Isabel Tejerina (Mieres, 1949) se jubiló de dar clase pero no del activismo social ni de la cultura. Licenciada en Filología Románica, profesora de Educación Infantil y catedrática de la Universidad de Cantabria, Tejerina es muy recordada por su paso por la política municipal de Santander, en donde fue elegida concejala en las primeras elecciones de 1979 por el Partido del Trabajo de España (PTE). Ocupó el cargo hasta que fue expulsada del Consistorio por el entonces alcalde, Juan Hormaechea, al que se enfrentó de continuo durante tres años. Ahora, concluida su vida laboral, esta luchadora infatigable ultima un libro y sigue actuando y coordinando al grupo de teatro aficionado 'Unos Cuantos“. Tampoco se ha olvidado de la reivindicación y sigue defendiendo las libertades y apoyando a los migrantes.
Echando la mirada atrás, desde aquella entrevista que le hizo elDiario.es en 2016, cuando aún se oían los ecos del 15-M, han pasado cinco años. ¿La evolución ha sido la esperada?
Vamos a peor [ríe]. Hay una atonía social enorme, una desmovilización absoluta, que entonces ya la había pero que ahora es crónica. No obstante, hay movimientos. De hecho, yo estoy en la plataforma 'Ciudadanía contra la exclusión sanitaria' que acompaña a gente 'sin papeles' para que tengan atención médica. También estoy en 'Libres', una plataforma ciudadana que defiende las libertades y que esto no vaya a peor.
¿La apatía social es igual en todos los ámbitos?
Políticamente, sí. Hay más viveza cultural, pero políticamente la sociedad está muerta. De hecho, por ejemplo, yo apoyo a Podemos, que me parece que hace lo que puede y que solo tiene enemigos, principalmente la prensa, la televisión, que lo está machacando todo el día, haciendo correr bulos.
Usted tuvo su actividad política como concejala en los primeros años de la Transición. ¿Cómo era aquella época?
Éramos muy sectarios, queríamos un protagonismo de partido y en ese sentido hago autocrítica. Ahora hay más intentos de unidad, pero caminamos muy lentamente. Y, por qué no decirlo, yo estoy muy desmoralizada con la gente, con los ciudadanos. La gente sigue pensando que se lo van a llevar a casa sin mover un dedo.
¿Se refiere al individualismo?
Exactamente. La gente no se mueve y así nos va.
Antes hablaba de Podemos. ¿El influjo de Podemos no ha quedado reducido a las grandes ciudades, mientras falla en el resto del territorio, con alguna excepción?
Los partidos de izquierda han estado muy ligados siempre a lo urbano. Son los partidos con más componente obrero y el campo siempre ha sido mucho más conservador.
¿Cómo valora el mandato de Pablo Iglesias y la expectativa de Yolanda Díaz?
La de Podemos me parece una buen opción. Lo he apoyado y lo sigo apoyando, aunque no he militado. A mí [Pablo] Iglesias me cae muy bien. No creo que merecía este fin. Yolanda Díaz me parece una persona valiosa, con muchas ganas, y espero que saque alguna cosa.
¿Y que no sufra el acoso que han tenido Pablo Iglesias e Irene Montero?
Esto de acosar a través de sus niños pequeños no me lo han hecho ni a mí, y mira que yo he sido el chivo expiatorio...
¿Por qué dice que ha sido un chivo expiatorio? ¿Se ha arrepentido en algún momento de haberse metido en política?
No, no me he arrepentido. Éramos una gente idealista, muy utópica, poco práctica, pero nuestras intenciones eran sanísimas, generosas y muy loables. Me han caído muchas tortas porque el partido era muy pequeño. He tenido compañeros de lo mejor de cada casa, pero, claro... La gente te aplaudía pero luego no te votaba [ríe]. Mucha palmadita, pero votaban algo que consideraban que tenía más futuro. Aun así yo salí elegida concejala con el apoyo de los barrios, no de los STV [acrónimo de Santanderinos de Toda la Vida].
¿Considera que ya no hay tal diferencia entre la ciudad de los barrios y la ciudad STV?
Tengo poco contacto con los barrios en este momento porque ya no vivo en el barrio, sino en las afueras.
¿Dónde vivió?
En La Encina, en General Dávila. Luego, al casarme, perdí el piso alquilado, y nos tuvimos que bajar al centro.
Aunque hayan desaparecido los actores de su época, la política municipal sigue presidida prácticamente por los mismos grupos, los mismos intereses. ¿Por qué en Santander nunca ha habido alternativa? Oportunidades no faltaron...
Cuando estuve yo, fue Hormaechea el elegido [Juan Hormaechea, alcalde de Santander entre 1977 y 1987], ya que se abstuvo el PRC. Si no se hubiera abstenido, hubiera sido alcalde Jesús Cabezón [PSOE]. Es una pregunta difícil. Para empezar, se supone que el PSOE es un partido de izquierdas, pero para mí no lo es. Desde su época histórica, en la República, fue muy moderado y en la Transición, muy pactista, tibio, casi gélido en lo reivindicativo. Actúa de parapeto para que no haya conflicto. Ahora en Santander están un poco más batalladores, pero hay gente en el PSOE que es de derechas. También hay gente muy maja, pero vive en una nube, tan engañada...
¿Cuál es el problema, entonces?
El problema de fondo es la falta de pensamiento crítico. Esa es la cuestión. La genta se deja engañar, se deja manipular por el poder. Se piensa poco y poco en alternativo.
