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Los problemas compartidos con las personas refugiadas: precariedad, incertidumbre y acceso a la vivienda

Las personas migrantes que dejan atrás sus países de origen, en la mayor parte de los casos huyendo de situaciones de violencia y conflicto bélico, se encuentran con una serie de problemas, acentuados por su condición de refugiadas, que se asemejan a los que sufren sus nuevos vecinos. El acceso a la vivienda, la precariedad y la incertidumbre sobre el futuro son barreras a las que tienen que hacer frente en la sociedad también los autóctonos. 

No obstante, tal y como sostienen los colectivos cántabros que gestionan los programas de acogida, falta “empatizar” con la situación de los refugiados. Cruz Roja, Movimiento por la Paz y Nueva Vida reciben cada año personas de otros países solicitantes de asilo dentro del programa del Ministerio de Migraciones, y su trabajo consiste en ofrecer asistencia y acompañamiento para facilitar su integración, a través de cursos, talleres y mediante la propia convivencia. 

“Somos una sociedad poco preparada para la acogida, para ponernos en el lugar de las personas que sufren, cuando sus problemas son los mismos que los nuestros”, subraya Pablo Lobo, de Movimiento por la Paz. “Cuando quieren alquilar un piso o abrir una cuenta en el banco se encuentran con que la gente desconfía”, sostiene Sandra García, portavoz de Cruz Roja.

“Nos encontramos pocas situaciones de racismo y xenofobia, pero siempre hay”, relata Julio David, de Nueva Vida, asegurando que son “personas poco empáticas y egoístas que nunca se ponen en el lugar de los demás para entender que tienen dificultades en su vida que no las han buscado, que les han venido así”.

Y es que, según coinciden los tres portavoces de las asociaciones, el acceso a la vivienda, que es un problema común también entre los españoles, es una de las principales dificultades que se encuentran cuando llegan a España, por su situación de precariedad. “Son personas que no tienen una nómina y, por tanto, carecen de recursos”, explica Lobo. “Es difícil para todos, pero para ellos todavía más”, apunta David. 

Incertidumbre

Además, las personas refugiadas viven con la “incertidumbre” de no saber qué ocurrirá con sus solicitudes de asilo, puesto que en España hay más de 75.000 esperando a ser resueltas y solo el 25% de las que se resolvieron en 2018 fueron aceptadas. “Saben que tienen muchas posibilidades de que no se la den”, reconoce Lobo, y ese escenario de “provisionalidad” les impide hacer planes a largo plazo. 

Otra de las barreras a las que tienen que enfrentarse en nuestra sociedad es el idioma. “Es difícil que te lo homologuen”, explica David, y muchos de ellos vienen con cualificación de sus países y no pueden ejercer en trabajos para esa formación que disponen.

Por su parte, García pone el foco en la cultura en general, como obstáculo que deben subsanar. “Empezar una vida nueva en otro país supone empezar a aprender toda la cultura desde el inicio, y cuando eres pequeño es fácil, pero cuando eres adulto supone un ejercicio de comprensión y adaptación complejo”, expone.

En definitiva, estas asociaciones abogan por “generar espacios para la empatía y el reconocimiento mutuo donde veamos que muchos de sus problemas también son los nuestros”, aunque también ponen en valor que “ mayoritariamente somos una sociedad solidaria”.

Las personas migrantes que dejan atrás sus países de origen, en la mayor parte de los casos huyendo de situaciones de violencia y conflicto bélico, se encuentran con una serie de problemas, acentuados por su condición de refugiadas, que se asemejan a los que sufren sus nuevos vecinos. El acceso a la vivienda, la precariedad y la incertidumbre sobre el futuro son barreras a las que tienen que hacer frente en la sociedad también los autóctonos. 

No obstante, tal y como sostienen los colectivos cántabros que gestionan los programas de acogida, falta “empatizar” con la situación de los refugiados. Cruz Roja, Movimiento por la Paz y Nueva Vida reciben cada año personas de otros países solicitantes de asilo dentro del programa del Ministerio de Migraciones, y su trabajo consiste en ofrecer asistencia y acompañamiento para facilitar su integración, a través de cursos, talleres y mediante la propia convivencia.