Pedro Casares: toda una vida en la política esperando a que llegara su momento para ponerse al frente del PSOE de Cantabria

Pedro Casares se desplaza siempre al volante de su propio coche. Aparca, se da dos ligeros golpes de colonia en el cuello y en la muñeca, entra a un acto, sonríe y saluda efusivamente. Nada que no hagan todos los políticos. Pero la diferencia es que él empieza a abrazar, repartir palmaditas, tocar el brazo o acariciar la mejilla de los asistentes mientras su fotógrafo dispara la cámara compulsivamente. Todos saben que cuando extiende sus brazos hacia ellos acabarán retratados en las redes sociales del nuevo secretario general del PSOE de Cantabria, saturadas de instantáneas de abrazos y carantoñas, trasladando una imagen de estrecha relación de proximidad y afecto con él. La escenificación es tan habitual que en los actos públicos, mientras algunos esquivan el contacto, otros bromean: “¿Ya te abrazó Pedro?”.
Sin embargo, pese a estas muestras públicas de constante cercanía y afecto, fuera de los focos, Pedro Casares Hontañón (Santander, 1983) es una persona “introvertida, hermética y extremadamente reservada” que, hasta ahora, siempre se ha protegido de los medios de comunicación y de los propios periodistas con quienes habitualmente no comparte confidencias, como es frecuente en otros políticos, sean del partido que sean.
Por lo general, todas sus declaraciones públicas se centran en reproducir las consignas de partido. Nunca una imprudencia, siempre comedido en extremo incluso en las campañas electorales. Es, asimismo, una persona muy austera que consume lo mínimo –“yo nunca compro”, suele bromear– y que apenas tiene apetito. Sería capaz de alimentarse de arroz y coca cola. A la vez es extremadamente celoso de su vida privada. “Puedes considerarte amigo suyo durante doce años y no saber siquiera dónde vive”, dice un compañero de filas. Su refugio es Cádiz, un lugar al que se escapa cuando puede y donde intenta coincidir con sus hermanos, Marián y Rubén, a los que está muy unido.
Comenzó su carrera política hace 22 años en Juventudes Socialistas, se ha presentado dos veces a la Alcaldía de Santander (2015 y 2019) y tras su segundo fracaso (aunque recuperó los 7 concejales que el partido había tenido una década antes) se marchó a Madrid de diputado por Cantabria, lo que generó algunos reproches. En el Congreso ejerce de portavoz de Economía de su grupo parlamentario y, además, preside la Agrupación Socialista de Santander desde 2014, una etapa que caduca próximamente porque la limitación de mandatos le impide revalidarlo.
Quienes lo conocen creen que es más enérgico de lo que parece, voluntarioso, resuelto y con alta capacidad de trabajo y de control. Nada más despertarse lee las noticias en el móvil, sin salir de la cama. La política es su vida y la ejerce en una campaña continua, sin escatimar horas. Desde que es diputado en Madrid ha multiplicado su actividad parlamentaria y de partido, porque no ha dejado nunca de tener presencia pública todas las semanas en Santander.
Para organizarse apunta todas sus citas en una agenda de papel sin la que no sale de casa. Su intuición política y su afición a leer sobre la historia del siglo XX tienen su reflejo en su gran capacidad analítica, probablemente derivada de su formación en economía. Una de sus tres pasiones, junto a la política y la docencia.

Solo tiene 41 años, pero empezó tan joven en la política –a los 25 años ya era secretario de Economía y Empleo del PSOE de Cantabria– que se percibe como un auténtico veterano. Es uno de los tres hijos –todos militantes socialistas– de una familia de clase media de ascendencia lebaniega propietarios de un bar en Santander, que estudió en los Capuchinos y en el instituto público de Las Llamas. Se le empezó a conocer en el ámbito político hace más de dos décadas, cuando se puso al frente de una generación de Juventudes Socialistas con mucho protagonismo y empuje que ha ido tomando el relevo en el Partido Socialista de Cantabria.
