La aclamada actriz Ángela Molina (Madrid, 1955) ha interpretado tantos personajes que su imagen está grabada a fuego en la mente de todos los españoles que aprecian el cine y el teatro. Aunque ha superando el centenar de películas y ha ganado premios tan importantes como el David de Donatello de la Academia italiana o la Concha de Plata del Festival de San Sebastián, aún se le escapa el Goya, premio para el cual ha sido nominada cinco veces. “Hay que estar ahí con los compañeros disfrutando el momento y disfrutando esa posibilidad. Y está bien así, no pasa nada”, comenta a eldiario.es sobre sus nominaciones, lo que prueba la madurez de una actriz que se guía por las emociones y el trabajo duro. Ahora, interpreta a la reina egipcia Cleopatra, en la función de teatro 'César y Cleopatra', que se representa en el Palacio de Festivales de Santander este fin de semana.
En la obra encarna a la reina Cleopatra, ya madura, que ha comprendido la inutilidad de la conquista por la fuerza y se muestra partidaria del diálogo. ¿Cómo es su versión de Cleopatra, qué ha querido aportar al personaje histórico y al mito?
Es una Cleopatra que no tiene edad, transita en el sueño de lo eterno y se permite, de alguna manera, el diálogo con su memoria y, desde la libertad, observar lo que ha sido su vida: los hechos históricos y políticos de los que ella fue responsable, el período que estuvo con César en su unión, cómo recibieron a sus hijos... Se permiten, tanto ella como él, observar todas las posibilidades de mejora en lo que habrían sido los hechos de su vida, qué hubiera pasado si hubieran sido más perspicaces. Tal vez no hubieran tenido ese arrojo, sin considerar la vida de sus súbditos. Tanto fue así, que se perdieron muchísimas vidas durante sus reinados. En la obra empiezan a observar esas cosas, pero hay mucha ironía, mucho baile... Emilio Hernández es el autor contemporáneo que ha hecho esta adaptación, que es una narración a través de los tiempos. Esto permite que sea algo muy real y que los personajes se puedan reír muy tranquilamente de sí mismos.
Se ha dicho que 'César y Cleopatra' reflexiona sobre la condición perecedera del poder. ¿Cree que la lucha por el poder de la que tanto se habla en la representación se puede trasladar a la España actual, o al mundo que nos ha tocado vivir? ¿Que nada ha cambiado tanto?
Confío en que los que están ahora en ese lugar pretendan -cada uno desde su forma y modo- hacer las cosas bien, por lo menos eso es lo que se transluce y por lo que permitimos que estén ahí. Luego, con todas esas libertades encontradas y consensuadas, se logrará algo en el tiempo, algo positivo y bueno, por muy laborioso que parezca el tramo histórico que estamos viviendo.
César y Cleopatra compartieron pasión y objetivos políticos. ¿El poder y la seducción van siempre de la mano?
Está creado así, el hombre y la mujer siempre se han complementado muy bien.
¿Qué tienen todos estos personajes para que nos sigan interesando tantos siglos después, para que importantes escritores hayan recreado sus vidas y el cine haya contado sus historias?
Pues yo creo que eso es lo que se preguntan ellos a sí mismos. Yo creo que se debe a la lealtad que posee el hombre hacia su memoria colectiva, nunca abandona sus mitos. Pienso que los personajes son unos seres valientes y sienten, incluso en esa eternidad, el compromiso de irse conociendo a sí mismos para limpiar su memoria.
¿La obra dirigida por Magüi Mira nos revela algo desconocido o añade matices sobre una de las historias de amor más famosas de la humanidad?
Es un dinamismo sensual, divertido, irónico... De alguna manera ayuda a los personajes a no tomarse excesivamente en serio, porque bastante serios fueron sus amores. Entonces, se enfrentan a esa posibilidad de amor en la eternidad y la saben aprovechar. En el sentido de que siguen dándose caña, se siguen queriendo y siguen narrándose sus historias de amor al margen de la suya propia. Existe una complicidad y una amistad que está por encima.
Humor, música, baile… y un deliberado minimalismo escénico. La obra deja recaer todo el peso en cuatro actores. Dígame la mayor virtud de sus compañeros de reparto.
