Caminó hacia la utopía sin desaliento, sin frenar para tomar impulso o mirar hacia atrás. Sin temblar nunca en ese recorrido vital de reivindicación y militancia que le llevó a abrazar y defender con inquebrantable pasión y compromiso la libertad, la política, la enseñanza y el teatro. Todo ello desde su pertinaz militancia en una mirada crítica que nunca flaqueó y que proyectó desde cualquier escenario al que se asomó: como concejala, profesora, activista o actriz. Siempre estuvo ahí, sin protagonismos, pero en primera línea.
Isabel Tejerina (Mieres, 1949) salió ayer de escena definitivamente. Alcanzó el cielo que tanto luchó por asaltar su generación, mucho antes de la ola de rebeldía del 15M. Curtida en la postguerra del entorno minero de Mieres, su cuna, en una familia numerosa de once hermanos, padre médico y madre con fuertes convicciones religiosas que se emancipó laboralmente en la dictadura, Tejerina parecía haber heredado el espíritu revolucionario de la comarca de octubre del 34. Su adolescencia y juventud en Oviedo fue “una sucesión de descubrimientos y de rupturas con las ideas que había recibido, hasta llegar al ateísmo de un día para otro”, confesó en una entrevista del proyecto Legado Cantabria, que conserva su testimonio vital, narrado en primera persona.
En realidad, Tejerina siempre quiso ser periodista o doctora. Pero no tuvo la oportunidad, porque en Oviedo no había esas titulaciones. “¿No te gusta leer?”, le preguntó su padre. “Pues estudia Filología, que eso lo hay aquí”. Después acabaría reconociendo que fue muy feliz con su vocación docente, primero en enseñanzas medias y luego en la Universidad de Cantabria, formando maestros, donde fue profesora de Educación Infantil y se jubiló como catedrática de Didáctica de la Lengua y la Literatura.
En la Universidad de los años 70 ingresó muy pronto, en 1969, en el FELIPE, el Frente de Liberación Popular, que era un círculo de izquierdas antifranquista inicialmente formado sobre todo por intelectuales “Cuando llegaba a oídos de alguno de mis hermanos que yo me subía a una tarima para dar un mitin, que tirábamos panfletos o hacíamos encierros y asambleas ilegales tenía muchos problemas en casa”, recordaba la propia Isabel. “Uno, por romper la tradición y las ideas que ellos tenían, y otro, por miedo a las detenciones”.
Torrelavega fue, a sus 22 años, el primer destino como profesora. Allí solo duró tres años porque el director del Instituto Besaya la echó por liderar las protestas de los PNN, los profesores no numerarios que se pusieron en huelga porque no les pagaban y porque no tenían estabilidad laboral. Terminó liderando el movimiento a nivel estatal como coordinadora de los institutos de Cantabria.
Después se trasladó a Santander e ingresó en la Escuela de Magisterio. Para entonces militaba ya en el Partido Comunista de España, que más tarde se denominó Partido de los Trabajadores de España, el PTE, del que fue secretaria general. Eran tiempos sin derecho de huelga, ni de asociación, ni de reunión: “Todo lo hacíamos de manera clandestina y además lo combinaba con la militancia en el partido, que estaba yo sola en Cantabria en ese momento”, explicaba en una entrevista.
Isabel Tejerina fue la mujer con mayor protagonismo y liderazgo en Cantabria en esa primera línea política y también la primera mujer de la democracia que se convirtió en concejala del Ayuntamiento de Santander, cuando encabezó la candidatura municipal del PTE. Sus enfrentamientos con el entonces alcalde, el polémico y controvertido Juan Hormaechea, eran épicos. Ella no se arrugaba ante su fuerte carácter y denunciaba públicamente las adjudicaciones a dedo que, al parecer, sembraban por entonces de arbitrariedad las decisiones municipales. “Éramos idealistas, entregados y generosos. Luchamos mucho contra la dictadura, hicimos nuestra labor aunque luego se hayan llevado las medallas otros”, evocaba sobre aquellos tiempos.
Éramos idealistas, entregados y generosos. Luchamos mucho contra la dictadura, hicimos nuestra labor aunque luego se hayan llevado las medallas otros
En el Ayuntamiento estuvo desde 1979 a 1982. No consiguió acabar la legislatura. Unos meses antes, Hormaechea y los concejales de Alianza Popular la expulsaron del Consistorio por una sentencia, que no era firme, que la inhabilitaba por haber estado implicada en la ocupación de una vivienda social que estaba vacía. Hasta en eso fue pionera, rebelde y valiente. Sucedió en 1979. Una familia con tres hijos muy pequeños ocupó un piso de propiedad municipal en la Plaza de la Leña que llevaba diez años vacío. Cuando llegó la orden de desalojo judicial allí estaban miembros del partido y la propia Tejerina para defender a la familia.
“Entró la Policía a saco y nos bajó a palos por la escalera a todos. Encarcelaron a cuatro personas y nos procesaron a once. A mí me liberaron aquella noche porque mi niña era un bebé de dos meses y el comisario, con mucho boato, con un tono muy paternalista y muy facha, me dejó marchar”, narró sobre aquel episodio. No era la primera vez que le sucedía. Estuvo detenida en una veintena de ocasiones, pero solo una en la cárcel junto a unas mujeres que ejercían la prostitución en Laredo con las que trabó amistad. A ella enseguida la soltaban porque era una mujer muy conocida, profesora de la Escuela de Magisterio y representante de su partido.
Participó en el germen de asociaciones vecinas como La Encina, y organizaciones feministas de ayuda a las mujeres. En la Universidad formó la asociación 'Universidad y Solidaridad', junto a Milagros Gárate, entre otros, que durante 17 años desarrolló más de cien proyectos de cooperación en el tercer mundo gracias al 0,7% del sueldo de 150 profesores y personal universitario. Una organización que, cuando se jubilaron sus impulsoras, se disolvió por falta de relevo.
La literatura y el teatro fueron una gran pasión para Isabel Tejerina, que en los últimos años, junto a su amigo y compañero Juan Manuel Freire, se implicó en la agrupación escénica 'Unos cuantos', que ha puesto en escena algunos montajes también dirigidos por ella.
En su vida personal compartió 48 años con su marido, Félix Martínez Churiaque –también compañero de militancias–, con quien tuvo dos hijas: María y Anjana. En una entrevista con elDiario.es hace años dijo: “Nosotros no militábamos, éramos soldados, combatíamos para que hubiera una caída del régimen y no un cambio pactado”. Isabel Tejerina mantuvo siempre intacto su espíritu crítico y reivindicativo. Dejó dicho: “Muchas derrotas de hoy son victorias de mañana”. Ella siempre siguió caminando.