El Pleno del Ayuntamiento de Torrelavega aprobó el 27 de noviembre de 2017 una moción en la que se comprometía a redactar en seis meses una ordenanza de actividades culturales que facilitara la obtención de licencias y permisos para la organización de eventos musicales en bares, salas y espacios públicos de la ciudad. Dos años después, sigue sin haber ordenanza y uno de los grupos de la oposición municipal, Asamblea Ciudadana por Torrelavega (ACpT), denuncia que este vacío normativo pone en riesgo la supervivencia de las empresas del sector.
“Nos vamos acercando a los 24 meses transcurridos desde la formulación de tan buenos propósitos y la triste realidad es que no se ha redactado ni una coma y, no ya los meses, sino los años, se han sucedido sin el más mínimo avance ni muestra de interés”, ha comentado el concejal de la formación, Alejandro Pérez.
Para ACpT, el vacío normativo perjudica claramente a los gestores de estos espacios y organizadores, que corren por su cuenta y riesgo con un actividad sujeta a un régimen sancionador. Ello contribuye a la “desertificación” de la oferta cultural.
“Tenemos que señalar con toda rotundidad que la tierra de nadie administrativa en la que se están moviendo los espacios privados, bares y salas de esta ciudad en los que durante años los conciertos estuvieron en la práctica proscritos, sigue contribuyendo a la desertificación y mutilación de las posibilidades de desarrollo de la cultura cercana, la generada desde los locales, grupos, asociaciones o colectivos locales más allá de los grandes eventos puntuales de la ciudad de festivales”, señala el concejal.
Sin sala municipal
No se trataba solo de establecer un marco normativo, sino de habilitar una sala de titularidad municipal para organizar este tipo de actividades, previo abono de unas tasas asequibles, y hacer posible una programación estable, algo que tampoco se ha producido.
La misma moción se comprometía a construir y habilitar técnicamente una sala de gestión municipal que mediante tasas de fácil acceso permitiese la realización de actividades multiculturales diversas, y que acoja una programación estable y accesible.
“De momento nos tenemos que contentar con imaginarla”, apostilla Pérez, para quien la supervivencia de las empresas culturales y la creación de una programación amplia y estable en la ciudad quedan en entredicho.
“Los espacios privados como bares o salas que poniendo su grano de arena para ampliar la oferta de ocio y cultural de la ciudad y que podrían al tiempo mejorar su viabilidad económica y posibilidades de supervivencia en un entorno socioeconómico tan difícil como el que llevamos años viviendo, se ven obligados a hacer acopio de valor y moverse en una inseguridad administrativa, acompañada por si fuera poco de la sombra permanente de posibles sanciones y de la imposibilidad de plantear un calendario de actividades que atraiga al público local y de nuestro entorno geográfico”, concluye