Antes había otro elenco, pero se han sumado a nosotros otros dos actores, si cabe, más jóvenes. Es la primera representación que vamos a tener aquí juntos y es un poco osadía. Pero, por lo que vengo viendo, estoy rendida hacia esa verdad y ese “desmoronarse o deshacerse” para interpretar a unos personajes que nos sobrepasan a todos, que son mitos, pero reales. Estos actores que estoy conociendo ahora vienen de escuelas muy interesantes. Son actores absolutamente sorprendentes en cuanto a esa hondura y ese equilibrio entre técnica y sencillez. Ellos son los que transmiten esa verdad, ya que son los protagonistas de la realidad. Nosotros, los mayores, los abuelos, somos los que estamos en la eternidad y, bueno, ya hemos vivido. Pero ellos están viviendo el presente y son los que de alguna manera logran el drama, ellos logran traer el pasado al presente y, nosotros, lo dinamizamos creyéndonos que todo es posible en la memoria.
Atesora premios como el David de Donatello de la academia italiana, la Medalla de Oro el Mérito en las Bellas Artes o la Concha de Plata del Festival de San Sebastián. Sin embargo, a pesar de sus cinco nominaciones, le falta el Goya…
La verdad es que cuando sucede compruebas que todo está bien, porque podría haberte tocado a ti o a otra, que en mi caso es lo que sucede [ríe]. Es como una lotería y uno no puede juzgarlo mucho. Hay que estar ahí con los compañeros disfrutando el momento y disfrutando esa posibilidad. Y esta bien así, no pasa nada... Es perfecto.
Magüi Mira dijo el año pasado en una entrevista: “Ahora las mujeres libramos una intifada silenciosa hasta recuperar poco a poco nuestro lugar en el mundo, pero Cleopatra demuestra que en un pasado lejano la situación de la mujer fue infinitamente mejor de como fue en los siglos posteriores”. ¿Están estas ideas en la obra? ¿Se nota que directora y actrices reivindican la necesidad de reconocer a la mujer en un mundo de desigualdades?
Yo siempre pienso que las mujeres han tenido los mismos valores. Pienso en los hombres como los hijos de esas madres y a ellas como las madres de esos hijos. Las mujeres siempre han tenido los valores fundamentales, dándole esa especie de sentido a cualquier cosa en sus vidas. Los han ejercido y han luchado por lo que han amado. Lo seguimos haciendo. Quizás algunas culturas ahora, obviamente, están haciendo un gran daño, en muchos lugares, a la significación que tienen los derechos igualitarios de la mujer y, en ese sentido, sí que hay mucho dolor. Pero yo no creo que por esa enajenación o esa terrible realidad que están sufriendo tantas mujeres sus valores vayan a ser menos vigorosos. Creo que son valores que el hombre mismo reconoce y que también posee. Admiro muchísimo a los hombres y a las mujeres. Sus diferencias me parecen muy acertadas.
En 'César y Cleopatra', los personajes reconocen aciertos y errores, méritos y culpas. ¿Qué le diría la actriz Ángela Molina de hoy a la de su juventud?
Ellos exploran y conocen su libertad, sus riesgos. Mantienen, sobre todo, conversaciones y dilemas de lo que supuso las pérdidas de tantas vidas en las guerras. En una vida, al final, lo que importa es eso, no hacer daño. Creo que en ese sentido son muy transigentes, pero no me gustaría repetir sus errores. Yo he cometido muchos, pero de una manera, si cabe, inocente, porque tienen que ver con el conocimiento. Cuando uno es joven tiene esa pasión por la curiosidad antes de preguntarse que conviene o no.
En la obra también canta, una de sus pasiones. ¿Tiene algún proyecto musical? Aparecieron informaciones sobre un disco de boleros, incluso debutó como cantante en Melilla en mayo del año pasado…
Mi cuna es la música y siempre que me toca cantar me emociona, porque me gusta mucho. Mi hijo también es músico de jazz y es un enamorado de la música. Yo tendré un proyecto musical eterno [ríe], porque yo con todo lo que sea musical, hasta el fin del mundo. Pero, con mi trabajo, me dejo llevar.