¿Cree que el PSOE es el responsable de que la Memoria Histórica haya estado en hibernación durante décadas?
Fue como un precio que se pagó. La política del PSOE es poner parches, paños calientes y no ir al fondo de las cosas.
¿También ahora?
También, también.
La Transición fue cualquier cosa menos pacífica.
Ha habido y hay mucha impunidad.
¿Usted tuvo miedo por su vida?
Temer por mi vida, no, pero sí a la paliza, al hostigamiento. Mucho miedo tuve. Lo que pasa es que a mí nunca me tocaron un pelo. El 'blindaje' que tenía era ser muy conocida, aparte de una cierta posición social, como profesora de la Universidad. No era una víctima fácil para ellos, pero a mi marido lo han perseguido mucho. Yo he estado detenida casi 20 veces y no me tocaron nunca. Me acuerdo de que en el cuartel de la Guardia Civil en Torrelavega uno quería darme, pero al final no lo hizo por esa razón. No era una persona tan débil como otras.
¿Tiene constancia de que otras personas fueron torturadas?
Al secretario general de mi partido, ya fallecido, Agustín Gómez, lo torturaron de forma salvaje. Salió con los pies negros de los golpes que recibió.
¿De qué año estamos hablando?
1975... 1976. A mi marido también le atizaron bien y a mucha más gente. La tortura estaba institucionalizada y un compañero decía que cuando salías de la comisaría a la cárcel era una liberación. Aún hoy tengo constancia de que en las cárceles los presos rebeldes son torturados. Al preso que se envalentona, al preso que exige, a ese le golpean pero bien.
¿Cómo llegó usted a la política?
Empecé en la universidad, en el 'Felipe' (Frente de Liberación Popular, FLP), en donde estuve hasta que se disolvió; luego estuve en el Partido del Trabajo, también hasta que se disolvió, a fuerza de fracaso. Como yo digo: hubo muchos fracasos, pero no nos derrotaron. Pero tuve que seguir porque estaba en el Ayuntamiento, es decir, mi partido se había disuelto y yo seguía de concejala (por el PTE).
¿No era el momento de dimitir?
No podía. Me había votado la gente y la decisión de abandonar no me entraba en la cabeza.
¿Cómo acabó todo?
Acabó echándome Hormaechea en 1981. Yo era un poco la mosca cojonera del Ayuntamiento de Santander porque no había un frente de izquierdas PSOE-PCE-PTE, sino que allí cada uno trataba de tener su parcelita, sus comisiones, y yo clamaba en el desierto sola. A Hormaechea le molestaba eso. Yo he intentado siempre ser rigurosa, es decir, antes de hacer una acusación me documentaba, aunque me costaba mucho conseguir información porque el secretario del Ayuntamiento no me la quería dar. Al final, acababa dándomela. Yo tenía constancia de adjudicaciones a dedo y, cuando la cosa ya era escandalosa, le molestaba. ¿Y qué pasó? A raíz de la ocupación de una vivienda social, que apoyé, nos procesaron y condenaron a una sentencia mínima. Cuando este hombre se enteró de que eso conllevaba inhabilitación, inmediatamente ordenó abrir un expediente y me echó con el voto de calidad del propio alcalde y en contra de toda la izquierda.
¿Nunca pensó en reengancharse?
No, no me interesaba ninguna opción. Ni el PSOE ni el PCE estaban a la altura en combatividad y en cuanto a objetivos. Alguien me hizo una propuesta, pero no quise aceptarla; y sola tampoco quise seguir. Estaba, no tanto quemada, pero sí muy cansada por esa pelea continua.
¿Cómo ve la situación actual?
¿Lo de Vox?
Vox, PP, Ciudadanos... Todos.
Vivo la situación actual con dolor y con preocupación. Hay un avance [de la ultraderecha] que nos tiene que preocupar sin duda. Hay una atonía, una falta de combatividad de la izquierda. ¿Quién tiene la máxima responsabilidad? El PSOE, que se llama de izquierdas. También atribuyo una enorme responsabilidad a los medios de comunicación, que están en manos del poder económico y muy derechizados y con una falta absoluta de pensamiento crítico. Malos tiempos para la izquierda. Malos tiempos para la gente.
¿La derecha española es homologable a la europea?
No, porque son herederos del franquismo y son franquistas. En Francia no ha habido 40 años de dictadura y aquí, sí. Y en España ha vivido mucha gente del régimen. Mucha gente que todavía te dice que con Franco se vivía mejor, que se estaba mejor, con una ignorancia de la parte no solamente política, sino también social y económica. Pero, ¿dónde vivía esta gente? ¡Por favor! Vamos, en este país algo hemos mejorado.
Su querencia por el teatro data de antiguo, pero es en los últimos años cuando se ha convertido en el centro de su vida...
Estoy muy dedicada al teatro. Me ha interesado siempre. Soy actriz desde la época de la universidad. El estado de excepción de 1969 nos cerró el Teatro Estudio, de la Alianza Francesa de Oviedo, al director lo metieron en la cárcel y deportaron. También me he dedicado a la investigación sobre el teatro, sobre todo para niños y jóvenes. Ahora que estoy jubilada me dedico a 'Unos cuantos', en donde llevo la parte de gestión y de coordinación del grupo. Hemos tenido mucha actividad, tanto en Santander como en la comunidad. No hemos parado en la pandemia y ahora vamos a retomar las actuaciones presenciales.