La sintonía inicial de aquel grupo se ha disuelto, aunque muchos de ellos han alcanzado posiciones de poder. Pablo Zuloaga se convirtió en líder del partido y vicepresidente del Gobierno de Cantabria durante la anterior legislatura; Eugenia Gómez de Diego es la actual delegada del Gobierno de Cantabria; Ruth Carrasco es jefa de gabinete de Delegación y Daniel Fernández es el portavoz socialista del Ayuntamiento de Santander. Juntos crecieron políticamente hasta que estallaron diferencias y rencillas que les han llevado a enfrentarse por el control del partido: Casares mantiene la lealtad de Daniel Fernández y Zuloaga la de Eugenia Gómez de Diego.
Pedro Casares ha representado siempre el papel de alumno aplicado y estudioso, el discípulo trabajador y leal tanto en el partido como en la Universidad de Cantabria. De hecho, ha seguido en paralelo dos carreras, profesional y política, desde las bases. Toda su trayectoria académica la ha desarrollado en la Universidad de Cantabria. Cursó como estudiante la carrera de Económicas y el máster de Comercio, Transportes y Relaciones Internacionales, se doctoró y se convirtió en profesor de Fundamentos de Análisis Económico. Todo bajo la protección del catedrático Pablo Coto.
Hace unos años, un medio ultra de dudosa credibilidad lo acusó en plena campaña electoral de haber falsificado unas firmas para contratar en la Universidad a un amigo y compañero de filas socialista. Un asunto que fue el momento más duro de su carrera política y que se demostró falso. Detrás de aquella acusación incierta, casualmente, estaba el hermano del actual consejero de Economía del Gobierno de Cantabria, Luis Ángel Agüeros.
En el PSOE de Cantabria siempre fue disciplinado aunque también ha actuado con determinación. Su mayor mérito en ambas instituciones ha sido aprender y esperar, tener paciencia, ir subiendo peldaños sin precipitarse pero sin renunciar a ascender. Casares gozaba de la confianza de la anterior dirección del partido, primero Lola Gorostiaga y después Eva Díaz Tezanos, que ejercieron de vicepresidentas del Gobierno de Cantabria pilotado por Miguel Ángel Revilla, a quien hicieron presidente a pesar de que el PSOE tenía más escaños. La consecuencia fue que el PRC se fue fortaleciendo a costa de ir debilitando a los socialistas.
Tal vez la única ocasión en la que Casares plantó cara a la vieja dirección del PSOE fue cuando les llevó la contraria tomando partido por Pedro Sánchez y se convirtió en su portavoz en Cantabria. A su lado estaba también su amigo Pablo Zuloaga. La victoria del actual presidente les dio el impulso suficiente para plantear una alternativa para liderar el partido. A última hora, cuando todo el mundo daba por hecho que Casares encabezaría la alternativa, dio un paso atrás y se presentó Zuloaga. Aquella renuncia respondió a que había negociado esperar. Mantener un mandato más a la entonces secretaria general Eva Díaz Tezanos a cambio de heredar cuatro años después la dirección del PSOE.
El acuerdo soliviantó a parte de la militancia crítica con la dirección, el grupo que apoyó a Sánchez, y que ese día viajaba a Madrid para un acto. En aquel autobús se decidió que Zuloaga diese un paso adelante y el acuerdo hizo aguas. Casares aceptó la decisión y permaneció a su lado. Juntos, en 2017, ganaron las primarias al aparato en las primeras elecciones en las que votaron todos los militantes. En las siguientes elecciones autonómicas Zuloaga se convirtió en vicepresidente del Gobierno de Revilla. Para entonces los recelos ya eran notorios en el ámbito privado.
En paralelo, Casares fue consolidando su poder en la Agrupación Socialista de Santander –que le disputaron en primarias algunos de los que hoy están a su lado– y estuvo siete años de concejal en el Ayuntamiento de la capital cántabra, entre 2013 y 2019. Realmente se le dio por amortizado tras las municipales de 2019 cuando fracasó en su intento de ser alcalde de Santander en el momento de mayor debilidad del Partido Popular en la capital, donde siempre ha gobernado la derecha y no se ha producido alternancia.
