelo se casó con una prima segunda. Se llamaba Francisco Diego Madrazo y Ortiz, y fue uno de los ejemplos de mayor trabajador y listeza pasiega: marchó a Cuba con 16 años sin saber leer ni escribir y acabó siendo la segunda fortuna de Cuba e incluso fundó un periódico. Es uno de los ejemplos de brillantísimo, tenacidad y éxito pasiego.

Existe una especie de Academia de Sangre Pasiega, que es la que hace que todas estas grandes figuras hayan sido muy destacadas

En su artículo Una víctima ilustre, publicado en La Atalaya en 1921, José del Río, Pick, escribe que “las características del pasiego son las mismas en cualquiera de los tres ayuntamientos de donde proceda o en cualquiera de las cinco partes del mundo donde se halle”. ¿Tiene el pasiego mucho amor por su tierra?

El pasiego siempre vuelve. Yo conocí a José Luis de Villalonga, que hizo la biografía del rey, y me dijo: “Ustedes están por todos lados”. Él me hablaba de apellidos pasiegos de personas en Francia. Pero es que había llegado a conocer un zapatero pasiego en Japón y dos o tres pasiegos en Australia. El pasiego, no sé por qué, esté donde esté, siempre deja huella.

Quizá sea el secreto de que la casa en la Vega de Pas de Guzmán de la Vega, que fue Inspector General del Cuerpo de Ingenieros Industriales, se convirtió en una especie de salón literario...

El salón acogía a Concha Espina, Adriano García Lomas o a Jesús Cancio. Pero, además, traía figuras nacionales como María Teresa León o Carmen Muñoz Roca–Tallada, condesa de Yebes, que en los años veinte tuvo uno de los mayores salones literarios en Madrid: García Lorca leyó allí La casa de Bernarda Alba por primera vez.

¿Se puede decir que los Valles Pasiegos mantienen las esencias más puras de lo cántabro?

Sí. Por eso hay que potenciar eso en lugar de destinar 18 o 20 millones a una atracción de feria como es el teleférico de Estacas de Trueba; habría que ayudar al mantenimiento del paisaje pasiego, esa mezcla de naturaleza y hombre; hay que potenciarlo para que el paisaje no desaparezca. Las tres villas pasiegas aún permanecen algo vírgenes, no están machacadas por el turismo masivo. Hay que conservar eso: no hagamos grandes sueños de teleféricos ni tonterías y potenciemos lo que se debe de guardar, la conservación de parajes que van desapareciendo.

Las tres villas pasiegas aún permanecen algo vírgenes, no están machacadas por el turismo masivo. Hay que conservar eso: no hagamos grandes sueños de teleféricos ni tonterías y potenciemos lo que se debe de guardar, los parajes que van desapareciendo

Hay museos etnográficos en Vega de Pas y en San Roque. ¿Es una vía?

Esa es otra de las cosas por las que abogo. El tema museístico atrae a un turismo de calidad. Además, enseña. Estoy abogando por la compra de la casa Madrazo para hacer un museo al doctor Madrazo que también podría ser un museo de la medicina de Cantabria, ya que esta comunidad se ha lanzado al futuro de los museos.

En la Vega de Pas, por ejemplo, hay muchas cabañas restauradas destinadas al alquiler estacional. ¿Está suponiendo un problema en cuanto al modelo turístico?

No, lo que pasa es que aún no se ha definido lo que se puede hacer. Lo que hay que definir es la restauración de las cabañas, que son cuadras: que autoricen unas ventanas algo más grandes, un modelo que sea tan fidedigno al patrimonio pasiego como condescendiente. Lo que no se puede hacer es obligar a alguien a vivir con unas ventanitas pequeñas. Como no existe un plan de ordenación real de la cabaña, cada uno hace lo que quiere. La ley del suelo va a favorecer a quien quiera construir una casa, pero perjudica al paisaje. Hay que adecuar las normativas para que las cabañas puedan ser viviendas modernas sin destrozarlas, porque yo he visto cabañas con unas cristaleras enormes...

En el prólogo es muy crítico con los políticos...

No es que sea crítico, lo que pasa es que vivimos en una sociedad donde tragamos con todo. Parece que dependemos de ellos cuando la realidad es que ellos dependen de nosotros. Si les señalo es porque dicen que hay que potenciar el turismo sostenible o hablan de repoblación, pero cuando llegan al pesebre se les olvida todo. Si tú idiotizas a la población, haces una población idiota. Hay que salvaguardar todas esas cosas porque luego vienen los arrepentimientos.

En el libro dedica un capítulo a los bolos y menciona a dos grandes jugadoras: Matilde de la Torre y Concha Espina. Pero en Cantabria se ha hormigonado una bolera en Castañeda, otra sustituida por un parque junto al Palacio de Festivales mientras que otras tantas están abandonadas. ¿Es abandonar las tradiciones una cuestión política?

Sí. Ahora están pensando en incorporarlo en los colegios. Hay que potenciar ese tipo de tradiciones que favorecen las relaciones sociales, transmite la herencia cultural de los bolos y potencia hasta el paisaje.

Pick escribió en 1927 que daría “cualquier cosa” por asistir a los diálogos entre el cura Víctor Madrazo Sisniega y el doctor Madrazo. ¿Por presenciar qué diálogo entre dos pasiegos daría usted cualquier cosa?

Quizá entre el mismo doctor Madrazo y el cardenal Ángel Herrera Oria, igualmente de origen pasiego, pues su abuelo fue el último de la saga en nacer en Vega de Pas. Eran amigos y de ideas contrarias, pero guardaban las formas y la educación. Su amistad y respeto eran tan grandes que, cuando murió Madrazo, Herrera Oria estuvo a su lado reconfortándolo. El bisabuelo de Ángel Herrera Oria fue Manuel Antonio Oria Oria, un médico que destacó en la aplicación de litotomías, relativo a los cálculos en el organismo. La ideología de Madrazo era izquierdista y republicana, pero respetando a la monarquía cuando está era refrendada por el pueblo. También lo tildaron de ateo, pero nada más lejos de la realidad. Lo que pasa es que estaba en contra de la institución de la Iglesia, que en aquellos años era de un calado político enorme. Al cardenal Herrera Oria, igualmente, lo tildaron de rojo cuando dijo que había que respetar a la República.