“Vivimos en una cultura bipolar: hasta la persona más importante de nuestra cultura, Jesucristo, era bipolar, que en sus momentos de euforia andaba sobre las aguas y resucitaba a los muertos, y en momentos de depresión decían 'azótenme'”.
Con estas palabras, el escritor Juan José Millas ha comparecido públicamente en los cursos de verano de la UIMP, en Santander, a donde acudió para participar en el seminario 'Ciencias y Humanidades en salud mental. Diálogos posibles entre las dos culturas', que dirige Raúl Gómez, psicólogo y responsable de Recursos de Atención Social de la Fundación Manantial. Junto a Millás, participan en el seminario los escritores Jesús Carrasco y Laura Ferrero.
El seminario pretende tender puentes entre las disciplinas humanísticas y científicas a la hora de abordar los problemas mentales. En este contexto, Millás ha relatado la anécdota de un escritor colombiano cuya madre tuvo que ser ingresada al no tomar la medicación adecuada para tratar su trastorno bipolar. Dicha mujer, según el relato del escritor colombiano citado por Millás, rehusó a tomar la medicación para poder disfrutar de sus momentos de euforia. En palabras de Millás:
“Desde la medicina no se entiende que la cura tenga un carácter emocional y que desde la psicología no se entienda que haya situaciones de orden médico. Un amigo bogotano me contó hace años, cuando hacía un reportaje sobre bipolares, que su madre era bipolar y acababan de tener un problema con ella, quien abandonó la medicación por la nostalgia de los momentos de euforia y por ello fue internada. La madre le dijo: '¿Tú le pedirías a Superman que se resignara a ser el gilipollas de Clark Kent toda su vida?' Esta mujer necesitaba los dos apoyos”. Por eso, “si no puede ser Superman lo tienes que negociar no solo tomando ansiolíticos, sino con terapia”.
'¿Tú le pedirías a Superman que se resignara a ser el gilipollas de Clark Kent toda su vida?' Esta mujer necesitaba los dos apoyos
Para el director del seminario, las disciplinas que aborden lo biológico y lo emocional han de estar presentes en el tratamiento de un paciente. De ahí que en un seminario como el que dirige acudan psicólogos y psiquiatras; y también escritores y filósofos.
“Es obligatorio plantearnos que la mejor manera de ayudar y ayudarnos, porque al final todos pasamos algún tipo de momento complicado, es acompañarnos de los saberes que nos ayudan a entendernos, bien desde la parte más cerebral, como la medicina, bien desde la humanística, como la literatura y la filosofía. Ese diálogo tiene que ser posible”, ha dicho Raúl Gómez.
El ejemplo más práctico de la descoordinación entre ciencia y humanidades se representa en el momento en que una persona con algún tipo de dolencia mental “tiene que tomar una decisión que va a marcar las posibilidades de recuperación. Y muchas veces no tenemos criterio para decidir si vamos a un modelo de psiquiatra o de psicológico. En el modelo académico, profesional, el diálogo es difícil. El punto de intersección es la combinación: un tratamiento médico junto a un tratamiento psicoterapéutico”, ha valorado Gómez.
Millás ha abundado en la misma línea: “Sería como un encuentro entre la razón y la emoción. Hay un momento en la historia de la humanidad en que se separan ciencia y humanidades. Con la Ilustración se empieza a pensar que la razón lo explica todo, pero para explicar el mundo necesitamos también la emoción”.
Para Jesús Carrasco, el lenguaje tiene gran impacto en la salud mental pues la forma de nombrar puede determinar un tratamiento o crear un estigma. Por ello, ha subrayado la importancia de “matizar más” el lenguaje para acercarse a una realidad compleja de modo que todos puedan reconocerse en ella.
“Hay que crear un lenguaje más complejo y matizado para referirse a una realidad de forma más precisa y encontrar soluciones”, ha dicho Carrasco, apuntando que pocos se identifican con palabras como “pirado o loco” pero “todos tenemos un poco de anormalidad”.