Los resultados del PSOE fueron muy discretos pero el propio Casares tenía inicialmente la confianza de poder liderar un hipotético y complicado gobierno cuatripartito con el PRC, IU y Ciudadanos como socios. Pero el partido de Albert Rivera prefirió mantener en el poder a la alcaldesa popular, Gema Igual, que hoy, una legislatura después, tiene mayoría absoluta (14 concejales) mientras que el PSOE perdió uno y se quedó con seis.
Al poco, en una sorprendente maniobra de espaldas a Cantabria que gestionó en Madrid cuando aún contaba con apoyos, se impuso como candidato por la comunidad aprovechando la repetición de las elecciones generales y consiguió un escaño que aún mantiene como diputado en el Congreso. Para ello, apartó al cabeza de lista y entonces diputado, Luis Clemente, que prácticamente se enteró de su relevo por los medios de comunicación.
Al tiempo, utilizó el favor de Ferraz para cesar al delegado del Gobierno –el presidente de su propio partido, Eduardo Echevarría– y colocar una persona de su confianza, su amiga Ainoa Quiñones, compañera de tareas docentes en la Universidad de Cantabria. Fue el primer movimiento que evidenció públicamente la ruptura entre Casares y Zuloaga. A partir de entonces, Pedro fue trazando una estrategia de desgaste y de refuerzo de su influencia a lo largo de estos años que culminó con el órdago que lanzó a su antes amigo para disputarle el liderazgo del PSOE.

Las primarias por el control del partido en Cantabria han atravesado dos fases. Casares sorprendió atacando con vehemencia en la prensa a Zuloaga, algo infrecuente en él, y se erigió en alternativa crítica. Pero nunca se ha sentido cómodo en un papel de outsider. Por eso durante esta campaña interna ha tratado de erigirse en el legítimo heredero del aparato histórico del PSOE de Cantabria. Aquellos contra los que se presentó junto a Zuloaga hace ocho años. Así, ha reivindicado a los líderes veteranos: un efímero Ángel Duque, Lola Gorostiaga y Eva Díaz Tezanos, a quienes llegó a pedirles perdón públicamente, en un acto de reconciliación que significó proclamarse heredero de esa línea dinástica y dejar a su adversario como el intruso que debe ser desalojado.
Dicen que es cauto y más que prudente, temeroso. En su carrera política no ha corrido riesgos. Hasta ahora que ha perdido el favor de Ferraz cuando Sánchez no revalidó su cargo en la Ejecutiva del PSOE e incorporó a dos personas del entorno de su rival Zuloaga. La decisión de Casares, según varias voces socialistas, se debe más a su propia situación personal –pérdida del poder orgánico en Santander y de la confianza de Ferraz– que al desgaste de la figura de Zuloaga, que ha salido del Gobierno por el acusado descenso electoral del partido de Revilla pero ha crecido en votos y ha recuperado tres escaños en dos legislaturas. En este sentido, nadie parece conocer los motivos reales de su pérdida de influencia en Madrid, una de las claves que faltan por desentrañar.
Es más, durante toda la campaña ha sido muy comentado que no haya expresado su deseo de presidir Cantabria, cuestión que ha provocado muchas especulaciones. Una decisión que supondría renunciar a su carrera política en Madrid, suponiendo que después de salir de la Ejecutiva Federal haya esperanzas de mantenerla. Como siempre, el carácter reservado y táctico de las maniobras de Casares, y su afición a generar expectación, deja abierto el futuro hasta que llegue el horizonte electoral de las autonómicas. Las primeras elecciones sin Revilla. Un momento que, quizá muy ingenuamente, el PSOE ha estado esperando por si una vez retirado el gran líder regionalista, sin esa fortaleza, le llueven algunos de sus votos. Un cálculo improbable cuando el naufragio del PRC en la última cita con las urnas solo ha beneficiado a la derecha.
Ganar las primarias solo ha sido el primer paso de una carrera de obstáculos. Pedro Casares sabe que el trabajo duro empieza ahora. Además de vencer hay que convencer, a los vencidos y a los votantes.
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